Sergio Gómez Montero*
mi límite frío de sueño
se compagina con el tuyo,
vivimos sobre dos desiertos
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Merini: “Carta de amor”
Toda tarea implica trabajo y complejidad. Más aún, como en el caso del periodismo de opinión, si él se busca ejercer con la verdad y tratando de ser objetivo y comprometido con diversos principios de honradez. Aunque siempre, también, tratando de ser congruente con lo que cree y practica. No se puede, pues, servir al mismo tiempo a Dios y al diablo; sobre todo cuando ambos están activos y tratando de jalar a su causa al mayor número de militantes para así oponerse a su rival. Ese es hoy el dilema del periodismo de opinión en México: sin querer puedes caer hoy en las trampas del contrario.
Póngase un ejemplo al respecto. ¿La ley Bonilla, a quién realmente está favoreciendo si quienes hoy encabezan a quienes se oponen a ella son los partidos reaccionarios y los grupos empresariales encabezados por la Coparmex, al margen de que al grupo de Bonilla lo encabece el expriista Amador Rodríguez Lozano y los diputados locales, de los cuales entre todos no se hace uno? ¿Qué es pues lo que se esconde atrás de dicha ley, que viola flagrantemente lo que se votó en las últimas elecciones locales, que arrastraron una serie de inconsistencias sensibles, avaladas todas por la alianza de Morena y sus aliados? No hay, pues, ni para dónde hacerse.
Ese obligatorio navegar entre dos aguas, dificulta mucho, entre otras cosas, el poder opinar con objetividad y por ende con la verdad, pues ésta ¿de qué lado está? Con el ejemplo aquí mencionado –la ley Bonilla– ¿en dónde la objetividad, en dónde la verdad, en quién cabe la prudencia allí para tratar de clarificar la situación? Si en la nota anterior se mencionaba el ocultamiento de los conflictos como estrategia capitalista para evadir la crítica, estrategia capitalista también sería crear falsos conflictos para así tensar la vida social, lo cual representa un peligro mayor en términos de estabilidad social, como varias veces lo ha mencionado el presidente López Obrador, quien más de una vez ha hecho concesiones al sector empresarial para así bajarle sus humos incomprensibles de novillero (como recién lo de la petroquímica).
Entre esos vaivenes en los que hoy obligatoriamente se mueve la administración pública (por cuánto tiempo será así, es un verdadero misterio) en aras de conservar la estabilidad de la nación, el periodismo de opinión tendrá que seguir navegando rogando a los dioses del Olimpo que le mantengan tapados con cera sus oídos para no escuchar así los cantos de las sirenas. Pero tampoco es muy grande la preocupación al respecto, pues cuando se navega en un mar de aguas procelosas, un marinero sabe que, obligatoriamente, es necesario mantener firme el timón para conducir la nave a puerto seguro.
“Oye, tío, ¿y es difícil ser periodista, aparte de saber manejar la computadora, porque tú te la pasas sentado todo el día frente a ella?” Mejor guardo silencio ante esa interrogante tan compleja.
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx