miércoles, abril 24, 2024

ISEGORÍA: ¿Cómo nace un nuevo país?

Sergio Gómez Montero*

Juntos debemos estar en este mare magnum.
Mi pueblo no duerme.
Mi pueblo está en armas

E. Astrada: “Poema”

 

En memoria de Ramón

 

(De la mesa de jubilados y viejos comenzamos a faltar: se fue Ramón el lunes; ya no está entre nosotros departiendo el café hoy o el desayuno ayer. Nos harás falta, camarada).

No, no estamos al principio del XIX, cuando nacen la mayoría de nuestros países iberoamericanos, sino en una etapa en la cual surgen y se hunden esos mismos países agitados por las aguas tormentosas del capitalismo. Unos se desprenden y luego retornan al neoliberalismo nazifascista más absurdo (Brasil), en tanto que otros, el México lopezobradorista, con titubeos busca construir una democracia popular que a veces tambalea, pero no tarda en levantarse. Si históricamente nos pusiéramos estrictos, se pudiera decir que el país nace cada que hay una revolución, y que en ese caso México ha nacido en la Independencia (Cádiz), en 1857 con los liberales y, hasta hoy, 1917 con lo que denominamos revolución mexicana, con su nacionalpopulismo. ¿Estamos naciendo de nuevo como país? Es difícil precisarlo porque, hasta ahorita, no hay revolución de por medio; hay, sí, estertores diversos de carácter social que no llegan a revolución, pero que, con eso, están conmoviendo las estructuras sociales que por más de 90 años se han venido levantando (precisamente desde después de 1920) en el país.

¿Tiempos de revolución? Insisto, nadie lo sabemos aún (mejor no asustar con el petate del muerto). Lo que sí, es que se vive una etapa álgida de transición hacia nuevos tiempos que, hasta ahora, no terminan de definirse, pues ellos pertenecen a una modernidad en donde, como afirma Berardi (Bifo), hasta nuevas clases sociales surgen (el cognitariado) que vienen a suplir, parcialmente, al proletariado, que se mantiene aún como clase opositora primordial de la burguesía. En ese desorden social, pues, es difícil construir un nuevo país que se oponga, a nivel nacional, a las fuerzas reaccionarias necias en seguir impulsando las tendencias más negativas del neoliberalismo (¿o no, Gustavo de Hoyos Walther?) Metido en ese dilema hoy, el gobierno de López Obrador no logra estabilizarse (¿será que no es aún la hora) y tiene, por tanto, que dar la batalla con enemigos de toda especie dentro y fuera de casa, pues dentro y fuera de casa tiene opositores. Dentro, Morena y sus colaboradores pelean por los huesos a todo lo que dan. Fuera, hacerle frente a los neoliberales no es nada sencillo. Entonces, ¿cómo gobernar?

Si gobernar es extender la guerra en otro sentido, eso obliga siempre, en otro sentido, a no olvidar las lecciones de El arte de la guerra de Sun Tzu en aquello que se refiere, sobre todo, a tiempos y movimientos, a táctica y estrategia, o sea a ser lo más hábil posible en la dirección de contingentes, y que el arte de la guerra de guerrillas enseña a la perfección. Luchar con todo y para todo conduce precisamente a construir un nuevo país, un país otro que ponga a la vanguardia a los sectores tradicionalmente desplazados en el antiguo país: los pobres.

Ah, viejas lecciones, viejos maestros aún no aprendidos.

*Profesor jubilado de la UPN

gomeboka@yahoo.com.mx

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