jueves, abril 25, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Te lo advertí, te tengo en mis manos

*Mónica Herranz

Un día estaba en la fiesta, entretenido, rodeado de gente, así que apenas escuchó el susurro que le decía…Te tengo en mis manos. No prestó mucha atención y siguió a lo suyo.

Otro día, mientras iba manejando, volvió a escucharlo, esta vez decía, Se que me deseas, porque te tengo en mis manos. Subió el radio, y para sus adentros lo negó rotundamente.

En la reunión siguiente, volvió a escucharlo de nuevo ¿Lo ves? Te tengo en mis manos. ¡No es cierto! le contestó él en una especie de diálogo interno, no me tienes en tus manos, yo soy quien te tiene en las mías, te domino, te controlo y puedo hacer contigo lo que yo quiera!. ¿Eso es lo que crees? Tiempo al tiempo, pareció contestarle la voz, aunque reniegues de mí, te tengo en mis manos.

A pesar de la negación, la realidad se volvió contundente, pero aun así él lo negaba, no se daba o no quería o no podía darse cuenta. Lo primero en verse afectado fue su círculo familiar, algunas personas por las que él sentía profundo afecto se fueron alejando de él, y él siempre encontró a quien culpar. En el caso de su esposa, no es que la responsabilidad fuera de él, es que ella se había vuelto intolerante, una amargada que no disfrutaba de nada, que se iba a dormir temprano y no seguía la fiesta, seguro los años ya la habían afectado. En el caso de sus hijos, era normal el distanciamiento que habían tenido de él, una siempre tan rebelde y el otro siempre tan nerd, además uno estaba adolescente y el otro entrando a la vida adulta, así que no es que se alejaran de él, más bien nunca lo habían querido suficiente, ni valoraban todo lo que él había hecho por ellos, pero ya se arrepentirían de su comportamiento y volverían con “la cola entre las patas” a suplicar su perdón. Ya verían los tres como estaban equivocados y era él quien tenía la razón. Así fue como comenzó a desmembrarse su familia.

Sus papás y sus hermanos entraban en el mismo saco, ¡estaban tan o más equivocados que su esposa y sus hijos! siempre fastidiando con lo mismo, “contrólate hijo”, “apártate de eso hermano”, “sólo te hace daño”, ¡que lata! Estos viejos ya no entienden cómo son ahora las cosas, no “agarran la onda”.

Llegó el divorcio, perdió la custodia de su hijo menor, los padres y los hermanos tomaron distancia, y entonces se refugió en las mujeres, tenía varias a la vez, las enamoraba y a la vez las engañaba, las ilusionaba y las decepcionaba, una tras otra.

La voz tras él se iba intensificando, a veces burlona, a veces sarcástica, pero siempre real…¡Te tengo en mis manos!

Lo siguiente fue su trabajo, era un exitoso profesional, había conseguido dedicarse a algo que amaba, lo que es un privilegio, y eso parecía hacerlo feliz. Era reconocido en su medio por su capacidad e inteligencia, por eso causó asombro cuando empezó a llegar tarde o a tener algunas faltas. Tendrá algún problema pensaron los demás, pero esas faltas o retrasos repentinos, comenzaron a ser más frecuentes y ya no sólo llegaba tarde, sino que además llegaba desaliñado. ¿que tal el día que no llegó al cierre de aquel negocio tan importante? ¿o cuando dejó plantado a su auditorio en aquella conferencia que iba a dar? Los boletos estaban agotados y él simplemente no se presentó.

Evidentemente con aquellas conductas llegaron las consecuencias y las sanciones, fueron paulatinas, poco a poco llegaron las llamadas de atención, la pérdida de bonos, el descuentos al salario, la pérdida de privilegios laborales, el descenso en la jerarquía, ahora, quienes habían sido sus subordinados, eran sus jefes, y así inició una espiral en descenso hasta perder el empleo, y eso no fue lo más grave. Lo más grave es que con esto toda su carrera y su prestigio como profesional fueron totalmente opacados.

La voz seguía ahí, ahora se reía y le decía, ¿aún dudas que te tenga en mis manos?. Él para sus adentros le contestaba, ¡que sabrás tú!. Eres igual a todos ellos, igual que mi mujer, bueno, ex mujer, que mis hijos, mis padres y hermanos, siempre fastidiando, igual que mi jefe, ¡nadie entiende nada!

Continuaron los amigos, los más lejanos pronto dejaron de reunirse con él, los ridiculizaba frente a otras personas, hablaba mal de unos con otros y viceversa, para finalmente enterarse todos de esas habladurías. Causaba problemas y malentendidos entre el grupo, así que el grupo naturalmente lo fue excluyendo. No es que hayan conspirado contra él, sólo poco a poco dejaron de convocarlo y nadie manifestó desacuerdo en ello.

