ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
El destino ya alcanzó al sistema político mexicano. La historia empieza donde acaba, la culebra se mordió la cola y la causación circular acumulativa del capitalismo primario en perjuicio de los más pobres, augurada por casi todos los premios Nobel modernos, es un hecho consumado.
Cada día que pasa el hambre crónica de las mayorías avanza más, y la malnutrición extrema extermina por distintas razones decenas de personas por hora. La inanición disfrazada frena el desarrollo, socava las fuerzas, envilece al sistema y paraliza su aparato inmunológico. Tres de cuatro mexicanos padecen hambre. Un recién nacido tiene menos expectativas de vida hoy que antes de que se entronizara el neoliberalismo salvaje.
Es el entorno del despotismo, distanciado del progreso, lo que ha producido el aumento vertiginoso de las tasas de desempleo y los encarecimientos de precios, más el galope constante de los insumos productivos en el campo y en la ciudad, más la estrechez imparable de los canales financieros para cualquier iniciativa.
Era necesaria la uniformidad de criterios para enfrentar la crisis gubernamental y el confinamiento de la pandemia. De ella dependía que esquiváramos en conjunto el derrotero de la regresión económica hacia la agudización del desastre anunciado.
Que otros hagan la tarea. Ellos, en la campaña política del desgarre
Pero no fue así. El sistema se aferró al capricho reeleccionista, aparentemente la solución sencilla, que resultó la puerta falsa: si no podemos, dijeron, entreguemos todo, que alguien lo venga a hacer en lugar de nosotros. Así ya no tendremos que preocuparnos y nos dedicaremos a procurar la eternidad en el cargo.
El dinero que podríamos tener en el cochinito, después de todos los subejercicios y exacciones de los programas esenciales, estarán en buenas manos, las que necesitemos para votar. Que otros se ocupen de lo demás, nosotros vamos a enfocarnos a seguir en el retintín demagógico, en las amenazas a troche y moche, en los discursos baratos para nuestros fanáticos… en la campaña política del desgarre.
El regreso del capitalismo salvaje y el abandono del Estado no es tan malo, a menos que se busque algo peor, letal por necesidad. En la división actual del poder entre los cien millones que no comen y los que no duermen por temor a la venganza, triunfaron estos últimos. Ganaron los mismos que provocaron la miseria general.
Atenta directamente contra de los más pobres, los que no comen
En México, para hablar de la historia que termina donde empieza, los triunfos del liberalismo individual y del mercantilismo rampante destruyen siempre la organización agropecuaria tradicional, provocan pavorosas inflaciones y un fenómeno muy conocido de colonialismo interno, de sojuzgamiento entre paisanos. No augura nada bueno.
El logro de la modernización a cualquier precio atiza la distribución crecientemente desigual de la riqueza nacional, medida en términos sectoriales, geográficos, regionales y de clases. La inversión, reinversión y financiamiento para el empleo, está fuera de los controles del aparato modito Tepetitán.
Las cargas de la deuda contraída a nuestras espaldas, las injustas políticas metropolitanas de los centros más poblados, los disturbios civiles por inconformidad, la masacre de la delincuencia organizada, protegida desde Palacio Nacional y los conflictos violentos que genera, más la desertificación…
… la pandemia enquistada por incompetencia y las enfermedades imposibles de enfrentar con recursos dedicados a lo electoral, recetan un peligroso coctel que atenta directamente contra los más pobres, los que no comen. Engorda los bolsillos de los que no pueden dormir, por el miedo y la angustia de ser asaltados por los primeros.
Y después, ¿qué? ¿Habrá Nación después de este desmadre?
No podemos ni debemos tener al frente de la Nación a un caporal necio y perdido, habilitado además para aumentar las molestias y la irritación pública, remover todo obstáculo a las actividades del narcotráfico, encubrir todas las masacres que se cometen en nombre de la defensa de los intereses ajenos, para que no quede duda de que aquí tienen un protectorado dispuesto a matar para defender al dólar.
Un auténtico traidor a las causas nacionales, sin cruda moral ni tapujos, formado en la farsa del populacho estudiantil para agacharse ante la mínima solicitud de los poderosos, y sin ella. Dispuesto a todo, con tal de conservar su libertad personal, sus privilegios y su descarada ambición. Es una carga demasiado pesada.
El remedio no puede ser otro que lo contrario a lo que sujetos como éste han representado para la suerte del país. Por eso ya nadie se espanta cuando se le dice que se necesita revisar lo entregado, e imponer otro estilo de gobierno y de vida para luchar en serio contra la injusticia, el hambre y la miseria. Nadie quiere seguir encadenado a esta locura.
Es un imperativo nacional. No lo escucha sólo el enajenado que no lo quiere oír. La pregunta obligada es si quedará algo para después, si podrá hacerse política después de este desmadre, si la Nación podrá sobrevivir, o siquiera volver a vivir.
¿Quién podrá ofrecer esperanza, si la poca que se tenía se agotó?
Si ya se despreció y burló el sentido del voto popular, si la gente vio que sólo cambiaron los personajes administrativos, pero no el sistema, ni el régimen, ni el presidencialismo jalado a límites verdaderamente obscenos, si no se va a cumplir ningún compromiso de justicia personal o social, distribución, democracia, planeación, rostro internacional frente a los sátrapas, ¿qué es lo que se ofrece?
¿Quién podrá recuperar el ánimo del país para seguir acudiendo a las urnas? ¿Quién podrá ofrecer esperanza, si la poca que se tenía ya ha sido agotada, vaciada de contenido, aniquilada por quien decía haber llegado para separar el poder político del poder económico, para instaurar la honestidad valiente?
Lo primero que tendremos que hacer es amarrarle las manos
La culebra se mordió la cola, y la causa de las peores desgracias se va con este sujeto que jamás mereció haber recibido la confianza y menos el voto popular, el que haya sido. Lo primero que hay que hacer es amarrarle las manos, parar la destrucción con su mayoría inflada en las Cámaras.
Unidos, sociedad civil y gobierno, recuperar la interlocución, sembrar los puntos de acuerdo, generar la confianza necesaria para hacer que regrese la inversión productiva a las actividades agropecuarias, mercantiles, industriales y de servicios.
Detener el avance del hambre a como dé lugar. Restaurar el sistema de la sensatez, la lógica, la intuición y la buena fe. No hay de otra, si queremos el futuro nuestro y de nuestros descendientes.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, dio carta abierta para que candidatos y partidos políticos lo denuncien ante organismos como la Organización de los Estados Americanos (OEA) o de las Naciones Unidas (ONU). Aseguró que en México hay “nada que esconder, ni avergonzarse”. “Si se quiere ir a la OEA, a la ONU, a cualquier organismo internacional desde luego que todos podemos hacerlo y no tenemos nada en México qué esconder, ni nada de qué avergonzarnos”. López Obrador aseguró que las denuncias ante OEA, por supuesta injerencia en las elecciones intermedias, forman parte de la “efervescencia política” común durante los comicios e hizo un llamado a que los mexicanos procuren que sea un proceso libre.
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