MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
–¿Vas?
–Sí, con todo—respondió José Manuel del Río Virgen con renovada convicción de convertirse en gobernador de Veracruz.
Pero le platico.
La de José Manuel no es la historia de todo veracruzano que quiere ser gobernador. Ha cumplido 69 años de edad con una carrera ascendente no siempre vinculada a la política partidista, que estuvo a punto de despeñarse en diciembre de 2021.
Hace más de dos décadas, Dante Delgado lo llevó a la fundación de Convergencia, partido del que fue único diputado en la LVIII Legislatura Federal, en la que desplegó tal activismo que parecía coordinador de una bancada.
Del Rio dos veces diputado federal y luego presidente municipal de Tecolutla, Veracruz.
“Dante (Delgado) me sacó de la academia y me metió a la política”, refiere.
Hoy, desde 2018, secretario Técnico de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, que preside Ricardo Monreal, se declara con capacidad y experiencia para gobernar a su estado natal.
Y parafrasea al extinto Premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, en esa condición de no abrigar rencor ni venganza en el ánimo de remontar la desgracia y saber perdonar, sobre todo cuando el camino que había recorrido sin sobresaltos, se tornó abrupto, empedrado, tormentoso, ese 22 de diciembre de 2021.
–No se preocupe, licenciado, nomás va usted a pasar la Navidad en Pacho Viejo—le dijo con ácido humor uno de los ocho agentes ministeriales de la Fiscalía General de Veracruz que lo detuvo.
Y es que, ese día, cuando junto con su familia retornaba de vacacionar en Tuxtepec, Oaxaca, en la vida de José Manuel irrumpió la maledicencia del poder político del gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, que buscó desbarrancar su carrera política y cobrarle recientes facturas acusándolo de la comisión de un crimen.
Del Río se había convertido en un opositor franco, sin duda, desde el momento en que, junto con el senador Ricardo Monreal, había logrado que unos jóvenes fuesen excarcelados del penal de Pacho Viejo, al que habían sido confinados por haber incurrido en el sui generis delito de “ultrajes a la autoridad”, creado por el ocurrente Cuitláhuac.
Y…
En carretera de territorio veracruzano, ocho agentes ministeriales desplegaron un operativo: con dos camionetas, cerraron el paso al vehículo tripulado por Del Río, a punta de armas largas lo obligaron a descender frente al pánico de su esposa; en asiento trasero iba su pequeña hija de seis años de edad.
–Dígale a su familia que no nos siga—ordenó amenazante un ministerial, quizá el que le puso la capucha para que no los reconociera.
A la señora le mostraron la orden de aprehensión, en un gesto para tranquilizarla. Pero.
Ahí la mano de Cuitláhuac cuyas órdenes pasaron por alto todo procedimiento judicial y simple y llanamente los agentes ministeriales, que lo habían seguido desde Tuxtepec, cumplimentaron la orden de aprehensión –sin mostrarla al momento– librada contra Del Río Virgen por su presunta participación en el homicidio de René Tovar, perpetrado el 4 de julio de ese año, dos días antes de ser votado en las urnas como candidato de Movimiento Ciudadano a la presidencia municipal de Cazones de Herrera.
Evidente la venganza política del justiciero Cuitláhuac porque dos semanas después de registrado el asesinato de René Tovar y de que fuese relevado por su jefe de campaña, Omar Ramírez, quien incluso había ganado la elección, éste fue detenido como principal sospechoso de ejecutar el asesinato del candidato para quedarse en su lugar.
Del Río fue perseguido, ganó amparos, pero Cuitláhuac lo quería en prisión, Así cobraba una factura política a Ricardo Monreal y a Dante Delgado. Pero…
El viernes 17 de junio de 2022, José Manuel abandonó el penal de Pacho Viejo. Había cumplido 177 días en prisión; el Primer Tribunal Colegiado Penal de Veracruz ratificó un amparo que dictaba auto de no vinculación a proceso y ordenó su excarcelación. Se había comprobado su inocencia.
Cuitláhuac García rumió el fallo jurisdiccional y, hoy, está enterado de la decisión de José Manuel de buscar la nominación para contender por sucederle en el cargo.
Es jueves 20 de abril de 2023 y José Manuel del Río Virgen ha desayunado y platicado con una treintena de miembros de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión.
Las preguntas, por supuesto, transitaron por esos rumbos de los días en prisión, de la amarga experiencia y, finalmente condición humana, el ánimo de cobrar la factura a quien fue su verdugo desde el Palacio de Gobierno en Xalapa.
Pero Del Río rechaza ánimos de venganza. Lo que fue, fue. No se olvida pero no es factor en el ejercicio del poder público. Gobernar para los veracruzanos “y aportar lo mejor para el país, no andar pensando en venganzas, eso no es lo mío”, resuelve Del Río y, entonces, parafrasea a Desmond Tutu: ni rencor ni venganza.
–¿Cuáles serán los problemas prioritarios a atender en caso de llegar al gobierno de Veracruz?—preguntan a quien fuera Secretario General del Instituto Politécnico Nacional y hoy es el brazo derecho del presidenciable senador Ricardo Monreal Ávila.
–La injusticia y la inseguridad—responde. Porque –acota- debe haber justicia y seguridad para poder gobernar y de ahí construir con los ciudadanos la solución a problemas como la pobreza.
–Pero tienes enfrente a la secretaria de Energía, Rocío Nahle, la favorita del gobernador y del presidente López Obrador—le recuerda un colega.
–Los veracruzanos somos conservadores, no importamos la materia prima; que nos manden a quien quieran—puntualiza.
Y subraya: “Tengo el orgullo de ser veracruzano y sí, sí aspiro a ser gobernador, tengo capacidad y experiencia”.
–Pero también Nacho Morales Lechuga quiere ser gobernador e incluso no se descarta Dante Delgado—le cita un colega.
–Ellos (el gobernador Cuitláhuac García y su equipo) se van a ir. Si llega Morales Lechuga o Dante o yo, lo seguro es que se van a ir, todos se van a ir—advierte.
Y no es tema de venganza ni de rencores, es asunto de capacidad para gobernar.
–Entonces, ¿vas?
–Sí, con todo—enfatiza José Manuel del Río Virgen.
Por supuesto, en más de tres décadas de conocer a José Manuel, nunca le he escuchado una ocurrencia como aquella de medir el desarrollo y la modernidad de un estado porque en las estaciones de gasolina ya no se cobra el servicio de baños. ¿A poco no?
¡Ah!, tampoco lo escucho ni veo mimetizado con el dueño sexenal de Palacio Nacional como ocurre con la inquilina del antiguo Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad de México o del que despacha en el Palacio de Cobián en Bucareli. ¡Vaya! Digo.
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