viernes, abril 26, 2024

ISEGORÍA: Revisar y reformar los Poderes

Sergio Gómez Montero*

¿Se da cuenta, compadre? Era simple la cosa.
Como dicen los bolches: la libertad se ejerce

  1. Tejada Gómez: “Peatón, diga no”

En memoria del maestro Francisco Toledo

Sin duda, en el ámbito de la política actual del país, uno de los temas que hasta la fecha no se han abordado con el cuidado y la profundidad requeridos es el referente a la situación que guardan en la actualidad los Poderes de la República en México, los que, como tales, surgen al tiempo que se establece la primera República Federal entre 1823 y 1824 y conmocionado el país entonces por las pugnas intensas entre centralistas y federalistas, que concebían, cada uno de manera diferente, el qué hacer con el país y cómo conducirlo. Desde entonces, en las diversas constituciones del país se mantiene la república y la división de poderes como principios básicos de organización social de la nación. Pero, ¿esto significa que, hasta hoy, ésta es la mejor forma de organización social para el país?

Sin duda, particularmente hoy la pertinencia de esa pregunta adquiere una dimensión mayúscula si vemos que el accionar pacífico y congruente entre poderes no se logra y sí, por el contrario, la diferencia de criterios es manifiesta afectando, mal que bien, la vida pública de la Nación y manteniéndose sin contestación plena la pregunta: ¿y quién tiene la razón? Si bien, hasta hace poco, las diferencias eran entre Ejecutivo y Judicial, hoy, queriéndolo o no, también está inmerso en ese pleito el Legislativo, al que se le ha calificado como Poder vergonzante o vergonzoso, que no es poco decir y qué obliga, necesariamente, a preguntarse: ¿y finalmente quién tiene la razón? Es decir, desde luego, no es éste el momento de declarar que la República está agotada (¿o sí?) para convocar a quien haya que convocar para darnos un nuevo tipo de organización social, sino sólo de revisar, creo, qué está fallando entre Poderes para corregir lo que haya que corregir. Esa tarea, que se vuelve cada vez más pertinente y urgente, no tiene claridad respecto a quién le corresponde de establecer las reglas bajo las cuales deben operar ahora dichos Poderes. Los tres, pues ninguno se salva si se quiere, al mismo tiempo salvar la operación de la República. Y no es excusa, claro, que en el pasado inmediato Legislativo y Judicial estuvieron sometidos al Ejecutivo y que hoy, con tales reglas, se puede seguir operando. Grave, gravísimo error sería ello. Por qué, mejor, no buscar una reforma a fondo de los tres para que la República funcione de la mejor manera posible.

En diversas ocasiones se ha planteado aquí la conveniencia de revisar la Constitución de lo que queda de la originalmente del 17, para ver si ella nos sigue siendo de utilidad, o si no es hora ya de constituir un nuevo congreso constituyente que se aboque a la tarea de dar al país un nuevo documento rector de su vida pública y política, para que, así, de una vez por todas, queden resueltos hoy, de manera tranquila, los problemas que en esos planos se manifiestan (lucha de Poderes, vida partidaria, extensión del mandato sin sentido en Cámaras y gubernaturas, presidencialismo, etc.) O se avanza en tal sentido, o proyectos de la dimensión tal como la Cuarta Transformación será sólo un conjunto inarmónico de buenos deseos que nunca, nadie, podrá concretar.

Insistir en que la vida pública, cuando se persigue un cambio de Régimen político, se complica de manera mayúscula se hace evidente, creo que nadie lo puede evitar. Pero es peor no introducir las reformas que se requieren para que la vida pública opere con el rigor que se requiere en beneficio de aquellos sectores de la población que desde tiempo atrás estamos luchando precisamente por un nuevo Régimen político. No atender nuestros reclamos al respecto puede generar un descontento social de proporciones mayúsculas. Más grave aún que el de los fifís y los conservadores a los que ya se derrotó.

*Profesor jubilado de la UPN

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