viernes, diciembre 13, 2024

ÍNDICE POLÍTICO

FRANCISCO RODRÍGUEZ

* ¿Un neurocirujano para AMLO? * ¿Microinfartos cerebrales? * Ni broma, ni mala leche

Este día, todos los días,
te extraño mucho mi amada Sú

El asunto que hoy voy a tratar con usted es quizá uno de los más serios y delicados que me ha tocado reportar a lo largo de mis ya casi 45 años de carrera profesional.
Habrá quien lo tome a broma. Otros me atacarán, incluso, porque creerán que lo hago “de mala leche”.
Tampoco es para defender al individuo que vive y despacha con todos los lujos y comodidades a los que cualquier humano puede y debe aspirar.
Se trata simplemente de alertar sobre lo que pudiese ser una tragedia que acarrearía muy graves consecuencias –¡sí, todavía más!– no sólo al gobierno sino a toda la sociedad en general.
Y es que, a través de imágenes y de comentarios de especialistas, todo pareciera indicar que el señor Andrés Manuel López Obrador es víctima de microinfartos cerebrales que, más temprano que tarde, pudieran derivar en su incapacidad ya no sólo para dizque gobernar como lo ha estado haciendo hasta la fecha, también para su movilidad y, entre muchas otras más, para pensar y expresarse coherentemente.
Tómelo usted en serio, estimado lector.
De igual manera, con seriedad, deberían estar ya trabajando en las que pudieran ser las terapias de rehabilitación los médicos militares encargados a últimas fechas de vigilar y atender su salud.

Las señales de advertencia

Un prestigiado geriatra, cuyo nombre y ubicación me reservo por razones más que obvias, envió a un par de pacientes con quienes mantiene una relación profesional de larga data, una imagen del señor López Obrador extraída de lo que probablemente haya sido uno de los muchos videos a través de los cuales se comunica con su clientela, fans y seguidores.
Y adjunto un comentario escalofriante:
“Por lo menos dos signos inequívocos de la presencia de microinfartos cerebrales…
“… la mano derecha en posición de garra y…
“… las pupilas no están alineadas simétricamente.”
Acudí a la opinión de un neurólogo con la misma imagen.
Coincidió con el experto geriatra, pero además añadió otro par de datos luego de mostrarme otra fotografía que a él le llegó vía redes sociales:
“Párpados caídos y, además, como dice el Tweet que me enseñaba, “su alineación de pupilas denota que el cerebro no está OK por daño o exceso de medicamentos”.
El otro dato inquietante: sus mejillas tampoco conservan la simetría. Una está más caída que la otra.
Dos opiniones. Y fui por la tercera para saber si las señales se originan por las medicinas o bien son producto de microinfartos cerebrales.
“Una no excluye a la otra”, respondió rápidamente un experimentado cardiólogo de un hospital de CDMX reconocido a nivel mundial en la en la prestación de sus servicios.
Este tercer galeno me recomendó que diera un vistazo a la página de una de sus aseguradoras de confianza para entender mejor el padecimiento.
Otros síntomas que cualquiera puede advertir son como arrastra los pies al caminar y, por supuesto, como él lo ha dicho en varias ocasiones, es hipertenso.

La demencia vascular

Así, igual como este apartado, se titula el documento recomendado, mismo que señala, textual:
“La demencia implica un deterioro de la función cerebral que afecta a la memoria, el lenguaje, el comportamiento y la función cognitiva en general. En el caso de la denominada demencia vascular, este cuadro clínico se produce como consecuencia de una sucesión de pequeños infartos cerebrales (ictus) que generalmente no producen síntomas y pasan desapercibidos (aunque no siempre es así), pero que causan lesiones cerebrales que tienen un efecto acumulativo y que acaban por afectar a la función cognitiva.
“La demencia vascular es la segunda causa más importante de demencia, después de la enfermedad de Alzheimer, en personas de más de 65 años y afecta más a hombres que a mujeres.”
Pero ¿qué es lo que provoca la presencia de microinfartos cerebrales?
La respuesta es que “los accidentes cerebrales causan una interrupción del riesgo sanguíneo de la zona del cerebro en que se produce, de tal modo, que si se prolonga más de lo debido, la falta de aporte de oxígeno puede ocasionar la muerte de las células cerebrales afectadas.
“Los microinfartos cerebrales afectan a pequeñas zonas, pero las lesiones acaban teniendo un efecto sumatorio y acaban por aparecer en mayor menor grado los síntomas propios de la demencia vascular. Hay que señalar, por tanto, que los infartos que sí producen síntomas (parálisis, parcial, pérdida de sensibilidad, dificultades del habla, etc.) también pueden contribuir a la aparición de una demencia vascular.
“Al igual que para todas las enfermedades cardiovasculares existen una serie de factores de riesgo que predisponen a sufrir demencia vascular: diabetes, hipertensión arterial, tabaquismo, obesidad, hipercolesterolemia, arterioesclerosis, etc.”

Los indicios son progresivos

Los indicios aparecen gradualmente en la medida en que se van produciendo los microinfartos cerebrales:
Primero, “dificultad a la hora de recordar nombres de personas y objetos familiares; problemas para realizar tareas que antes resultaban sencillas; deterioro del sentido de la orientación que lleva a perderse en rutas habituales; extraviar cosas; perder el interés por cosas que antes le entusiasmaban; alteraciones del comportamiento, y pérdida de habilidades sociales.”
Y a medida que hay más microinfartos, los síntomas anteriores no “sólo se hacen más evidentes, sino que se agravan e interfieren en las capacidades del paciente incluso para cuidarse: olvidar cosas que acaban de ocurrir (memoria inmediata); alteración de los patrones de sueño; problemas para realizar tareas básicas (comer, lavarse, etc.); delirios y alucinaciones sensitivas; depresión; agresividad; no saber reconocer el peligro; problemas de lenguaje (oraciones confusas, pronunciación incorrecta, etc.).”
¡Lo peor es que incurable! ¡No hay marcha atrás!
Y ya para terminar este texto, le recomiendo que usted también consulte a un médico que pueda confirmarle y/o quizá desmentir lo aquí expuesto.
Al señor López Obrador que le baje al estrés. Que tome sus ansiolíticos. Que cuide su dieta. Que deje de comer en fondas caldos grasosos y antojitos con mucho aceite. ¡Bájele, pues!
¿Ahora entiende usted amigo lector los avances en el comportamiento locuaz, agresivo, belicoso, disruptivo, de nuestro inquilino en Palacio Nacional?
Ojalá la ciencia médica lo ayude, porque así también nos ayuda a nosotros.
¿No cree usted?

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