sábado, abril 20, 2024

ISEGORÍA: El presente y los errores del pasado

Sergio Gómez Montero*

Pienso en la primera lluvia:
su recuerdo aún debe permanecer
en los ladrillos de la casa donde nací
Özer: “Lluvias II”

¿Desde cuántos años atrás, para nosotros, habitantes de este país, el centralismo nos acompaña y poco a poco él se transformó en una de las cargas más pesadas que socialmente nos ha tocado arrastrar? No es éste, desde luego, un escrito académico que busque precisar razones, es sólo pequeña aventura escritural que plantea una hipótesis para tratar de explicarse el presente complejo que ahora se vive, porque, ¿qué si no la existencia de una ciudad que ilustra la excesiva y enfermiza centralización del país es lo que explica muchos de los males que hoy nos aquejan?

Si bien es cierto que a principios del XIX el centralismo fue vencido como tendencia política, la verdad es que él, como forma de vida, siguió predominando para ordenar el país, y desde entonces –y desde un poco antes– la paradigmática ciudad de México concentró de una manera alarmante a la vida pública nacional hasta hoy, de tal forma que la evolución del país, desde entonces, se entiende sólo a partir de lo que –en buena medida– en la ciudad mencionada sucede, pues es en ella en donde concentra buena parte de la economía, la burocracia y por eso ella consume gran parte de la obra pública del país. No es gratuito entonces, pues, que en ella sucedan las grandes catástrofes, que conmueven al país en su conjunto.

Y así, para buena o mala suerte, le ha tocado a los grupos políticos de oposición al neoliberalismo hacerse cargo durante 24 años ya de gobernar a la ciudad, opuestos por un lado al gobierno federal y por el otro haciéndole frente al caos que ella representa, sacando adelante los problemas, pero sin libertad plena, debe considerarse, para gobernar con plena libertad. Por el contrario, en particular en el terreno de la obra pública desde entonces hasta hoy predominan los mismos esquemas de actuación hegemónicos: ajustar los estándares de actuación todo lo que sea posible para que la ganancia no se vea afectada y tanto a empresarios como a burocracia les queden pingues ganancias. Esa es la ley que el centralismo capitalista impone.

El problema es sencillo, y de seguro los extranjeros que van a venir a investigarlo no lo verán en perspectiva. Primero, el país sigue sufriendo de un centralismo brutal al cual urge ponerle freno, descomprimiendo a la ciudad de México con procesos de despoblamiento acelerado, para que esa ciudad vuelva a vivir de nuevo en sana paz. De manera paralela la vida pública urge descentralizarla, incluyendo en ese proceso, en particular, a la obra pública, cuyos estándares de actuación deben de ser mucho más puros y honestos, sin que metan las manos de más ni empresarios ni burócratas.

Alguna lección, creo, nos debe dejar a los habitantes de este país los excesos que se cometieron con la construcción de la línea 12, fatídica, del Metro.

*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx

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