jueves, abril 18, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Crisis de angustia

*Mónica Herranz

 

“Estaba acostada, ya lista para dormir, todo estaba en calma y tranquilo, al menos en el exterior, por que en mi interior estaba por ocurrir una de las cosas más desconcertantes que me han pasado.

 

Todo comenzó cuando empecé a sentir un escalorfío que recorrió todo mi cuerpo, de pies a cabeza, pero no era un escalofrío común, era más frío de lo normal, como si fuera acompañado de un mal presagio y de pronto comencé a tener miedo, mucho miedo, ¿a qué? No lo se, era como si en ese mismo instante algo trágico y devastador fuera a suceder, entré en pánico, pero no sabía por qué.

 

Junto con el pánico llegaron el sudor frío en la cabeza y la nuca y la taquicardia, sentía cómo mi corazón latía desbocado ¡me iba a dar un infarto! Más me asusté, sentía que no podía respirar bien. ¡Dios mío! ¿Qué me pasa? Empecé a temblar, era un temblor incontrolable, yo no quería temblar y le ordenaba a mi cuerpo que no lo hiciera, pero no me hacía caso, parecía una castañuela, hasta los dientes me tiritaban. ¡¿Que hago?! ¡¿Qué hago?! ¡A quien acudo a esta hora!

 

Me levanté y bajé al comedor, quería salir corriendo ¿hacia dónde? No sé, ¡hacia donde fuera! Sólo quería correr y correr, pero no eran horas para salir, así que corrí dentro de la casa, hice sentadillas, conté -una, dos, tres…- no podía parar de preguntarme ¿que me pasa? ¿que me pasa? ¡me voy a morir! ¡este es el final!, me estoy volviendo loca ¿loca? Sí, loca, en serio, estoy perdiendo la razón. Más me asusté, jamás había sentido la boca tan seca,  seguía temblando, prendí un cigarrillo, sólo sentía un espantoso miedo, no podía pensar.

 

Muy lentamente las sensaciones físicas fueron pasando, primero dejé de temblar, mi corazón emepzó a tranquilizarse, los latidos retomaron su ritmo normal, la sensación corporal del escalofrío inicial fue desvaneciéndose, el sudor se secó, tomé agua, la boca se refrescó. Asustada, muy asustada, parecía que volvía en mi. Subí de nuevo a mi cama, me recosté pero era imposible dormir ¿que me había sucedido?

Al alba finalmente me quedé dormida.

 

Así de sorpresiva e inesperada fue mi primera crisis de angustia, ¡me atacó a traición! Totalmente desprevenida”

 

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Síntomas más, síntomas menos, este es uno de los retratos hablados más comunes en las crisis de angustia. Pero ¿qué es la angustia? ¿por qué se presenta? ¿hay forma de tratarla? ¿desaparece? Hablemos de ello.

 

De acuerdo al manual diagnóstico DSM – V, la definición y los criterios para el trastorno de pánico, crisis de angustia o ansiedad son:

 

  1. A) Definición: Un ataque de pánico es la aparición súbita de miedo intenso o de malestar intenso que alcanza su máxia expresión en minutos y durante ese tiempo se producen cuatro o más de los siguientes síntomas:

 

1.- Palpitaciones, golpeteo del corazón o aceleración de la frecuencia cardíaca.

2.- Sudoración.

3.- Temblor o sacudidas.

4.- Sensación de dificultad para respirar o de asfixia.

5.- Sensación de ahogo.

6.- Dolor o molestias en el tórax.

7.- Náuseas o malestar abdominal.

8.- Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento  desmayo.

9.- Escalofríos o sensación de calor.

10.- Parestesias (sensación de entumecimiento o de hormigueo)

11.- Desrealización (sensación de irrealidad) o Despersonalización (separarse de uno mismo)

12.- Miedo a perder el control o de volverse loco.

13.- Miedo a morir.

 

  • La aparición súbita de los síntomas se puede producir desde un estado de calma o desde un estado de ansiedad.
  • Se pueden observar síntmas específicos de la cultura, por ejemplo, gritos o llanto incontrolable. Estos síntomas no cuentan como uno de los cuatro síntomas requeridos.

 

  1. B) Al menos a uno de los ataques le ha seguido un mes o más de uno o los hechos siguientes:

 

1.- Inquietud o preocupación continua acerca de otros ataques de pánico o de sus consecuencias,           como por ejemplo, perder el control, tener un ataque al corazón o volverse loco.

