Sergio Gómez Montero*
ah, no es nada fácil
esto de comprender que soy aquellos
los que murieron
sin rumbo, sin objeto
W. Mondragón: “El elusivo”
¿Por qué del alambre se desprenden tantas metáforas? No lo sé, la verdad, cómo de una cosa tan aparentemente intrascendente y sencilla han surgido desde tiempo atrás dichos y metáforas diversas sobre ello: “pájaros en el alambre” quiere decir que alguien no autorizado (la policía por lo común) está escuchando tus llamadas telefónicas; “vivir en el alambre”, cuando era chico (muchos, muchos años atrás), refería a uno a los equilibristas del circo, cuyas difíciles suertes se realizaban sobre un alambre ubicado arriba de los cinco o diez metros por encima del piso.
Pero hoy no. La “vida en el alambre” hace referencia, más bien, a cómo en particular la vida diaria de los jóvenes (y cada vez más de los niños) de manera notoria depende de la vida que cada vez más se transmite por el alambre, sea satelitalmente o por la fibra óptica que se traduce o concreta en imágenes o sonidos (voz humana) que se capturan en pantallas de diferente tipo (desde televisoras, computadoras, tablets o lo más común: teléfonos celulares) y hacen que la atención de los receptores y los emisores de esos mensajes se concentren, casi en un cien por ciento, en ese tipo de comunicación, desplazando así a todo tipo de comunicación ajena a esa, lo cual es signo de una modernidad que arrasa y que sin duda tiene muchos rasgos positivos (la celeridad y la cantidad de información recibida: un promedio de 1000 a 1, entre 1950 y 2018), pero que, por ejemplo en términos de comunicación interpersonal, denota una disminución sensible (no en la proporción antes mencionada) que desplaza así a esa comunicación del plano primordial que hasta no hace mucho tenía.
Si lo anterior lo ligamos a los avances que registra la robótica (entre paréntesis, estoy de nuevo trabajando en cuestiones educativas y leía en torno a la vinculación que existe hoy entre el trabajo fabril realizado casi al 100% por robots en Alemania y Japón y los índices que en esos países se registran entre jóvenes que estudian y que hoy comienzan a ser igualmente alarmantes en el país: véase el caso del ITAM en la ciudad de México y que se comienzan a repetir en otras escuelas de educación superior, como rasgo de una supuesta excelencia académica) y se pone a pensar uno en un futuro el cual pareciera no contemplar la existencia de la comunicación interpersonal, sino sólo de una vía alambre, en donde uno, sentado en la mesa de navidad, en el centro con pavo cocinado robóticamente, se comunica con todos quienes allí están estableciendo esa comunicación ya no de voz a voz, sino a través de mensajes de texto, adjuntando a ello, videos o canciones que queremos que nuestro interlocutor vea o escuche.
Esa visión de futuro tan pesimista, mediada por la tecnología, fue duramente criticada, entre otros particularmente, por los miembros de la Escuela de Frankfurt (desde Benjamin, hasta hoy Sloterdijk, pasando por Marcuse, Adorno y varios más), para quienes el desplazamiento de la razón platónica y aristotélica presagiaba sólo un decaimiento brutal de la humanidad.
Habrá tiempo de referirse a eso. Mientras habría que pensar en la muerte absurda del general iraní Qasem Soleinami en la ciudad de Karbala y si la vida en el alambre así concretada, a nosotros, los habitantes de este país, nos irá a alcanzar con los drones mortíferos del Pentágono.
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx