Sergio Gómez Montero*
Pero, ¿qué puede hacer esta sangre
sin coraje ni color?
¿Qué puede hacer si tan sólo quiere
humedecer la laja del tiempo?
M. Matus: “Octubre”
No es nada fácil dialogar desde el poder. Desde el yo soy yo y ustedes los otros. .Por ejemplo, hay un primer problema de niveles, que comienzan desde el yo (el dialogar con uno mismo), hasta el dialogar con el otro y con el muchos (las masas), lo que implica, precisamente, un diálogo que conlleva desde el qué me digo a mí mismo, hasta qué le digo a los otros, que comienza en el singular (el otro) y termina en las masas (la lógica del discurso), y de ahí, claro, uno se entera con facilidad de las dificultades que conlleva la gobernanza. ¿Tenemos alguna idea cercana de ello si tomamos en consideración, diría otra vez Platón, las dificultades del dialogar? A partir pues del diálogo, la gobernanza se convierte en una tarea muy difícil de llevar a cabo, que necesita todo tipo de esfuerzos para concretarse, más aún si como hoy sucede en México dos son quienes gobiernan: uno con un idioma (abiertamente de derecha, EPN) y el otro con un idioma indeciso, que a ratos suena de izquierda pero que a ratos también suena a derecha y peor aún, sin que le toque aún la hora de entrar en funciones: gobernar sin gobernanza y por ende sin saber con quién dialogar.
De algo, pues, que uno se ha enterado por estos días mal que bien es que la gobernanza (entendida como las reglas para gobernar) tiene que ver con las dificultades de diversa naturaleza que inician con el dominio de los otros para bien de ellos y que eso, para que se concrete, implica conocerse primero a sí mismo y luego tratar de conocer a los demás para operar al servicio de ellos, lo cual en sí mismo es ya un bien. Pero ese bien no se concreta si no cumplimos con todas las reglas de la gobernanza y del gobierno, una de las cuales, para los griegos, era hablar con la verdad (isegoría), una de las reglas imprescindibles para gobernar adecuadamente, y el problema es que concretar esa regla no es nada fácil, ello implica sacrificios primero para quien va a gobernar pero también para quien va a ser gobernado, pues sólo estableciendo un diálogo fluido y basado en la verdad puede gobernarse con una gobernanza sólida, es decir de uno y del otro lado se debe de actuar con buena voluntad. O lo que es lo mismo, gobernar conlleva dificultades tanto para gobernante como para gobernado.
No seguir las reglas de la gobernanza hasta hoy en México los últimos seis años y particularmente los tres meses últimos, por parte de los dos gobernantes que ha tenido el país, ha llevado a que el gobierno se realice con dificultad entre nosotros y a que nos preguntemos si no hubiera sido más sencillo gobernar con las reglas tradicionales de la gobernanza. ¿No hubiera sido así más sencillo el diálogo para resolver los problemas que hoy particularmente agobian al gobierno electo del país?
Bueno, es un decir, sólo un decir.
*Profesor jubilado de la UPN
gomeboka@yahoo.com.mx