Sergio Gómez Montero*
Desalienta este viento
que bulle en mi cabeza y se niega a marchar.
Caja de guerra, pozo sin gota de agua
R. Valcárcel Quintana: “Poema”
Hace muchos años atrás que por cuestiones políticas sentí miedo. Alguien que estaba sentado junto a mí me dijo que no había por qué sentirlo; pero otro compañero que también estaba sentado junto a mí, me dijo que sí y que su existencia era una cosa de ciencia, no de creencia. Cada quien tenía sus razones, pero en ese momento no era de ponernos a debatir. Era hora de salir a las calles o de no salir sabiendo que allá fuera nos esperaba gente armada lista para atacarnos y nosotros sólo teníamos valor, molotov hechizas y número (éramos más que ellos). ¿Miedo o no miedo? ¿Por qué se induce el temor con objeto de vencer en la lucha política, sabiendo que así se viola la ley y ello sólo induce a la violencia? ¿Libertad de expresión? No se vale tanta tontería, señor Córdova, ¿por qué tanto viento para avivar la hoguera? El miedo no nace de improviso; alguien lo induce cuando la hoguera no es necesaria.
En fin, cada quien su fuego; pero de que no hay que tenerle miedo eso es obvio. Con estar atentos es suficiente.
Inducir el miedo como lo trataron de hacer la semana pasada un grupo de empresarios para que particularmente sus obreros y de paso todos los mexicanos posibles no votaran por López Obrador fue una de las medidas más ruines del presente político del país. En efecto, lo que ellos anunciaban conducía a provocar un clima de temor entre los consumidores del país y a, por medio de eso, causar una desestabilización profunda de la economía nacional, como si el culpable de esa desestabilización lo fuese un posible gobernante (AMLO) sabiendo ellos que los únicos culpables lo eran sólo ellos. Provocar así temor generalizado es inducir no sólo el miedo, sino no respetar las reglas esenciales que regulan la realización de las elecciones y llamar a que éstas, como cada seis años, convoquen al fraude de una manera cínica y descarada. Obligan ellos así a que la defensa de los resultados electorales obligue a responder al miedo con las respuestas que acaben con el miedo y que se concretan a enfrentar violencia con violencia para así vencer al miedo inducido y que sólo en la práctica sabemos nosotros cómo opera cuando la hoguera no es necesaria. No la hagamos necesaria. No le digamos ni a Dantón ni a Robespierre que nos acompañen. A doscientos años de distancia El Manifiesto sigue teniendo validez: “En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos, dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones”.
Dividida la sociedad… ¿y enfrentada?
*Profesor jubilado
gomeboka@yahoo.com.mx