lunes, febrero 10, 2025

ISEGORIA: No se vale

Sergio Gómez Montero*
Los datos de Bloomberg son sorprendentemente insultantes: la manera en qué creció la fortuna de los cinco más ricos de México (226.6%) durante el sexenio de López Obrador (la fortuna de Larrea creció por arriba de 900%), junto con las ganancias monstruosas de los bancos del país da una triste idea de lo que, en los hechos, significa la transición sedosa que impulsó durante su gobierno el tabasqueño, quien, en la vía de los hechos, no podrá negar que durante su mandato el capitalismo se desarrolló a todo tren, sin que hubiera nada ni nadie que le pusiera freno a ese enriquecimiento insaciable de los más poderosos del país, volviendo así insultante, casi, la polarización de la riqueza.
Desde luego, del otro lado, los partidos políticos del país –Morena, PRI y PAN– duermen, plácidos, frente a esa realidad insultante, pues ellos son también –de allí su placidez comodina– una parte sustantiva de ese capitalismo que crece con obsesión insana en el país, toda vez que no hay ninguna fuerza política que de manera organizada se oponga a ese desarrollo sin medida ni freno de la acumulación de capital tan insultante que se registra al amparo de la transición sedosa que impulsa aún el gobierno de López Obrador.
Y ése es hoy el dilema del país: ¿el modelo actual de desarrollo, injusto a todas luces, pero que mantiene en aparente paz al territorio –con una violencia cada vez más desbordada en múltiples regiones del país–, es el que más conviene para seguir impulsando la vida diaria de la Nación? ¿Podrá aguantar ese modelito la ira profunda que acumulan las masas –cerca del 50% de la población–, que no ven para cuándo sus condiciones de desamparo podrán modificarse? El dilema no es fácil y es obvio que tenderá a agudizarse en la medida en que pase el tiempo y, sobre todo, las arcas públicas comiencen a hacer agua al no crecer el flujo de remesas y, sobre todo, la bolsa de préstamos contratada se convierta en una carga cada vez más pesada para las arcas de la Nación. La verdad muy duro pintan los años próximos, si se toma en consideración la resistencia del gobierno federal –el actual y el que viene– para revisar el tema de los impuestos que sería una vía de escape para, en lo inmediato, hacerle frete a los retos que va implicar el sacar adelante la hacienda pública de la Nación.
No ver a futuro es quizá uno de los más graves defectos de las transiciones sedosas –piénsese en Alberto Fernández de Argentina, Dilma Rouseff en Brasil–, que para el caso de México implicará, además, el cómo, una vez heredado, darle continuidad al mismo, malévolo, modelo de desarrollo de capitalismo desde la izquierda (¿desde la izquierda?), toda vez que no se quisieron modificar, para mantener la paz social, las mismas, injustas y malévolas, condiciones de operar de los sectores productivos del país.
¿Para qué, pues, entonces, el Estado en un estado de cosas como ese? ¿Para mirar sólo como se dan las injustas condiciones de desarrollo? ¿Para que las fuerzas armadas se incorporen a las tareas de producción? ¿Para que el miserabilismo se extienda cada vez más?
En fin, lo que sí está totalmente extendida es la tristeza que causa tal estado de cosas. Sin duda.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

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