Sergio Gómez Montero*
“el poeta es la antena de su tiempo, nadie mejor que él
capta lo invisible que circula por una época”
Pellegrini
¿A qué juegan; por qué tan divertidos allí en el Zócalo? Correteando como infantes sin mecate, mientras yo recuerdo mis días allí (desde 1968 hasta más o menos 2012, cuando la amputación de mi pierna derecha me impidió volver a estar allí, protestando por las tropelías cometidas por los gobiernos de aquel entonces). El Zócalo, sí…, ¿a qué juegan, por qué los dejan divertirse así? ¿A qué juegan quienes desde los medios (TV, periódicos, redes sociales) alientan, les echan porras a quienes impunemente arrastran de un lado para otro las tiendas de campaña vacías y que un señor Lozano que nunca acampó allí seguramente puso los quintos para que el show se armara, mientras él, desde FEMSA, dirigía toda la operación provocadora?
Pregunta interesante: ¿hay o no hay delito ahí, cuando deliberadamente se viola la paz pública con fines eminentemente políticos? ¿A quién corresponde ahí preservar el orden de la ciudad; o la ciudad se debe ir al carajo tan sólo porque un puñado de provocadores así lo quieren? ¿No hay límites para la falsa libertad que chantajea, que amenaza abiertamente el orden público? Difícil tarea esa: saber cuándo el principio de autoridad debe prevalecer por encima de las falsas libertades. ¿Más vale pecar de laxo que de estreñido?
Dura tarea se vuelve ahí el gobernar, cuando los principios en los que se basa el orden que debe prevalecer en la ciudad se enfrentan a la provocación, que busca el rompimiento de ese orden para así tener argumentos que favorezcan o la intervención indiscriminada de la fuerza pública o argumentos que inciten a las instituciones (el ejército, por ejemplo) a rebelarse en contra del mando supremo de un país. Dilemas que si bien antes (por ejemplo con el militarismo) en América Latina no se presentaban, hoy, cuando surgen gobiernos de transición, son situaciones si no comunes, sí constantes, pues la provocación es un principio que busca justificar el fin, a través de cualquier medio, de esos regímenes de transición, como sucedió en Ecuador con Correa, Evo en Bolivia, Lula en Brasil o la presión continua del gobierno estadounidense de Trump contra Cuba y Venezuela.
Por hoy, en nuestro país las cosas aún no llegan a un caso extremo (dan risa las tiendas de campaña vacías, arrastradas por el viento), pero sí preocupa, por ejemplo, el que haya sido un juez el que permitió la semi-toma del Zócalo por parte de los amigos del señor Lozano, buscando así provocar un enfrentamiento con aquellos (muchísimos) que no estamos de acuerdo con esas provocaciones. ¿Sabrá el señor juez el peligro en que puso la paz social del país, o tan lo supo que por eso tomó la decisión que tomó?
Como sea, pero es interesante pensar en si, en épocas de transición, se vuelve necesario establecer nuevas normas de Derecho que definan cuáles son, en dichas épocas, los nuevos derechos y obligaciones de los habitantes de la ciudad. O si son las viejas reglas las que deben prevalecer.
Sí, creo, un dilema en el cual ya debieran estar trabajando nuestros jurisconsultos.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx