martes, abril 23, 2024

ISEGORÍA: Cambios de la imagen presidencial

Sergio Gómez Montero*
detén la voz del mar, de la paloma:
emociona la noche de los sueños
M. Hernández: “El tren de los heridos”

Desde luego, creo, la tarea desgasta cotidianamente en grado sumo. Gobernar un país como este, en circunstancias tan complejas como las actuales, no ha de ser nada fácil. Todo lo contrario, lo demuestra lo intensamente canoso del pelo o la cara envejecida por las arrugas (arrugas también causadas, en este caso, por los hijos), el paso cansino y ceremonial. A cambio de esos cambios físicos de la imagen, aparece hoy un Presidente muy posesionado de su puesto; con habilidad que pareciera mostrarse innata para manejar sus tareas, hábil para dialogar con quien se lo reclame: de Trump al intempestivo Alfaro de Jalisco. ¿Será que el puesto impone reglas y comportamientos que nadie puede pasar por alto? Desde que recuerdo –el sexenio de Ruiz Cortines– así ha sido: la imagen inicial de lis personajes, a los dos años se transforma y comienza a adoptar la seriedad del cargo, invariablemente, por más diferentes que sean los personajes y diferentes, por ende, sus imágenes iniciales.

Eso, hoy, es en particular sensible porque la imagen del Peje –el líder rebelde que siempre fue– se ha venido transformando de manera paulatina hasta tornarse la imagen serena y tranquila que hoy es como Presidente del país, por más rodeado de tormentas que se vea, como hoy, cuando los pleitos entre los miembros de su gabinete –Romo y Villalobos contra Toledo, secretario del Medio Ambiente– afloran y parecen conmover a toda la administración pública, que de nuevo se vuelve a preguntar: ¿y finalmente hacia dónde caminamos? Renace, pues, un problema que aquí se ha señalado en otras ocasiones: la estrategia del actual gobierno es difusa y por tanto indecisa, centrada mucho en lo que cada mañana se dice en las conferencias de prensa y muy poco en un plan de gobierno que configure el quehacer público con el rigor con que éste se debe llevar a cabo, y de allí las veleidades, los cambios de rumbo, el no saber –no lo saben los funcionarios públicos-hacia dónde se va, y por eso unos tiran hacia un lado, mientras los otros lo hacen hacia otro lado totalmente diferente. ¿Será que así es como se va configurando la imagen del Presidente de la República: conciliando entre las fuerzas que inciden en el gobierno?

Como sea, pero hoy, entre más se avance en el gobierno y por ende, entre más se manifiesten las contradicciones, se hace necesario definir con mayor precisión hacia dónde se camina, pues recomponer el país destruido que dejaron los gobiernos neoliberales –peor, con mucho, que la explosión de Beirut– requiere que se actúe sin titubeos con objeto de alcanzar las finalidades que exigen las mayorías desprotegidas del país.
Tienen razón, sin duda, los expertos, quienes ven con temor el futuro –signado por los negros presagios de la pandemia–: el tiempo nos ganó: si no hacemos hoy lo que íbamos a hacer mañana, ya nunca lo vamos a hacer. Así estamos viviendo. Ni modo.

*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx

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