Sergio Gómez Montero*
En memoria de Marcelino Perelló, luchador toda su vida
Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.
Algunos, los más jóvenes, lo negaron después
- González Tuñón: “El poeta que murió al amanecer”
Me costó trabajo encontrar el título de esta nota. Las ideas bullían desde tiempo atrás, alimentadas sobre todo por los viajes frecuentes emprendidos y las pláticas interminables de parientes y conocidos por todo el territorio nacional: “¿Y la autoridad dónde está?”, era la pregunta que más se repetía en la cotidianidad en la que me muevo. Pero, me pregunto ahora que escribo, ¿es sólo inexistencia de autoridad o es una cuestión más compleja? Evidentemente, para mí, la cuestión rondaba en torno al famoso Estado fallido que, como concepto, se refiere sólo a la existencia de algo que no está cumpliendo sus funciones, pero que en el caso del país, hoy, desde 2012, se comenzó a configurar como, sí, inexistencia de autoridad, pero, también, como incapacidad para ejercer esa autoridad por causas muy diversas, desde fraude electoral para posesionarse del poder, hasta manifiesta insuficiencia de conocimientos (particularmente políticos) por parte de un Ejecutivo (del Poder todo) que, desde un inicio, fue rebasado por sus circunstancias.
Es decir, el poder en México (concretado en Estado) desde 2012 a la fecha nació roto, quebrado. ¿Cómo entonces esperar de él que ejerza la autoridad?
Porque si bien es cierto que hoy en México el Estado está roto, quebrado, lo peor es que el país también se debate en una crisis de autoridad sensible que básicamente ha producido un estado de inseguridad creciente cuyo signo es sobre todo el crimen organizado, pero que cotidianamente se manifiesta en robo domiciliario, inseguridad en carreteras, corrupción en escalas diferentes, desaparición de personas, la prostitución y el tráfico de personas en múltiples escalas, el huachicoleo en todas partes del país o el cúmulo de crímenes aparejados al narcomenudeo. Esa aparentemente pequeña escala del crimen se torna mayúscula cuando se tiene la sensación de que la autoridad no actúa o bien que lo que predomina es la impunidad y por eso, entonces, la cantaleta se vuelve un rezo más complejo que clama una y otra vez, chillona y machaconamente: “el Estado está roto, quebrado”.
Porque, ojo, la sensación que se tiene es que si hoy el Estado no puede ejercer la autoridad (está roto, quebrado, casi inexistente) en cuestiones cotidianas, menos la va a ejercer al momento de transitar de una etapa a otra en la toma del poder, dada hoy su pequeñez y sus capacidades disminuidas, lo que augura que el próximo sábado, por ejemplo, en la asamblea del PRI van a brotar rayos y centellas en lo que ya se adivina como la imposición de Meade Kuribreña como candidato oficial del partido para así darle continuidad a un sistema sometido al capitalismo cuya preocupación central es sólo seguir propiciando una acumulación salvaje que genera una polarización de la riqueza creciente.
Pero eso sucede, quizá, porque se considera que hasta hoy el Estado no está suficientemente roto, quebrado, sino que virtualmente hay que hacerlo añicos.
¡Allá los priistas!
*Profesor jubilado
gomeboka@yahoo.com.mx