viernes, marzo 29, 2024

ISEGORIA: Los poderes extremos

Sergio Gómez Montero*

Sé lo que te hace gritar en sueños:
Surgen áspides de los candelabros
Iluminan la habitación con sus voces
M. Sarishvili: “A mi padre”

¿Cuál es el poder real de los poderes fácticos en el nuevo mundo institucional del país, el que está haciendo todo lo posible para dejar atrás las estructuras institucionales (corruptas, caducas, podridas) heredadas por el neoliberalismo? Puede que sí, en efecto, en ese sentido se haya avanzado mucho, pero, sin duda, hay aún mucho camino por recorrer.

Tan sólo, por poner ejemplos, ¿qué hará este gobierno (y sobre todo el que vendrá a partir de 2024) para restarle poder a tres de esos, hoy aún poderosos poderes fácticos, que, en particular por estos días, han mostrado la factura de que están hechos, al grado de que da ñáñaras el visualizar esas exhibiciones de fuerza factual?

El primer caso, leve respecto a los otros, es la presencia sindical, que con la cintura en la mano (poniendo en ridículo a las autoridades del Trabajo) se apoderó cínicamente de la dirección del sindicato petrolero (la fuerza aún espeluznante de Romero Deschamps) violentando todas las reglas de control sindical, valiéndole madre la voluntad de los trabajadores de base del sector y las demostraciones de fraude con que de nueva cuenta realizaron la toma de la dirección sindical. ¿Nadie, ninguna autoridad institucional podrá frenar ese poder factual de los sindicatos, que lo mismo se impone, por poner ejemplos, entre los petroleros, que entre los maestros de educación básica o los obreros automotrices de nuestros días?

El segundo caso de poder factual, lo ilustró desde hace tiempo el novelista argentino David Viñas en varias de sus novelas, pero en particular en Los hombres de a caballo en donde describe magistralmente el origen del poder de los militares en su país (que fue determinante hasta mediados de los ochenta) y que nos sirve mucho a nosotros para entender ese poder factual que hoy siguen teniendo los militares en toda América Latina (incluyendo México) y que nos pone realmente a temblar, pues el suyo es un poder que nadie controla, que se mantiene a la expectativa hasta que los militares se identifican con las mayorías poblacionales del país. Mientras eso no sucede, el poder factual del ejército se mantiene siempre a la expectativa, como hoy lo está mostrando (al margen de lo expresado por el general Sandoval el pasado 20 de noviembre) en México.

Al final, el poder factual más pesado hoy entre nosotros: los grupos de narcotraficantes que dominan regiones enteras del país (Jalisco, Sinaloa, Zacatecas, Tamaulipas, Veracruz, Guanajuato, Michoacán, Morelos, Baja California, por mencionar algunos lugares) y que, por encima de los poderes establecidos, fijan reglas y principios para determinar allí el cómo vivir y bajo qué condiciones, y, quiéranlo o no, los habitantes de esas regiones se sujetan a esas reglas y principios, a menos que quieran exponer su vida.

Lo más grave de todo es que, entre esos poderes factuales casi siempre hay complicidades y las autoridades establecidas (amor y paz) tienen, a veces, que hacer acuerdos con ellos (recuérdese Sinaloa).

¿Será, para 2024, tarea pendiente –objetivo de gobierno– poner fin a los poderes factuales hoy vigentes en el país?

*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx

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