martes, abril 30, 2024

Francotirador estrella, en pose para la propaganda de Stalin

Rajak B. Kadjieff / Moscú, Rusia

*Su figura está en un cartel del museo de Stalingrado.
*Cada disparo obligaba a un cambio de posición.
*Primera misión, acabar con las ametralladoras MG 42.
*Alumnas selectas, como Liudmila Pavlichenko.
*En la Rattenkrieg o la guerra de ratas.
*“No hay tierra más allá del Volga”.

Al gran Vasili Ivánovich Záitsev -el más famoso y reconocido francotirador de la Unión Soviética durante la Gran Guerra Patria que la enfrentó contra la Alemania nazi- le agradaba posar con su rifle para los fotógrafos de las secciones de prensa y propaganda de las publicaciones al servicio del Padrecito Iósif Stalin.
Empuñando el arma de cargo, hoy puede contemplársele en un cartel del museo dedicado a la batalla de Stalingrado, en donde también está enterrado el excepcional fusilero de los Urales tras su muerte en diciembre de 1991.
Es sus memorias, Vasili confesó como tras ser destinado a ese rol se encontró en su elemento: “Me gustaba ser francotirador y gozar de licencia para elegir a mi presa. A cada disparo era como si pudiera oír la bala atravesando el cráneo del enemigo, aunque el objetivo se hallara a seiscientos metros.
A veces, los nazis miraban en mi dirección, como si me vieran, sin tener la menor idea de que les quedaban unos pocos segundos de vida”. Tras cada disparo Vasili se veía obligado a cambiar de posición, con lo que para los alemanes era casi imposible dar con él.
Su pericia como tirador llegó a oídos del alto mando, y el general Chuikov lo ascendió a oficial y lo puso al mando de una escuadra de francotiradores. Su primera misión era acabar con las letales ametralladoras MG42, que con su rápida cadencia de tiro frenaban todos los contraataques del Ejército Rojo.
Formando a su improvisado equipo en el sótano de la planta química Lazur, Vasili implantó una serie de reformas que transformarían el rol del francotirador para siempre, con un alumnado selecto, entre quienes estaba Liudmila Pavlichenko, que también sería heroína por su puntería prodigiosa.
Equipado con una ametralladora ligera Degtiariov un soldado soviético se adentra con cuidado en un edifico de Stalingrado. El tipo de guerra a corta distancia que dominó la lucha por la ciudad fue llamado Rattenkrieg por los alemanes, guerra de ratas.
Si antes estos habían combatido en solitario, Záitsev organizó a los suyos en equipos de dos, con un soldado actuando como ojeador y asistente del otro. Además estos equipos fueron desplegados en grupos de seis, para cubrirse unos a otros en combate y disparar al enemigo con fuego cruzado desde varias posiciones a la vez.
El añadido de un rifle antitanque a la unidad les aportaba asimismo potencia de fuego pesada, para enfrentarse a vehículos blindados y destruir posiciones fortificadas. Con el tiempo uno de sus alumnos más prometedores, Nikolai Kúlikov, pasó a convertirse en su compañero, adentrándose los dos en la ciudad arrasada para acabar con los oficiales nazis.
Al mariscal Chuikov le gustaba empuñar el rifle de francotirador de Záitsev con capa de camuflaje, para las imágenes de la propaganda soviética.
Los éxitos de Záitsev y sus Zaichata (gazapillos) fueron proclamados hasta la extenuación por la maquinaria propagandística soviética, que llenó las fábricas y trincheras de la URSS con su imagen para animar a soldados y trabajadores.
Su frase ”no tenemos donde huir, para nosotros no hay tierra más allá del Volga” se conviritó en el lema de los defensores de la ciudad.
El paisaje en ruinas de Stalingrado era un territorio de caza ideal para los francotiradores, con mucha cobertura, puntos dominantes y escondites desde los que estos podían eliminar al enemigo sin ser detectados.
Los bloques de pisos en ruinas, conductos de ventilación y maquinaria industrial destrozada se convirtieron en el escondite perfecto para Záitsev, quien llegaría a abatir entre 300 y 400 alemanes incluyendo nada menos que once francotiradores.
Enfrentados a la montaña de bajas que estaba consiguiendo Vasili, los alemanes decidieron desplegar a sus propios especialistas para eliminarlo. Así se entabló una guerra privada entre los francotiradores de ambos bandos, que se cazaban el uno al otro en una guerra privada en medio de la batalla.
Uno de sus compañeros, Alexéi Griázev, fue víctima de uno de estos tiradores de élite, por lo que Vasili se propuso vengarlo con la inestimable ayuda de su camarada Iván Kúlikov; pero localizar al francotirador enemigo no era una tarea fácil.
Los alemanes habían aprendido rápidamente y sembraban sus líneas de señuelos como cascos situados tras ventanas o falsos soldados hechos con sacos, bolsas y rifles estropeados. Una vez los rusos disparaban su posición quedaba al descubierto, y los alemanes los podían eliminar sin exponerse.
Vasili y sus hombres abandonan un edificio en ruinas durante la batalla. La táctica de disparar y esconderse fue perfeccionada por el francotirador y sus discípulos.

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