Gregorio Ortega Molina
* Si los líderes políticos establecen convenios entre las naciones, ¿por qué no habrían de hacerlo los capo de tutti capi de las organizaciones criminales? Abren sus territorios y sus servicios de <<seguridad> a sus pares, para evitarles molestias con los servicios aduanales y las diferentes policías corruptas, que les resultan más onerosas que un intercambio de favores.
Globalización y TLC contribuyen a solucionar algunos problemas, pero aportan otros adicionales a las dificultades locales, siempre presentes. La comunicación en tiempo real y la velocidad de la difusión de los sucesos nacionales e internacionales, facilitan los delitos y las asociaciones entre criminales.
La cabal comprensión de las consecuencias de estar globalizados, podremos obtenerla una vez que pueda desentrañarse el misterio de tres italianos desaparecidos en Jalisco, supuestamente secuestrados por policías locales, concretamente de Tecalitlán, Jalisco, para ser entregados a una organización criminal. Recibieron mil pesos por el levantón, lo que dice mucho de la necesidad de esos delincuentes de uniforme, responsables de la seguridad en la vía pública.
Además de ser italianos, son oriundos de Nápoles, lo que ya permite hacer suposiciones acerca de las razones por las cuales los levantaron. Quizá son integrantes de una organización delictiva napolitana que vinieron a entablar negociaciones con representantes del Cártel de Jalisco Nueva Generación, y en el transcurso de las mismas algo se torció, o simplemente como en las películas policíacas baratas, alguna agrupación mexicana recibió el encargo de la mafia napolitana para desembarazarla de tres estorbos que no debían desaparecer en su territorio.
Este tipo de convenios entre organizaciones criminales de uno y otro lado del mundo, son algunos de los asegunes de la globalización, porque el comercio libre lo es en todo, en bienes y servicios y otras prestaciones, como la posibilidad de encargar crímenes a distancia.
La desaparición de esos tres italianos me obliga a suponer que está en marcha la globalización del narcotráfico en todas sus modalidades, así como la de la trata, el fraude, la pornografía.
Si los líderes políticos establecen convenios entre las naciones, ¿por qué no habrían de hacerlo los capo de tutti capi de las organizaciones criminales? Abren sus territorios y sus servicios de <<seguridad> a sus pares, para evitarles molestias con los servicios aduanales y las diferentes policías corruptas, que les resultan más onerosas que un intercambio de favores.
Resulta que la ficción se hizo realidad, y lo que la película dirigida por Walter Hill, The Warriors, propuso como una utopía delictiva para controlar Nueva York, ahora se presenta como una realidad universal, porque las organizaciones criminales del mundo pudieran tener más integrantes y asesinos, que las policías de las naciones.
Quizá nunca sepamos qué sucedió con esos napolitanos, cuya vida se selló por mil pesos y una cadena de favores.
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