Sergio Gómez Montero*
La próxima será, tanto ambiental como políticamente, una semana cálida, de ajustes finales a campañas, miles de campañas, que han tenido, todas, un rasgo común: todas le estuvieron apuntando al futuro, pues estuvieron basadas en proyectos (futuro, tirar hacia adelante), que a veces, es cierto, no pasaron de propuestas a cumplir (nada orgánico, pues). Cada quien, así, soñó en lo que quería hacer y a cada quien, escuchados los proyectos, nos tocó decir: me voy con éste, con la confianza de que mi voto se respetará (muy diferente a como era cuando el PRI y el PAN gobernaban).
En ese ver a futuro, mañana, el 2 de junio, cuando el voto decida, desde el punto de vista de la política, uno se va a preguntar: ¿quién de las candidatas y candidato tiene la pasión y la audacia consolidados para sustentar un proyecto de nación que convenza a las mayorías de votantes? Es decir que conocidas las premisas –en particular en lo que se refiere a la elección presidencial– el proyecto que sin duda a más y más ampliamente convence es el de Claudia Sheinbaum, no en balde la manifiesta mayoría que todas las encuestas (menos una, Massive Caller) le otorgan como favorita tres por uno. De ahí que, eso no sea lo que ahorita preocupa y calienta el ambiente, sino dos cosas que no han cesado: la persistencia de la guerra sucia (el retiquetado de precios por estos días, las carencias inconcebibles del INE) y la amenaza de lawfare que con todo su ánimo empujan varios de los ministros de la SCJN, encabezados abiertamente por Norma Piña (lo último, su truculenta reunión con Alito Moreno, el jerarca efímero del PRI).
Como sea, lo que realmente está en juego es la visión de futuro de un país que, con todo, está intentando trazar una línea de desarrollo social en donde convivan en sana paz todos los sectores poblacionales, sin transformar sustancialmente la manera de operar del sistema productivo establecido, el que sólo de manera leve ha sufrido transformaciones que consolidan la presencia del Estado (Energía, comunicaciones, manejo presupuestal, política exterior) y que, poco pero sensible, han reflejado cambios positivos para paliar la pobreza y proteger los salarios y pensiones. Apostarle a ese proyecto, proyectándolo al futuro, pareciera ser lo más viable y hasta hoy, en términos demoscópicos, hacia eso se inclinará la votación, más allá de los últimos latidos de la guerra sucia y las amenazas del lawfare.
La persistencia del clima cálido es, en efecto, propia de los procesos electorales (dígalo si no, ahorita Estados Unidos, en donde la economía está que arde), los que, una vez que se deciden, generan temperaturas de descompensación que le quitan calidez a las tensiones. Lo más probable es que así suceda entre nosotros, más sabiendo, desde hoy –una semana antes de las votaciones– que hay una favorita indiscutible. Eso, seguro, hará que las especulaciones se inclinen ya desde ahora a qué hará en términos de gobierno, para comenzar, la candidata que va a ganar.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada