CIUDAD DE MÉXICO.- ¿Qué es la inteligencia? Puede parecer una pregunta sencilla con una respuesta sencilla —el Oxford English Dictionary la define como «la capacidad de comprender»—, pero esa definición en sí misma plantea una pregunta cada vez más relevante en el mundo moderno: ¿qué sucede si nuestra capacidad práctica de aplicar esa capacidad disminuye? Cada vez hay más pruebas de que algo similar le ha estado sucediendo al intelecto humano durante la última década aproximadamente.
La capacidad de la persona promedio para razonar y resolver problemas novedosos parece haber alcanzado su punto máximo a principios de la década de 2010 y ha ido disminuyendo desde entonces. A través de diversas pruebas y análisis internacionales, como la prueba PISA y estudios sobre competencias en adultos, se observa que, si bien la biología del cerebro humano no ha cambiado significativamente en tan poco tiempo, la habilidad para razonar y resolver problemas ha decaído, lo que parece estar relacionado con el uso excesivo de tecnologías digitales.
A medida que el consumo de medios se ha desplazado de la lectura a los medios visuales y a la información en constante flujo de las redes sociales y otros dispositivos, se ha creado un entorno que favorece el consumo pasivo de información y la alternancia constante de contexto. Este comportamiento ha afectado negativamente la capacidad de las personas para concentrarse, procesar información y tomar decisiones informadas. Si bien la capacidad intelectual subyacente sigue siendo intacta, el entorno digital actual parece estar obstaculizando la capacidad de muchas personas para ejecutar plenamente su potencial cognitivo.
Frente a este panorama, es necesario contar con espacios y prácticas que nos obliguen a pensar profundamente, a hacer esfuerzos cognitivos que vayan más allá de las gratificaciones inmediatas. Una lectura profunda y compleja puede ser un gran antídoto contra la superficialidad de la interacción digital. Como cuenta este artículo de Financial Times, “Elogio del libro difícil”, es necesario reflexionar sobre el valor de la lectura de libros “difíciles”, aquellos que desafían al lector, lo incomodan y lo sacuden de su zona de confort.
El autor recuerda la primera vez que leyó Rayuela de Julio Cortázar, un libro experimental que rompía con las convenciones narrativas y le dejó una profunda impresión, a pesar de no comprenderlo completamente al principio. El artículo destaca cómo este tipo de lecturas, lejos de ser simplemente difíciles de digerir, ofrecen una experiencia literaria compleja y enriquecedora que va más allá de la comodidad y el entretenimiento superficial.
Pero, en los tiempos de TikTok, ¿cómo hacer para fomentar la lectura más compleja y profunda? La simplicidad y brevedad de los textos en línea no fomentan la capacidad de leer textos largos y complejos. Las distracciones constantes de las redes sociales, como TikTok, también afectan la concentración.
La clave para mejorar esto radica en crear entornos que fomenten la lectura profunda, en los que los jóvenes puedan ver el valor de la lectura, no como una actividad rápida y estimulante, sino como una experiencia enriquecedora. Es necesario intervenir a tiempo en la educación y en la cultura digital para preservar estas habilidades cognitivas esenciales.
AM.MX/fm