Moisés Sánchez Limón
Va de cuento…
Y cuando despertó, estaba a cuadro en el noticiario que levantaba la información, con todo y enlace en You Tube, del periódico que la acusaba recaudadora de la honestidad valiente. Como película de terror las imágenes corrieron en su memoria…
Aquel mediodía el sol pegaba a plomo, él tenía la frente perlada en sudor y la guayabera de lino blanco apenas cumplía el papel de mitigarle el calor, pero la camiseta la tenía pegada a la piel.
Ansiaba concluir ese mitin en aquella localidad próxima a la zona petrolera; el olor dulzón, peculiar de químicos procesados en la refinería se mezclaba con el perfume caro de ella, diputada local que lo ataba por la cintura; ataviada con un modelo de Carolina Herrera, un vestido de 20 mil pesos bien valía la pena para ese acto político.
–¿Cómo van las aportaciones?—preguntó el líder.
–Diría que bastante bien, señor—respondió ella con una sonrisa cómplice y firme.
–¿Te contactaron?
–Sí, señor. Y son de mucha confianza; nuestro coordinador de giras dice que quieren apoyar a la causa de la misma forma con la que apoyaron mi campaña.
–¿Están bien investigados? No hay que dejar cabos sueltos. Recuerda lo que pasó en la presidencial pasada cuando nos colgaron con los amigos en Las Lomas que ofrecían una buena cantidad en dólares, pero no pudimos tocar uno solo porque se armó el escándalo. Nos traían colgados y uno de los nuestros nos traicionó.
–No se preocupe, señor. Incluso el dinero está limpio; todo bien investigado.
–Oye, por cierto, qué buen gusto. El Mercedes que estrenaste es un carrazo, lástima que no pueda traer un igual, me harían pedazos desde todos lados. Ya ves con eso de la 3de3 me quisieron hacer picadillo porque declaré que no tengo cuentas bancarias.
–Pero qué tal su señora, con todo respeto.
–Bueno, bueno, ella ha heredado y su trabajo le ha costado tener lo que tiene—respondió con la mueca de la ironía. Le brilló la mirada.
Alzaron el brazo izquierdo y saludaron sonrientes. Él presumió de esa demostrada y probada empatía política de esta mujer que había transitado por dos partidos diametralmente opuestos al que la había llevado a la diputación local y, sin duda, la entronizaría en la presidencia municipal de esa localidad en la que gozaba de simpatía popular y más ahora que el líder la respaldaba públicamente.
Y él lo demostró. En su mensaje dijo a los habitantes de ese municipio próximo a la costa, que la compañera diputada era una mujer honesta y con espíritu de servicio, enemiga de la corrupción y comprometida con la causa.
Cuando le tocó el turno al micrófono, su voz modulada transitó entre el gentío congregado en esa plaza y que aguantaba a pie firme el Sol del cenit y aplaudía a rabiar al líder que ya había pedido un sombrero y se secaba el sudor con un paliacate.
“Sí, amigas y amigos, gracias por venir, gracias por estar aquí con nuestro dirigente, nuestro líder que seguramente ganará la elección presidencial, porque ya nada lo detiene, nada ni los miembros de esa mafia que tiene el poder.
“Gracias, amigas y amigos por su apoyo que es genuino. Nuestro líder es ejemplo de trabajo y honestidad contra lo que dice el gobernador, quien insiste en golpearlo y difamarlo. Nadie, nadie ha probado nada, son ataques ruines porque saben que va arriba en las encuestas”, dijo la legisladora y los asistentes al mitin estallaron en aplausos. Había dejado en segundo plano que el mitin era para apoyar su campaña a la alcaldía.
Él le pasó nuevamente el brazo por los hombros y pidió a los simpatizantes un aplauso para ella y que le dieran su voto en la elección que se aproximaba, porque sin duda sería la presidenta municipal. Y ella se imaginaba a un paso de ser gobernadora.
Y es que, si el líder ganaba las presidenciales, sin duda ella sería candidata gobernadora y, por supuesto, gobernadora; la primera mujer en gobernar ese estado que el ahora detenido ex gobernador había saqueado.
–Bueno, entonces en eso quedamos. Me avisas cuando esté el apoyo para mandar por éste; recuerda que debe ser en efectivo y billetes usados. Checa que no vayan marcados y menos que lleven por ahí un chip—recomendó el líder a la legisladora cuando se despidieron en la camioneta Lincoln que lo transportaba en esta enésima visita a esa región en los últimos 12 años.
Ella cumplió la encomienda, se reunió en dos ocasiones con los importantes, ricos y solidarios empresarios aportadores de recursos. En la primera cita le dieron medio millón de pesos; en la segunda la oferta fue de cinco millones de pesos.
Cuando los recibió estaba más allá del júbilo; se había convertido en uno de los principales eslabones recolectores de recursos, de esos que no dejan huella, para el líder. Y se los envió con el personero que le mandaron desde el centro del país.
Le dijeron que el líder la recibiría en breve para agradecerle personalmente. Incluso, le adelantaron que si no había complicaciones con la agenda, volvería al municipio para acompañarla en otro mitin, pero…
Cuando despertó y encendió la pantalla de 50 pulgadas, estaba a cuadro en el noticiario que levantaba la información, con todo y enlace en You Tube, del periódico que la acusaba recaudadora de la honestidad valiente. Como película de terror las imágenes corrieron en su memoria…
¿Qué hacer?, se preguntó y recordó, palabras más, palabras menos, la advertencia del líder a los recaudadores:
“No olviden lo que pasó con el profe cuando lo grabaron recibiendo dinero del argentino para la causa, el profe lo negó y aguantó vara, se fue un rato a la cárcel y nadie reclamó dinero y justicia. Lo negué y no lo defendí. Quien caiga será su problema, lo desconoceré, aunque luego habrá tiempo para reencontrarnos”.
Firme, dio la cara y aceptó los hechos. Quiso matizar con el pretexto de que la habían sorprendido, que abusaron de su buena fe. Expulsada del partido renunció a la candidatura y se quedó sin bancada en el Congreso local.
Aguanta vara mientras el líder sigue su campaña bajo el manto de la honestidad. ¿Y ella? ¿Se acabó su carrera política? Abrió su bolso Versace del que sacó un pañuelo de seda para secarse el sudor de la frente y el mentón, marcó un número en su celular.
–¿Bueno? No pasa nada; me amonestarán y como no hay denuncia hay que esperar a que esto se enfríe. El señor me dijo que no me preocupara y me agradeció la aportación—confió y colgó.
Había salido de las oficinas de la delegación de la Fepade, había declarado lo que su derecho convenía. Estaba en el Mercedes y encendió el aire acondicionado. La primera racha de aire fresco la acompañó con una sonrisa honesta y valiente. Conste.
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