Sergio Gómez Montero*
Ni el unicornio ni el dragón
ni el hipocampo están en la naturaleza …
Para beneplácito de mis amigos
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Gumucio Dagron: “Zoo fantástico”
La economía moral, base de la 4T, está definida –no a la corrupción, no a la impunidad–, pero sus frutos se niegan a caer del árbol, como si, negándose a las leyes de la gravedad, estuvieran detenidos en el vacío, a medio camino. Así, es cierto, quienes no tienen dudas de lo que va a pasar son los enemigos de MLO para quienes es claro que el camino hoy trazado para gobernar ya no seguirá favoreciendo, como antes, las ventajas que para ellos representaba negociar en el libre mercado que les daba todas las ventajas y les permitía acumular enormes cantidades de dinero a través, precisamente, de la corrupción y la impunidad. Y es cierto, suspender a éstas está bien; pero eso es sólo la mitad del camino para llegar a Roma, pues así no hay castigo para los culpables, la economía moral queda en pura ficción, como bien lo señalaron en su tiempo Sócrates, San Agustín y Kierkegard, tan sólo por mencionar a algunos.
Y no es gratuita la mención anterior, ya que el dilema moral de la nueva vida (o nueva economía) tiene como fundamento no sólo lo que se hará a futuro, sino que conlleva, también, revisar el pasado para castigar a todos aquellos que en ese tiempo, aprovechándose de sus cargos públicos o privados, cometieron todo tipo de desmanes y tropelías y dejaron al 77% de la población en la pobreza y polarizaron la situación económica del país de una manera brutal (revísese el coeficiente de Ginni). Eso, evidentemente, merece castigo, que hasta hoy no se ve, pues a muchos a quienes se les han comprobado delitos siguen libres y sonrientes hasta ahora: Medina Mora, Lozoya, Romero Deschamps, Peña Nieto y, recién, del Mazo, sólo por mencionar algunos, Eso, pues, no es sólo un asunto de ética y deontología, sino son delitos concretos que merecen castigo, el que, al no aplicarse, hace que la economía moral se quede a medio camino, trunca, y sus principios no terminen de cumplirse.
En términos de gobierno, hay tiempo suficiente para castigar a quienes delinquieron. Pero, si ya están identificados y sus delitos configurados, ¿qué se espera para castigarlos; es que acaso el fiscal no puede actuar con esos elementos probatorios o será acaso que una autoridad superior es la que no quiere actuar? Quedarse, pues, a medio camino es, además peligrosos, inconveniente, pues generalmente la protección en el camino se concentra al principio o al final de él. Eso lo sabe cualquier peregrino. No tiene caso exponerse dando sólo unos pasos para alejarse del principio y no llegar al fin.
Jugar a gobernar no es, de ninguna manera, una tarea sencilla. En ello, van muchas cosas de por medio. . Y por lo común uno debe hacer todo lo posible por cumplir con la tarea. Por eso, hoy, el fracaso de gran parte de los gobiernos contemporáneos es el incumplimiento de sus tareas, el llegar sólo a mitad o menos del camino propuesto. Los gobiernos que no cumplen son frustrantes, nadie se siente satisfecho con ellos. ¿Por qué no se les pregunta a los gobernados ellos qué opinan del castigo: se debe aplicar éste o no; debe prevalecer el perdón a toda costa? Aunque sea vía consulta popular que se les pregunte valdría la pena.
*Profesor jubilado de la UPN
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