Los más cercanos decidieron hablar con él, trataron de hacerle ver que la voz que él escuchaba, sí, aquella que le decía que lo tenía en sus manos, algo de razón tenía. Él se sintió sorprendido, nunca les había comentado nada acerca de la voz, entonces ¿cómo es que ellos lo sabían?. ¡Claro! Seguro sus padres o sus hermanos o su exesposa habían hablado con ellos, ¡si es que son todos iguales! Les dijo, como a los demás, que no entendían nada, que estaban todos en su contra y que les iba a demostrar como estaban equivocados. Que no era verdad, que él controlaba la situación.

Y así fue como negación tras negación todo lo perdió, la única que seguía con él era aquella voz que ahora le decía ¿realmente sigues pensando que no te tengo en mis manos? Querido, no te engañes, no conmigo, eso déjalo para los demás, permíteme presentarme. Tengo una excelente reputación de solvente, y es que disuelvo familias, matrimonios, trabajos, disuelvo desde los vínculos más superfluos hasta los más importantes y significativos, disuelvo amistades, ahorros, cuentas bancarias, disuelvo vidas, ¡vaya!, por disolver, disuelvo lo que me pongan enfrente, menos problemas, esos no me gusta disolverlos, al contrario, tengo la virtud de aumentarlos y puedes corroborar lo que te digo con quien quieras, mi reputación me respalda y es extraordinaria. No tengo falla en mi trabajo, lo ejecuto de manera limpia, espectacular diría yo.

Me apodero de a poco de la voluntad de las personas, las hago dependientes de mí, ¿no te diste cuenta? ¿de verdad no lo hiciste o mientras lo hiciste fue tan grande el dolor que cada vez te acercaste más a mí? ¿notaste cómo lo primero que hice fue apartarte de tus seres queridos? No sabes que bien me la pasé, esas lágrimas que derramaste a escondidas ¡dignas de un premio Oscar!, cuando peleaste con tu esposa y luego el divorcio…¡Un éxito para mí! ¿Qué pensaste entonces? ¿Refugiarte en mamá y papá? Te alejé de ellos también, y de tus hijos, y de tu trabajo, y de tus amigos, ¿cómo? ¿qué por qué te hago esto? No querido, no te lo hago yo, te lo has hecho úu mismo. Soy condescendiente y te lo advertí desde el principio, te dije que estabas cayendo en mis manos y no quisiste escucharme, ni escuchaste a todas las personas que te lo advirtieron.

Te fui poseyendo hasta que te hice mío, ¡no sabes cómo me reí y disfruté aquellas veces que me dijiste que me controlabas! pero no, no me juzgues de tan mala manera, porque te aparté de todo y de todos, pero siempre he estado ahí para ti. Realmente yo soy quien ha estado ahí contigo, no los demás, ellos te abandonaron, yo te he sido fiel, y cada vez que me buscas, me encuentras. ¿Aún no sabes quién soy? ¿no? ¿seguro? Pues ahora sí me presento, con toda formalidad lo digo, mi nombre es Alcoholismo y soy todo lo que tienes. Te lo dije, desde hace más de lo que crees, te tengo en mis manos, podrás negárselo a quien quieras, a ti mismo si te parece, pero en el fondo lo sabes, desde hace tiempo, mucho tiempo, te tengo en mis manos.

Para que veas que no soy maquiavélico te voy a decir que hay una posibilidad de terminar nuestra relación, alejándote de mí de manera definitiva, por y para siempre, esa es la solución, y ahora que estás solo y desvalido y que únicamente me tienes a mí, ese es el reto. Hubieras aprovechado antes, cuando contabas con el respaldo de los que te querían. Digo esto, y a la par, no puedo dejar de agradecerte como peleaste y te alejaste de todo y de todos con tal de negarme y defenderme, ¡lo hiciste maravillosamente!

Él se quedó mudo, estupefacto, sólo escuchaba contemplativo mientras un mar de pensamientos y emociones se agolpaban en su mente. No sabía que hacer y en lo más que podía pensar era en beber.

¿Duro? ¿Difícil de leer? Bueno, esta es tan sólo una de las mil caras del alcoholismo, te hará creer que no tienes a nadie, que no puedes ya pedir ayuda, que ya ni siquiera eres digno de ello. Él tratará de convencerte de que no hay solución, te engañará, te mentirá, te manipulará, te convertirá en otra persona, pero aun así, no te tiene del todo en sus manos. Nunca es tarde para aceptarlo, dolerá, y no podrás recurrir al alcohol para adormecer ese dolor, pero no te dejes engañar, hay solución, todo tiene remedio menos la muerte. Al menos por hoy, sólo por hoy, acéptalo y solicita ayuda, siempre habrá quien te tienda una mano. Mañana será otro día y con él, una nueva  oportunidad de otro solo por hoy.

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

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