sábado, octubre 5, 2024

Japón vs. Rusia 1905: “Guerra Mundial Cero”

Luis Alberto García / Sapporo, Japón

* Un caso bélico para entender las relaciones internacionales.
* El triunfo de los nipones fue paradigmático y ejemplo prototípico.
* Hotchkiss, Vickers y Máxim, las nuevas máquinas para sembrar balas
* El conflicto se disputó entre dos formas de imperialismo.
* Las causas del enfrentamiento entre Matsuhiro y Nicolás II.
* Fue resultado de la expansión de un viejo imperio europeo.

La Guerra Ruso-Japonesa de 1904 y 1905 es un caso determinante desde la perspectiva de las relaciones internacionales y, en el contexto militar, el politólogo estadounidense John W. Steinberg la definió con cierta razón como la “Guerra Mundial Cero”, previa a las tragedias de 1914-1918 y 1939-1945.

Durante ese conflicto inter imperialista, armas como la ametralladora fueron usadas en los primeros combates y una moderna y potente artillería, las bayonetas y las trincheras rodearon las ciudades asediadas, abarcando frentes completos de los ejércitos como nunca antes había sucedido.

El triunfo del imperio del Japón es paradigmático, al ser un país forzado a salir de su aislamiento solamente medio siglo antes, y el otro –a manera de ejemplo prototípico y con ayuda del “General Invierno”- por su parte acabaría por derrotar en 1812, y a su modo, a la temida potencia vencedora de la invasión fallidamente concebida por Napoleón Bonaparte.

El pensamiento era que una guerra entre naciones europeas tenía que llevarse a cabo a la europea y no enterrándose en campos de batalla remotos; pero atrás de nuevas máquinas de sembrar balas como las ametralladoras Hotchkiss, Maxim, Vickers, Withworth y Krupp, marcas y modelos puestos a la orden de quien mejor las pagara.

En esa guerra, que se disputó entre dos formas de imperialismo, también se utilizaron otros instrumentos de muerte de alta sofisticación, entre ellos los cañones de largo alcance, perfeccionados con el suicidio de la humanidad que significó la Gran Guerra, antes, durante y después de 1914.

Los teóricos no tardarían en darse cuenta de que, aunque fuera desde Asia, en los campos de batalla de la Guerra Ruso-Japonesa, había llegado el cambio, puesto que la magnitud material y humana de las batallas que tuvieron lugar a cuatro años de iniciado el siglo XX en una contienda que se prolongaría por unos meses, quedó comprobado que se abría un tiempo nuevo.

¿Cuáles fueron las causas de la Guerra Ruso-Japonesa?, se pregunta el historiador David Schimmelpennick van der Oye, investigador de la Brock University, quien asegura que “el proceso que llevó al conflicto entre ambas naciones, en los confines del mundo conocido, resultó del choque entre la expansión de uno de los imperios más viejos de Europa”, el ruso, cuyos orígenes se remontan a la fundación de la dinastía Romanov en 1613.

El otro imperio, la nueva potencia del Lejano Oriente -con el emperador Matsuhiro al frente- a la que pocos se atrevían todavía a considerar un rival a tomarse en cuenta, resultó ser un contendiente con las mismas ambiciones expansivas, que el zar Nicolás II, sus cortesanos parásitos y sus militares oportunistas y vividores habían minusvalorado.

Ambos imperios se sentían heridos en su orgullo diplomático y político por las grandes potencias de la época –Inglaterra, Alemania y Francia- por un lado, interesados en ubicarse como nación de primera fila por otro, y singularmente preocupados por la presencia rusa en Corea.

Esto era un factor cada vez más importante, pues justamente el territorio coreano se consideraba vital para su seguridad nacional, de modo que los nipones no vieron más remedio que ir a la guerra contra el imperio zarista, sorprendiendo al mundo con su recién desarrollada capacidad militar.

La batalla de Port Arthur fue detonante que marcó el principio de esta guerra casi desconocida, con un ataque sorpresa a ese puerto ubicado –otra contradicción histórica- en territorio de la China continental, como definen Oleg Airapetov, catedrático de la Moskóvski Gosudárstvenni Universitét, y Bruce W. Menning investigador del Center for Russian, East European & Eurasian Studies de Kansas University

A primeras horas del 9 de febrero de 1904, diez destructores japoneses se acercaron sigilosamente al fondeadero exterior de Port Arthur -armados con torpedos, su objetivo eran los grandes acorazados rusos anclados- en espera de una declaración formal de guerra y del inicio de las operaciones.

En 17 minutos de fuego, la flota rusa recibió un golpe no solo físico, sino también moral, no obstante ser entonces la fuerza naval más importante de la región, protagonizando un episodio similar a que vivió años después la Marina estadounidense en Pearl Harbor, Hawai, el 7 de diciembre de 1941.

Lo que el escritor Konstantin Pleshakov llamó “la última Armada del zar” no pudo recuperarse: ¿Cómo es posible que no estuviera preparada? ¿Cuáles fueron las circunstancias que propiciaron este demoledor ataque sorpresa y una derrota descomunal que, al siguiente año, culminaría en Tsushima?

Historiador, novelista y catedrático de la Universidad de Princeton, Pleshakov es autor de seis novelas históricas y, además, coautor de “El vuelo de los Romanov”, “Dentro de la Guerra Fría del Kremlin” –que le valió el Premio Lionel Gerber en 1996- y “La última armada del zar”, que narra el viaje épico de los barcos de guerra rusos, de San Petersburgo a Port Arthur.

Konstantin Pleshakov recuerda que el 14 de mayo de 1905, en el estrecho de Tsushima , en el mar de Japón, tuvo lugar una de las cinco batallas navales más importants de la historia, antecedida ésta por las de Lepanto, Trafalgar, Jutlandia y Midway.

En ella, la Marina japonesa perdió solamente tres barcos de guerra; pero la flota rusa sufrió el hundimiento de veintidós navíos y la desaparición de miles de vidas, mientras el resto de los busques y los marinos sobrevivientes fueron capturados.

En síntesis, el libro de Pleshakov cuenta el lentísimo y azaroso viaje de un periplo que fue el augurio de una triste –“heroica” dijo el zar en su Palacio de Tsarskoie Seló, a diez mil kilómetros de distancia- batalla final, y si no es la más conocida, sí se convirtió en la más catastrófica en la historia naval contemporánea.

Enmarcada como el episodio mayor de la guerra ruso-japonesa de 1905, ese libro –de erudición notable por la cantidad de referencias que anota- narra la historia de esa batalla y de ese viaje con detalles inverosímiles, incluyendo la existencia sórdida y deprimente de los marinos europeos durante la travesía y el enfrentamiento hacia su perdición en el fondo del mar.

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