jueves, abril 18, 2024

ISEGORÍA: Democracia: un juego sin sentido

Sergio Gómez Montero*

Yo les quería platicar
que ahora vivo en las catacumbas
y que estoy decidido a matar el hambre que nos mata

L. Rugama: “Saquen a todos los esqueletos”

 

En memoria del camarada Manlio Tirado, con quien compartí

experiencias múltiples

 

El juego de las palabras es por lo común muy amplio, no sólo si se toman en consideración los vocablos reconocidos por la RAE sobre ella, sino la manera en que ese número de vocablos se multiplica una vez que se toman en consideración todas aquellas palabras de uso común que multiplican su significado según el sujeto que las usa, en dónde las usa y para qué las usa. Volviéndose así el número de palabras que la nombran virtualmente infinito. Pero, ¿para qué viene a cuento este prolegómeno para la nota de hoy? Una excusa sólo para platicar un poco sobre la manera en que actualmente el vocablo democracia ha perdido significado particularmente en la actualidad, porque ella se queda sólo en palabras y no aterriza en realidad.

Véase, por ejemplo, hoy, el caso de la Auditoría Superior de la Federación, la que hasta hace poco (con Juan Manuel Portal) sin bien era un organismo sin dientes (sus investigaciones –que demostraban con datos irrefutables las dimensiones increíbles de la corrupción del gobierno del país– no pasaban más allá de las recomendaciones), de pronto, cuando hace aproximadamente un mes nombran a David Colmenares Páramo nuevo directivo del organismo cambia radicalmente su esquema, se reestructura y deja fuera a los auditores anteriores y ella, la ASF, deja como por arte de magia de ejercer sus funciones anteriores de denuncia y, como nada, hay que anunciar, ¡oh, magia!, que la nueva Fiscalía Anticorrupción que aún no entra en funciones se queda virtualmente sin nada que hacer, pues nada hay que perseguir en términos de corrupción. ¡Bonito chiste, la verdad!

Y así, por eso en este país (y en todas las democracias burguesas) la democracia es una palabra sin sentido, porque ella se frustra cuando trata de indagar el funcionamiento de las cuestiones políticas (los acuerdos, las concertaciones, los toma y daca partidarios, el manejo siempre fraudulento de lo electoral) y económicas (distribución del ingreso, acumulación del capital, riqueza y pobreza a nivel de calle), ella, la democracia allí, pierde sentido, uno no la entiende porque se desvanece y se vuelve una palabra oscura, tendenciosa, que se diluye siempre en discursos de promesas falsa y buenos deseos que nunca aterrizan en realidades concretas, Por eso, por ejemplo, todos los involucrados en la política hoy (Yeidckol, Manlio, Ebrard, todos) debieran aclarar si es ficción o no los acuerdos que se están dando entre fuerzas radicalmente contrarias para que el país marche sin movimientos sociales demasiado turbulentos los días finales de campaña, al margen de que ya hoy la turbulencia nos conmueve con los crímenes políticos que no cesan y que se mueven peligrosamente entre los campos de la política y el narcotráfico, dos campos que al interior de la democracia, de la verdadera democracia, no debieran de coexistir.

¡Ah, nuestra triste democracia sin sentido!

*Profesor jubilado

gomeboka@yahoo.com.mx

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