martes, abril 23, 2024

ISEGORÍA: El pueblo: lección pendiente

Sergio Gómez Montero*

Regresar a esas ruinas que aún no fueron fundadas,
regresar a uno mismo.
Y abrir los ojos

L. I. Quincoses Clavelo: “Alguien ha cerrado

las ventanas a la plaza”

Circula, en las benditas redes, un mensaje que dice más o menos que hoy México ya tiene el gobierno que quería, pero le falta aún el pueblo que necesita, haciendo referencia a la necesidad de que hoy la respuesta popular esperada no se deja ver ante los cambios que está promoviendo el gobierno (poder ejecutivo y legislativo, en oposición al judicial) y que requieren de ese apoyo en términos políticos más que nada. Mas, ¿qué significa eso?

No es muy difícil plantearlo si tomamos en cuenta que la mayoría de la población en el país votamos el pasado primero de julio para repudiar virtualmente los años de neoliberalismo que habían agotado nuestra paciencia y nuestros bolsillos, pero, creo, no delineábamos entonces qué futuro era el qué queríamos ni mucho menos veíamos con claridad qué era lo que teníamos que hacer para concretarlo. Es decir, no vislumbrábamos que había que luchar para lograrlo. Quizás, de parte del gobierno ha faltado énfasis para convocarnos o quizá también ha sido la indiferencia de parte nuestra, del pueblo, lo que ha influido. Pero de que el factor pueblo no se hace presente aún con la fortaleza que debiera (quizá por la época de fiestas en que estamos o porque el gobierno no ha puesto énfasis en convocarnos) es algo evidente. Y eso hace falta para concretar el cambio que el país requiere.

Es decir, en términos políticos, el factor pueblo (masa y poder lo llama Canetti) es esencial para gobernar a la sociedad. Desde la Grecia clásica, el paso de la tiranía a la democracia estuvo marcado precisamente por el factor pueblo: no fue hasta que él, el pueblo, tomó la decisión de desplazar a sofistas y retóricos que sostenían a los señores de la tiranía que la democracia (todo el poder al pueblo) se pudo asentar plenamente en Grecia y el gobierno fue entonces un ejercicio ejecutado conjuntamente entre los ciudadanos y los políticos para así conducir a la polis, la ciudad, de una manera ordenada y justa. Cuando eso no sucede, sobre todo cuando el pueblo como fuerza gobernante está ausente, reina la polaridad de los ingresos (pobreza extrema y riqueza extrema) o reina el neofascismo como hoy en Holanda y Andalucía, que en lugar de la real politik le dan paso a un sentimentalismo religioso extremo, como el que se avizora va a predominar pronto en Brasil, y lo que es peor puede predominar en México si eventualmente se puede dar un cansancio en la espera de los cambios prometidos por la democracia popular encabezada por López Obrador.

¿Cómo es que surge ese sentimentalismo neonazi que cada vez se extiende más? Difícil explicarlo, desde luego, en un espacio tan corto, pero él tiene sus raíces en el consumo no basado en la producción sino en el manejo del capital financiero, el trabajo cognitivo y el capital recombinante (leer a Franco Berardi), una mezcla compleja de factores que anulan la fuerza de trabajo y todo, a partir de la escuela, lo reducen al consumo y cuando el gobierno no garantiza el consumo, las masas se tornan conservadoras y violentas, para las que el futuro ya no existe. Neonazismo puro.

Más vale trabajar políticamente, pronto, con las masas en este país, porque el neonazismo nos acecha. En serio.

*Profesor jubilado de la UPN

gomeboka@yahoo.com.mx

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