Sergio Gómez Montero*
No medirás la llama
con palabras dictadas por la tribu,
no pondrás nombre al fuego
Ch. Maillard: “No pondrás nombre al fuego”
¿Se acaban acaso las ceremonias? ¿Los gurús de aquel entonces han dejado de oficiar? ¿Quién lo sabe, quién está seguro de ello? ¿Quién puede ahora, con certeza, decir que lo que realmente ha terminado es la institución, es el PRI; que es él que, sus estructuras, las que han dejado de funcionar? Que sus sectores, hoy, no sirven para nada; que sus líderes son dinosaurios, carcamanes, que a nadie arrastran, y que por eso sus actos son ceremonias que no conmueven a nadie, en las cuales los asistentes luego de la boruca inicial y los aplausos aislados del principio, duermen el sueño de los justos. ¿Será que apenas se vive el limbo de las precampañas; de que por más spots que se transmiten ello no tiene fuerza?
Fue triste, dramática, la ceremonia priista del sector campesino en la que se le dio la bienvenida a su candidato presidencial.
Duro, amargo el principio de la temporada electoral para el instituto político que los sexenios anteriores arrancaba por lo común con la certeza de la victoria y que hoy, cuando uno toma nota de los actos de masas de Marco Antonio Meade Kuribreña, siente que todo sale mal, que sus acto se parecen más a los actos de quienes por allá por los sesentas y setentas eran los opositores inútiles de la aplanadora priista de aquel entones a la que nada resistía, a la que nadie oponía resistencia. Y hoy no, desde el principio con el PRI todo huele a derrota, anuncia marchas fúnebres, réquiems adelantados, canti dolorosos a los que sólo asisten clientelas selectas (los Moreira en primera fila; aplaudiendo desde el extranjero o dentro de la cárcel, Durán, Duarte, Borge, Montiel y miles de priistas más) que sólo contribuyen a que el derrumbe del candidato priista suene a irremediable. ¿Será?
El problema de fondo es muy sencillo: ¿podrá levantarse del suelo, en donde hoy se encuentra, el candidato priista? ¿No acaso del desencanto que eso despierta provienen los gritos de desesperación de EPN que exige y reclama que sus magnos despilfarros sean reconocidos como excelsas obras de gobierno? No es pues extraño pero sí natural que la debacle que es hoy la campaña Meade/Nuño ande arrastrando la cobija por todo el país tratando de vender sin éxito su falsa lucha contra la corrupción, como si ello fuera la gallina de los huevos de oro.
No se trata sólo de pregonar, pues, las carencias de Meade, en particular, y de Anaya, que da risa, sino de hacer ver las dificultades que conlleva el levantar la imagen de candidatos que, por repetitivos, ya no llaman la atención. Es decir, hoy en México, pues, sucede que a diferencia de candidatos conservadores que logran triunfar (Brasil, Argentina) luego de gobiernos fallidos de izquierda, las elecciones se definen como si la alternancia fuera el chiste de ellas y para nada lo fuera el seleccionar al candidato (conservador o liberal) que eligieran libremente las mayorías. ¿Quién las entiende, pues (a las elecciones); cuál es su chiste, si todos de antemano sabemos ya quién va a perder?
*Profesor jubilado
gomeboka@yahoo.com,mx