Sergio Gómez Montero*
también mi madre mi hermana mi padre muerto
están escuchándome
escuchan que mis voces cantan
Malinovskaya: “Monólogo”
Inicio este artículo con uno de los dichos tradicionales entre nosotros: “Silencio pollos pelones, ya les van a dar su máiz”, haciendo referencia a la alharaca de los pollos en el corral antes de que les acerquen su ración de granos antes de comer. Así suenan, pues, ese grupo de famosos-facinerosos que ya no tienen precisamente quien se encargue de acercarles su máiz, es decir las prebendas, canonjías y “chayotes” a los que antes, con el neoliberalismo, tenían acceso desmedido. Hoy que eso ya no existe, claman, escribe Rafael Barajas, por la carencia de “libertad de expresión” en el país, sin querer enterarse de que, cínicamente, se están mordiendo la lengua al decirlo.
Pero, ¿qué es lo que realmente expresa ese enojo? Sin duda, el enojo de estos personajes tiene que ver con la existencia de un régimen de gobierno que no se alinea con las consejas propias del capitalismo a nivel mundial y que por tanto, por ello, es objeto de todo tipo de persecuciones y bloqueos para así impedir que siga gobernando y buscando siempre la manera de ponerle un alto sea de la manera que sea, y ocupando un lugar preferente en esa tarea –escribe Marcelo Colussi en su libro Globalización neoliberal: ¿hay salida?– las campañas que se engloban en el manejo de los medios de comunicación, que se busca operen con una consigna central: la mentira al poder.
Tomando en consideración lo anterior, ¿qué estrategia seguir para contrarrestar esas campañas de abierto sabotaje? Quienes en alguna ocasión estudiamos sobre medios de comunicación (un poco en la línea de las enseñanzas de McLuhan) sabemos bien que el grito crece en la medida en que lo tomamos en consideración (si nos hacemos los sordos, ¿qué gritos vamos a escuchar?). De allí el que haya crecido tanto lo expresado por ese conjunto de intelectuales orgánicos del poder capitalista. Quizá, si nadie los hubiera tomado en cuenta hubieran terminado como nacieron: muertos, inanes, intrascendentes. Pero como hoy ésa, el silencio táctico, no es la línea estratégica en los procesos de comunicación de la 4T, pues allí están esos traidores y oportunistas, cacareando como pollos muertos de hambre, creyéndose así los muy influyentes. Preocupa, pues, ello (la política seguida por la 4T), ya que parece no tomar en consideración lo siguiente que escribe el colega Nils Castro (Nuestra América del 19-ix-20200): “Cuando la humanidad pueda controlar la pandemia la situación habrá evolucionado, sin que esto haya resuelto las demás causas de enojo, que siguen sumándose. Muchos patrimonios se habrán perdido. La concentración del gran capital habrá crecido los tiburones han devorado más sardinas y las empresas menos fuertes habrán cambiado de dueño, o desaparecido. Millones de cesantes dejarán de recuperar sus empleos, remplazados por las innovaciones que la tercera y cuarta revoluciones tecnológicas aportan a la racionalización de puestos de trabajo (…) El riesgo de que a la postre esto sea lo que defina la “nueva normalidad” está por dirimirse”. No puede, pues, sobrevalorarse lo intrascendente frente a la gravedad de los problemas de un presente complejo y difuso. Es decir, en otras palabras, no gastar la pólvora en infiernitos.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
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