domingo, diciembre 8, 2024

ISEGORÍA: El país a destruir

Sergio Gómez Montero*

Queda decretado que los hombres están libres del yugo de la mentira.,

Nunca más será preciso usar la coraza del silencio ni la armadura de las palabras

T. de Mello: “Los estatutos del hombre”

 

Sé, por la historia, que construir un país no es cosa de una día para otro. Sé, por ejemplo, que si no se lee, nada se puede hacer, pues cómo se podrá entender sin leer, hoy, el ayer tan complejo que nos han heredado. Ese es un verdadero dilema muy difícil de dilucidar, pues cómo entender que desde 500 años atrás en este país a unos pocos les ha tocado acumular, mientras que a las mayorías de los pueblos originarios (y a los pobres en general desde entonces) hemos tenido que aportar nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir y que es así como este país se ha construido. Menuda tarea, pues, construir otro a partir de éste.

En el viejo Distrito Federal, un día sí y el otro también, se seguirán cayendo edificios si tomamos en cuenta que, en el sexenio que termina, en cada esquina de la colonia situada entre Calzada de Tlalpan y División del Norte veíamos aparecer, un día sí y el otro también, edificios nuevos que intensificaban el tráfico urbano, reducían a cero las áreas verdes, ahuyentaban los pájaros, agotaban casi la disponibilidad de agua y fracturaban brutalmente las reglas de convivencia humana (en cada esquina te asaltan, mientras te amenazan con cuchillo o pistola y en las calles desmantelan tu carro). ¿Construir qué a partir de ahí? ¿A partir de ahí en Tuxtla Gutiérrez o Ciudad Juárez, Guadalajara o Mérida, Puebla o Monterrey; a partir de ahí sí, todo el país es una mierda dado su crecimiento desordenado, su pobreza generalizada, su inseguridad pública creciente, la extensión imparable del crimen organizado (que como miscelánea ofrece de todo: droga, alcohol, prostitución, tráfico de infantes, venta de órganos, etc.)? De ahí que hoy surja una y otra vez la urgencia de la pregunta: ¿y a partir de cuándo el nuevo gobierno comenzará a construir otro país (el país por el que votaron las mayorías), si, hasta hoy, quienes se perfilan como constructores de ese otro país son quienes construyeron al país (Plaza Artz) que no queremos? Extraña, incomprensible paradoja la verdad.

¿Cómo entonces construir otro país, uno se debe preguntar, si son tan inmensas las dificultades que enfrentarán quienes quieren hoy construirlo? ¿Podrán contra la historia que los antecede (llena de violencia en contra de los pobres: más de la mitad de la población) si su consigna principal es quietud y paz? ¿Hubo acaso quietud y paz los 500 años que nos antecedieron; cómo fue que el país llegó a una pobreza tan extrema? Establezco así, desde la izquierda social de este país, con Thiago de Mello –valga o no valga lo que digo–, mientras el nuevo gobierno construye el nuevo país, lo siguiente: “Queda prohibido el uso de la palabra libertad, la cual será/suprimida de/los diccionarios y del pantano engañoso de las bocas. A partir de/ este instante, la libertad será algo vivo y transparente, como un fuego o un/río, o como la semilla del trigo y su morada será siempre el corazón del hombre”.

Sí, difícil pues escribir la historia para cambiarla. Más difícil hacerla para que ya no sea.

*Profesor jubilado

gomeboka@yahoo.com.mx

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