2.- Un cambio significativo de mala adaptación en el comportamiento relacionado con los          ataques, por ejemplo, comportamientos destinados a evitar los ataques de pánico, evitar          situaciones específicas que se cree que desencadenarán otro ataque.

 

  1. C) La alteración no se puede atribuir a los efectos fisiológicos de una sustancia, por ejemplo, a una droga o medicamento, ni a otra afección médica como hipertiroidismo, trastornos cardiopulmonares, etc.

 

  1. La alteración no se explica mejor por otro trastorno mental, por ejemplo, los ataques de pánico no se producen únicamente en respuesta a situaciones sociales temidas, como el trastorno de ansiedad social; en respuesta a objetos o sitaciones fóbicas concretas, como en la fobia específica; en respuesta a obsesiones, como en el trastorno obsesivo compulsivo; en respuesta a recuerdos traumáticos, como en el trastorno de estrés postraumático; o en respuesta a la separación de figuras de apego, como en el trastorno de ansiedad por separación.

 

 

La primera definición, o sea, el relato, hace referencia a cómo se vive una crisis de angustia, la segunda es la descripción clínica, la descripción by the book.

 

Ahora, ya vimos un relato vivencial y una explicación teórica sobre cómo es y que elementos tiene una crisis de angustia, pero preguntémonos, ¿Qué es la angustia?

 

En sus primeros desarrollos sobre la angustia, Sigmund Freud, la describe como un estado afectivo penoso por excelencia, diferente de todos los otros, que aparece, y ahí está su singularidad, sin un objeto, es decir, de forma indeterminada. Esta indeterminación es lo que distingue al miedo de la angustia. En el miedo sé a que le tengo miedo, en la angustia, sé que hay algo que me aterra, que me sobrecoge, pero no sé que es, no puedo determinarlo. En la Conferencia 25 de las Conferencias de introdicción al Psicoanálisis, Freud señala la necesidad de una explicación del concepto diferente a la orgánica, así en palabras de Freud:

 

(…) el problema de la angustia es un punto nodal en el que confluyen las cuestiones más importantes y diversas; se trata, en verdad, de un enigma cuya solución arrojaría mucha luz sobre el conjunto de nuestra vida anímica. (Sigmund Freud: Conferencias de introducción al Psicoanálisis, Conferencia 25)

 

Posteriormente Freud distinguiría entre angustia realista y angustia neurótica. La angustia realista  es aquella que alerta y prepara para la huida ante un peligor exterior, es un estado de alteración sensorial incrementada y de tensión motriz. Puede haber dos desenlaces para ella, uno es generar una respuesta adecuada poniéndonos a salvo del peligro y la otra es paralizarnos como resultado del desarrollo total de la angustia.  Por ejemplo, en esta nuestra querida Ciudad de México, que tanto tiembla, la respuesta de la angustia realista puede llevar a que durante un sismo ubiquemos el punto de reunión establecido por protección civil y acudamos hacia él o puede llevarnos a quedarnos paralizados sin poder mover un dedo.

Sobre la angustia neurótica, Freud, en relación con ciertos cuadros clínicos, encuentra tres posibilidades: una “angustia expectante” o libremente flotante que está a la espera de unirse de forma pasajera a cualquier objeto posible; una angustia que se relaciona con un peligro externo y que a cualquier observador le parece desmedida, y una angustia que se da en forma de ataques o de permanencia prolongada pero sin que nunca se le descubra fundamento exterior. La pregunta escencial para Freud es ¿A qué se le tiene “miedo” en la angustia neurótica?

Averiguando sobre la relación entre síntoma y angustia, conceptos por cierto estrechamente ligados, Freud  llega a una primera respuesta:

“Aquello a lo cual se tiene miedo es, evidentemente, la propia libido: La diferencia con la situación de la angustia realista reside en dos puntos: que el peligro es interno en vez de externo, y que no se discienrne conscientemente” (Sigmund Freud: nuevas conferencias de Introducción al Psicoanálisis, Conferencia 32)

Posterior a estas dilucidaciones vino la segunda teoría freudiana sobre la angustia, en donde ya, con mayor definición y conceeptualización sobre las tres instancias psíquicas (Yo, Ello, Superyó) y la tensión que genera su interacción, Freud llega a la conclusión de que el Yo es el único “almácigo de angustia” y que sólo él puede producirla y sentirla. Define entonces tres variedades de angustia que se corresponden con cada uno de los vasallajes a los que está somentido el Yo: La angustia realista que corresponde a los peligros del mundo exterior, la angustia neurótica que es sentida por el Yo por la tensión con el Ello, instancia que busca la satisfacción y la descarga sin miramiento por la realidad; y la angustia social o de la consciencia moral, en la que el Superyó, arroja su crítica sobre el Yo, que quiere alcanzar el ideal del yo.

