viernes, abril 19, 2024

ISEGORÍA: América Latina: una nueva democracia

Sergio Gómez Montero*
vaso del agua mansa
sutura iluminada en las persianas:
todo parece un tango
T. Kamenszain: “Poema”
Reinicio hoy mis colaboraciones en este medio, fundamentalmente porque la escritura periodística es parte de mi vida desde mucho tiempo atrás (no tiene caso poner años, decir sólo eso: desde mucho tiempo atrás). Espero aguantar (y me aguanten) un tiempo largo todavía.
¿Por qué una nueva democracia; desde cuándo se construye ella, entre los pueblos de nuestra América? No tiene mucho tiempo que ese proceso se inició. Desde Lula y Correa quizá, y ha tenido desde entonces sus altibajos hasta llegar a hoy y la Cumbre de una Celac –que desde 2010, año de su fundación, ha sido un mecanismo tibio que ni chicha ni limonada- se puede tornar, extrañamente, en el mecanismo intergubernamental que consolide los afanes actuales de unos pueblos que desde Simón Bolívar buscan ansiosos un actuar conjunto que les dé una identidad política propia y sobre todo autónoma e independiente para encauzar sus afanes comunes reivindicatorios, sin que se entrometa para nada una doctrina Monroe basada en los principios de la zanahoria y el garrote sin contemplaciones. En eso consistiría precisamente la nueva democracia latinoamericana a la que hoy, vía la Celac, se ha invitado a los diversos gobiernos de la región ha participar, trazando objetivos muy concretos y específicos –aunque sencillos aún– que permitan ubicar a nuestros pueblos, entendidos como región, en lo que hoy se está definiendo ya como nuevo orden mundial.
Tarea en efecto nada sencilla. Por el contrario, cargada de dificultades como se pudo notar desde el momento de la convocatoria a la reunión, pues se sabía de antemano que ello implicaba una nueva convivencia regional, en principio, ya no convocada ni regida por la férula del gobierno del Tío Sam, al que en principio no se le invitó porque se consideraba que su presencia sería tóxica, pero la que, al final de cuentas, para un tiempo futuro se le incluiría, junto con Canadá, a formar un verdadero pacto, igualitario, continental.
Así pues, uno de los puntos relevantes de la reunión de la Celac fue el de ir, poco a poco, dejando atrás la idea de la falsa democracia vinculada a un liberalismo decimonónico que era tan laxa que más de una vez permitió la intervención directa o indirecta del gobierno de Estados Unidos para derribar a aquellos gobiernos latinoamericanos que el imperio estadounidense consideraba un peligro para la región, cuestión que hoy no ha podido llevar a la práctica ni en Cuba ni en Venezuela ni, aunque quisiera, hoy en México. Por el contrario, también poco a poco, son cada vez más los gobiernos de la región que optan por mantener su autonomía e independencia para dirigir su vida institucional, protegidos por la validez de los votos ciudadanos que les permitieron el triunfo electoral.
Nuevos tiempos y nuevas eras se construyen hoy en una América Latina –cada vez más bolivariana–, que está dispuesta así a instalarse en los nuevos tiempos mundiales que se registran ya y vertiginosamente se avecinan.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx

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