Por Glen Rodrigo Magaña
Algo está sucediendo dentro de la escena musical independiente, la resistencia está quebrando tanto a foros, festivales y a medios de comunicación. La batalla por la emancipación refleja varias pérdidas y los artistas, así como las audiencias, cada vez se encuentran con la desagradable sorpresa de tener menos espacios.
Vayamos al caso más reciente, El Imperial Club postea en su fan page de Facebook el 6 de junio: “10 años, + de 2,000 bandas y 3,500 conciertos… ¡GRACIAS POR LA MÚSICA!”. El adiós de uno de los escenarios más importantes para las propuestas emergentes, así como posicionadas dentro de la escena melómana de la capital mexicana. Así, Atto Attie y Jorge González anunciarían el pasado viernes: “Hoy es la última noche de El Imperial. Festejen y sean felices. Gracias totales”.
El Imperial, es solo la punta de iceberg de aquellos que vivimos de cerca la música, otro ejemplo es el Bulldog Café de la calle Rubens casi esquina con Revolución, que cerrara sus puertas el 27 de enero o The Jazz Place, que el domingo 18 de febrero posteara que cerraban un ciclo, agradeciendo a todos y con la promesa de regresar, entre otros tantos bares y salas de conciertos.
En la parte de festivales, muchos logran con un esfuerzo casi de activismo lírico una o dos ediciones; algunos con mayor trayectoria y que en su mayoría cuentan con apoyos gubernamentales, sufren la incertidumbre de que aprueben el presupuesto para desarrollar la siguiente edición; otros con mayor alcance, tal parece que para permanecer tienen que sacrificar calidad y programar muchas de las bandas basura que les imponen las grandes firmas discográficas, las televisoras comerciales o se corrompen por los beneficios económicos.
Otro lado de la impotencia, son los medios independientes, aquí, la revista Music:Life MX es una de las pérdidas que más duelen dentro de la escena, otros muchos luchan dentro de la web por posicionarse, pero la cruel realidad es que en su gran mayoría terminan por abandonar el proyecto, limitar los contenidos o realizarlos con el desencanto de “se hace lo que se puede”.
El círculo vicioso nos devora, al grado de que varios músicos buscan “el hueso” para sobrevivir y tienen que suspender o aletargar sus propias creaciones, en la sentencia de la mal empleada etiqueta de “músicos de estudio”, para que les suene bien a las estrellitas nefastas que son populares en un público manipulado por canales televisivos fatuos, y así continuar con el dominio de las audiencias casi autistas o idas por la banalidad, para aumentar el número de presas de este consumismo que nos tiene tan intoxicados.
¿Dónde empieza o termina este ciclo?, no lo sabemos, lo que sí es que estamos desfalleciendo, tanto en creación, como en sobrevivencia y eso, es un método subversivo asqueroso que corroe desde el silencio al público, artistas, productores, emprendedores, medios y nos mantiene cautivos a las imposiciones de las élites empresariales ignorantes y mezquinas.