Traduzcamos ahora esto al “español”pongamos el ejemplo de una persona que está decidiendo si acepta la propuesta de matrimonio de su pareja o no, en el dilema y su resolución hay tensión entre el Yo, el Ello y el Superyó. El Yo es el encargado de mediar entre el Ello (placer) y el Superyó (el deber ser, las normas sociales) . La angustia realista llevará a esa persona a detectar los contras, evaluarlos y tomar una decisión en consecuencia. La angustia neurótica le dirá por ejemplo ¡es un excelene amante, no importa nada más! Y la angustia social o de consciencia moral  le diría algo como ¡¿estás loc@!?  tus padres no lo van a aprobar, no cubre los requerimientos de un “buen candidat@”.

Ese es sólo un pequeño y sencillo ejemplo. Frete a esta circunstancia, la persona en cuestión puede huir,  paralizarse o resolver, dependerá de las herramientas psiquicas que tenga y también de eso dependerá el monto de angustia que la situación le genere. Aquí podemos observar tanto los “peligros externos” que representaría tomar una decisión así, como por ejemplo, ser excluid@ de un círculo de amigos en común o la posible disolución del vínculo de pareja; como los “peligros internos” es decir, qué representaría internamente y a nivel simbólico tomar una decisión en el sentido que sea. Por ejemplo, que implica para esa persona desligar la libido de un objeto de amor.

En la segunda teoría de la angustia, Freud habla también de la angustia señal, que es justamente aquella sensación que nos puede alertar de algún peligro y prepararnos para él.

Si ha llegado hasta aquí, podrá observar que la angustia no es poca cosa, es mucho más que un sentimiento displacentero que nos puede sorprender de forma súbita e imprevisible, además de ser por supuesto, un concepto crucial en psicoanálisis.

Y retomo el relato donde me quedé…

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“Así de sorpresiva e inesperada fue mi primera crisis de angustia, ¡me atacó a traición! Totalmente desprevenida. Al día siguiente busqué ayuda profesional, acudí a un psicoanalista, quien a su vez me sugirió una valoración médica y psiquiátrica. ¿Psiquiátrica? ¿No que no me estaba volviendo loca? No, no era así, sólo necesité temporalmente el apoyo de un ansiolitico, como quien necesita muletas trás romperse un tobillo, necesitaba calmar mi cuerpo para poder también calmar mi mente y entonces poder pensar. Vinieron algunas crisis más, pero ya tenía el apoyo  psicológico y médico, y aunque me costó mucho trabajo, también el de aquellas personas ceranas y queridas a quienes me atreví a contarles lo que me sucedía. Y no es que fuera algo malo, sino que me daba verguenza comentarlo. Para mi sopresa, descubrí que es algo mucho más común de lo que podría haber pensado, hay tantas personas a las que les sucede. Hablar, pedir apoyo profesional, trabajar física y mentalmente hicieron posible que saliera adelante. La angustia es una cosa fea, terrible, es como conocer los infiernos de la mente con todos sus demonios, sin embargo, es posible salir de ahí. Aprendí a detectarla, a estar preparada para cuando llegara aunque fuera de sorpresa, aprendí qué se debe hacer durante una crisis, y en mi terapia analicé todos aquellos motivos y vivencias que me llevaron a ese estado. Fueron necesarias muchas horas de análisis, de interpretaciones, resistencias, momentos de caerse y levantar, momentos de negación y aceptación. De todo aquello lo que queda hoy, es una persona distinta a aquella angustiada que fuí, una persona fortalecida. Me quedo con una frase de Haruki Murakami, que me hace pensar en los tiempos de la angustia y su teminación:

“ Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa si es segura, cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata esta tormenta.”

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*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

facebook.com/psiherranz psiherranz@hotmail.com

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