Sergio Gómez Montero*
dónde se oculta el espía del tiempo,
en qué relojería, en qué almanaque,
en qué caja de música
abandonada por un niño
R. González Tuñón: “El visitante”
Cuando se trata de definir las cosas –en cualquier terreno, pero particularmente en política– lo que en última instancia interviene son los llamados poderes fácticos, los poderes de hecho, que casi nunca se dejan ver mientras las cosas suceden pero ellos son los que deciden finalmente hacia dónde van a ir las cosas. En la política mexicana contemporánea, a veces fue la Virgen de Guadalupe; otras el ejército; a veces el gobierno de Estados Unidos; un tiempo fue el presidente del país; hubo grupos secretos (los masones) que también se dice determinaron, y de pocos años para acá los grupos empresariales juegan un papel cada vez más significativo.
Hoy, todos ellos en bola no quieren que sea López Obrador el que alcance la Presidencia del País y están dispuestos a empeñar todos sus esfuerzos, por encima de la ley, para evitar que ello se logre y pueda así con toda confianza e impunidad seguir abriéndole camino a un régimen social que desaparece a más de 30 mil mexicanos cada seis años; que mantiene en pobreza a 5 de cada 10 niños (dice CONEVAL); en donde cada año se cometen más de 25,000 homicidios dolosos y en donde más de la mitad de la población somos pobres pese a ser la 14 economía en el mundo. Para seguir conservando esos indicadores hoy se quiere (quieren el actual gobierno, los grupos empresariales y sus corifeos) que nada cambie en el país y que por ende se impida a toda costa el triunfo electoral, cantado ya, de Andrés Manuel López Obrador.
Pero, sí hay un pero de por medio, la preocupación de los poderes fácticos del grupo en el poder le tienen un temor enorme a algo que no se esperaban: al surgimiento de los poderes fácticos que hoy acompañan a AMLO y le otorgan a éste una fortaleza que las dos ocasiones anteriores que ha competido en apariencia no estaban con él y hoy semi-ocultos, evanescentes, fantasmales están desempeñando el papel que les encomendaron y han logrado: que hasta hoy, virtualmente, Andrés Manuel se muestre en términos demoscópicos como invencible. ¿O alguien cree, sinceramente, que Anaya lo derrote a menos que para ello se utilice el fraude cínico y mendaz de otras ocasiones, en el que son expertos él mismo y quienes hoy lo apoyan?
Una competencia electoral como la actual, en donde desde un inicio ella ha estado marcada por la ventaja alcanzada por uno de los contendientes (y más aún cuando esa ventaja va en aumento) y sobre todo cuando los otros contendientes se han significado por su debilidad, ha carecido en muchos sentidos de interés por la disparidad de la contienda, lo han señalado sobre todo los observadores que desde el exterior nos están observando. Aunque ellos también se mantienen expectantes para prever qué tipo de fraude se pondrá en práctica para arrancarnos a los mexicanos que vamos a votar el triunfo que ya está en nuestras manos. ¿Cuándo lo llevarán a cabo? Ya les queda poco tiempo. ¿En qué consistirá?
(Oír, como fondo musical mientras se lee este artículo, un disco de “Human”. Vale la pena).
*Profesor jubilado
gomeboka@yahoo.com.mx