Sergio Gómez Montero*
Tranquila en su cuna
se encuentra la vida.
¡Amor y piedad abran sus ojos!
Joyce: “Ecce puer”
Para el compa Pablo Gómez
Poco estruendoso deja este 2019, a pesar de las tormentas que se esperaban y que no pasaron de ser ligeras lluvias con granizo no por los rumbos de Palacio Nacional, sino en diferentes partes de la República, en donde parece ser que los gobernadores no se encuentran tranquilos, pues parece que ellos y algunos presidentes municipales no saben bien cómo es que van rellenar sus cochinitos con sus puestos de elección popular, y los compas, contratistas de todo tipo, que le metieron ganas, y más que nada mucho dinero, a las campañas de esos funcionarios, ya están exigiendo que le entren con su cuerno los funcionarios mencionados.
Es decir, ¿de dónde proviene el descontento que, tanto por cuestiones de seguridad como de hacienda (en menor medida laborales), han venido manifestando los gobernadores desde tiempo atrás?, ¿qué es lo que hoy causa tanta inquietud entre ellos? Es cierto, en términos de gobierno las relaciones entre centro y periferia en México son un asunto que desde el siglo XIX en México está allí presente (que se lo pregunten indistintamente a Lorenzo de Zavala, Teresa de Mier o Gómez Farías), y hasta hoy con fuerza singular está allí desde el momento en que, desde hace rato, el 115 constitucional se muestra insuficiente precisamente para regular con rigor las relaciones entre centro y periferia, desde el momento en que el primero, el centro, aporta, en promedio, cerca del 80% o un poco más del gasto de los dos niveles de gobierno mencionados (municipios y estados), anulándose, de hecho, así, la autonomía de esos niveles de gobierno, quienes, lo que dura su administración, tres y seis años, se administran con deuda que finalmente absorbe la hacienda central o se acumula a la deuda que esas administraciones dejan luego de su ejercicio, en tanto que los presidentes municipales o gobernadores respectivos se retiran como verdaderos faraones del cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones. El caso paradigmático al respecto es el de Guillermo Padrés de Sonora.
No es nuevo, pues, el asunto. En ese reparto de bienes provenientes de la corrupción, ésta creció estratosféricamente dado que eran muchos los personajes que se alimentaban de esa fuente que vació las arcas de PEMEX, de Hacienda y hasta de la Casa de los Pinos, sin que hasta hoy se haya castigado la impunidad de los grandes beneficiarios de la corrupción (Javier Duarte de Veracruz, Borge de Quintana Roo o Rosario Robles de la Administración Federal, son sólo pequeñas muestras de una galería que en los hechos no tiene fin), manteniéndose vigente así, por parte del gobierno federal, esa deuda que pareciera no querer saldar y que es lo que realmente, una y otra vez, reclaman presidentes municipales y gobernadores: si los grandes deudores de la Nación, verdaderos gánsters, se mantienen impunes, porque a nosotros ya no se nos permite robar ni actuar como ellos actuaron.
El asunto no es pues sencillo. De hecho, si se analiza fríamente, es una cuestión constitucional (el 115 va de por medio) que ojalá y el Legislativo se diera la oportunidad de analizar.
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx