sábado, abril 20, 2024

Indeciso, Alejandro III debía optar entre aislamiento o modernización

Luis Alberto García / Jabárosk, Rusia

*La construcción del tren a Manchuria lo empujó a iniciar el Transsib.

*Originalmente llevó el nombre de Gran Ruta Siberiana.

*“Es algo vital e importante para el imperio”: reclamó Nikolái Girs.

*El heredero Nicolás Románov supervisó las primeras obras.

*Vladivostok fue la ciudad marítima para un tren transcontinental.

*El trazo de esas vías férreas iniciaron en ambos extremos.

El profesor Alexei Volynets ha insistido en el factor que representaba la amenaza de China para una Rusia en la que, sin remedio, la autocracia zarista vivía sus últimos momentos, con Alejandro III como penúltimo soberano que no se decidía modernizar definitivamente a una nación atrasada y llena de contradicciones.

Para el historiador, el aislamiento de los territorios rusos en Asia fue la causa de que el zar Alejandro III se asustara cuando, en el verano de 1890, supo de los planes de China que, con la participación de ingenieros ingleses, empezó a extender su ferrocarril desde Pekín hacia el Norte, a Manchuria y más allá hasta la ciudad de Hunchun.

Este estratégico lugar se situaba en la intersección de China, Rusia y Corea, a solamente cien kilómetros de Vladivostok, en una época en la cual el gigante asiático tenía 400 millones de habitantes, y las regiones rusas que limitaban con este país poseían una población de menos de dos millones.

En agosto del mismo 1890, el ministro de Asuntos Exteriores del imperio ruso, Nikolái Girs, declaró que la construcción del Ferrocarril Transiberiano era algo vital e importante, de suerte tal que los asuntos geopolíticos pasaron por delante de las dudas económicas.

Fue ahí cuando Alejandro III -autócrata y contrario al pensamiento liberal de su padre, Alejandro II, conocido como el “zar libertador” por haber decretado la extinción del régimen de servidumbre en toda la nación- ordenó al príncipe de la corona, el zarevich Nicolás, que supervisara personalmente las primeras obras de la construcción del ferrocarril en Vladivostok.

La construcción de la Gran Ruta Siberiana, como se llamó entonces el Transsib, comenzó el 31 de mayo de 1891 con la presencia del último de los herederos de la dinastía de los Romanov, quien dos semanas antes estuvo en Otsu, localidad importante de Japón, en donde Tsuda Sanzo, uno de los escoltas de emperador nipón Meiji, intentó asesinarlo.

El primo del futuro zar, Jorge de Grecia, que lo acompañaba en aquel viaje, quiso detener al agresor, que huyó, luego fue aprehendido y puesto preso, con la comitiva rusa continuando su gira al continente asiático para dar paso a la ceremonia que marcó el principio de una nueva era para el imperio, que quería presumir su poder al otro lado del mundo.

De esa manera, el nuevo ferrocarril y el proceso de su construcción desempeñaron un papel crucial en el desarrollo social y económico del Extremo Oriente ruso, y cinco años después de que comenzara la construcción –ya con Nicolás II en el trono-, el volumen de carga del puerto de Vladivostok pasó a ser más de treinta veces mayor.

Una gran cantidad de los productos importados estaban destinados a la construcción del ferrocarril, y con el inicio de esta ruta de ferrocarril desde el Pacífico hasta los Urales, Vladivostok, puerto fundado en 1860, se convirtió en ciudad marítima para un ferrocarril transcontinental.

Curiosamente, el ferrocarril propuesto por China desde Pekín hacia el Norte que tanto asustaba a Rusia no se terminó hasta varias décadas después de que el Transiberiano estuviera listo, sin siquiera se intuyera que, en el siglo XX y con un régimen político extinto siete décadas después de la muerte del zar Nicolás II, un viaje desde San Petersburgo hasta Vladivostok en tren dura poco más de una semana.

Nadie imaginaría tampoco que el precio de un boleto sencillo fuera de 243 dólares, y para tener un referente de tiempo en otro medio de transporte, en avión –con el sol poniéndose mientras en el otro lado del país amanece- este viaje dura once horas desde la antigua capital -con transbordo en Moscú- y que costaría 260 dólares.

Los estudiosos de la historia geopolítica asiática coinciden en que, sin duda, el deseo de Rusia de tener un puerto en el Océano Pacífico se vio realizado con la fundación de Vladivostok, ocho años antes del nacimiento del príncipe (zarévich en ruso) Nicolás, en 1880 ya se había convertido en una importante ciudad portuaria.

Era evidente la falta de comunicaciones entre la Rusia europea, y sus provincias del Lejano Oriente presentaban problemas graves y serios, y no fue sino hasta 1891 cuando se inició la construcción del ferrocarril a iniciativa del conde Sergei Witte, influyentísimo ministro de Finanzas y luego Primer Ministro.

Al igual que en el caso de la Ferrovía Transcontinental de Estados Unidos, la construcción del Transiberiano se inició en ambos extremos, mientras que las extensiones de la vía férrea se hicieron hacia el centro, a sugerencia de los competentes ingenieros británicos que trabajaron en ella.

En el caso del extremo oriental que comenzaba en Vladivostok, las vías se construyeron en dirección al Norte, siguiendo los márgenes del río Ussuri hasta Jabárovsk, conformándose así la sumamente práctica ferrovía conocida como Ussuri.

En 1890 se construyó un puente sobre el río Ural, y así las vías pudieron adentrarse en Asia, mientras el puente sobre el río Obi se terminaba en 1898 y la pequeña población de Novonikolaevsk, fundada en 1883, se transformó en una activa ciudad siberiana que llevaría el nombre de Novosibirsk.

Dos años antes de concluir el vigésimo siglo de la era cristiana, el primer tren llegó a Irkutsk y a las orillas del lago Baikal, el más profundo del mundo y contiene la quinta parte del agua dulce del planeta.

La ferrovía se extendió hacia el Este cruzando los ríos Shilka y Amur, y pronto llegó a la población de Jabárovsk, aunque el tramo Vladivostok-Jabárovsk de 800 kilómetros de longitud, se había construido anteriormente, en 1897, cumpliéndose así el sueño deseado por el zarismo antes de su derrumbe dos decenios después.

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