viernes, abril 19, 2024

EN REDONDO: La acelerada destrucción de Chiapas y del mundo

Por: Mario Ruiz Redondo

El estado de Chiapas es uno de los mejores ejemplos a nivel nacional e internacional, donde la corrupción oficial, convertida en impunidad de taladores extranjeros, nacionales y locales, ha permitido la destrucción de cientos de miles de hectáreas de bosques y selvas de maderas preciosas, lo mismo en la Lacandona, que en las Reservas de la Biósfera, protegidas en el papel por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación y la Cultura (UNESCO).

Devastación que no para y continúa sin límites, como lo demuestran las imágenes difundidas en los medios de comunicación de la entidad, así como de la capital del país y las redes sociales, en las que es posible observar apilados en amplios terrenos, cantidades impresionantes de troncos de árboles, algunos centenarios, semejando montañas.

Permanencia de aserraderos, la gran mayoría clandestinos que operan a la luz del día a lo largo y ancho del territorio chiapaneco, que procesan los grandes tallos para convertirlos en tablones, que habrán de ser trasladados fuera de la entidad, a bordo de trailers cerrados, sin que nadie los detenga.

La ciudadanía de las comunidades de influencia de las depradaciones que implican actos criminales, se siguen preguntando, ¿de qué sirve que se denuncie con todo valor civil tales atrocidades ante las autoridades municipales, estatales y federales, si el ecocidio no solamente se mantiene sino que se incrementa como respuesta abusiva de los delincuentes ambientales?

Daños colaterales, como la muerte de fauna y flora en en peligro de extinción, ocultas en reportes de afectación global, que dejan libres espacios para la ganadería extensiva o para una agricultura de sobrevivencia de dos o tres ciclos, que dan paso a siembra en buen número de hectáreas al cultivo de estupefacientes, como constantemente se revela.

Ahí están como el más cercano testimonio de la perversidad delictiva, los incendios provocados por la mano del hombre en zonas estratégicas de la geografía estatal, que arrasaron con miles de hectáreas de flora única, aún no cuantificadas por lo difícil del terreno de las áreas de resguardo internacional, en las que desapareció también fauna como el jaguar, el quetzal, el pavón y el tapir, especialmente en las Reservas de El Triunfo, La Encrucijada y La Sepultura, ya de por sí en peligro de extinción, a consecuencia de la insuficiente respuesta gubernamental, para extinguir las conflagraciones.

En el final de la segunda década del siglo XXI, sobresale pues, la “contribución” de Chiapas, a la aniquilación de la vida en el planeta, que ya adquiere características apocalípticas.

Las nuevas cifras de la Organización de las Naciones Unidas son por demás alarmantes, al advertir que alrededor de un millón de especies animales y plantas, están en peligro de extinción y muchas podrían desaparecer en el corto plazo, constituyendo una dimensión sin precedentes en la historia de la humanidad.

Un factor determinante en esta nueva época caracterizada por la autodestrucción del hábitat, que se traduce en un mayor calentamiento de la tierra, ahora con la denominación de cambio climático, como suma global de todos los factores de contaminación que irremediablemente hasta ahora, vaticinan la cercanía del fin de una humanidad irresponsable.

Las señales de la naturaleza están dadas cada vez con mayor frecuencia para aquellos países que como Estados Unidos y China, constituyen los principales generadores de la infición en la Tierra, sobre todo de la atmósfera, la más visible, por la emisión de gases y humos por la combustión de combustibles, sean gasolinas, diesel o carbón de las plantas termoeléctricas.

Y mientras los chinos se mantienen firmes para contrarrestar los efectos del uso del carbón para producir electricidad en su vasto territorio, así como un buen porcentaje de las naciones firmantes del Acuerdo de París, para contrarrestar el cambio climático global, la Unión Americana, a partir del arribo de Donald Trump al poder, renunciaría a este pacto internacional, argumentando que los recursos financieros que la primera potencia mundial aportaba a la causa, los utilizaría en beneficio de los estadounidenses.

En México, el cambio de gobierno con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza, ha dado también un viraje caprichoso, al anunciar la construcción de una nueva termoeléctrica a base de combustible carbonífero, en el estado de Guerrero, sin importar que al empezar a operar sea fuente de contaminación del aire, en perjuicio de los habitantes de su zona de influencia.

El aumento de la población mundial y sus conductas irracionales, son fundamentales en el inicio del fin del mundo “civilizado” que actualmente distingue el quehacer humano, al crecer más de un 100 por ciento en la última mitad del siglo, de tres mil 700 millones de habitantes a siete mil 600 millones, en el período que comprende de 1970 a 2018.

Los océanos, de acuerdo con los investigadores de la ONU, expertos han sufrido un gran impacto generalizado, al realizar el hombre la sobreexplotación de peces, mariscos y otros organismos. En los ecosistemas marinos, la pesca ha tenido el mayor efecto negativo en la biodiversidad de los últimos 50 años.

Cifras alarmantes, cuando advierten que la captura de las especies marinas es excesiva en un 33 por ciento, mientras que un 60 por ciento está casi insostenible, considerando incluso que se lleva a cabo cada vez más con mayor intensidad, en un mayor espacio marítimo y en aguas profundas.

Las conclusiones de 400 especialistas de más de 50 países, revelan que la abundancia promedio de especies nativas, en la mayoría de los principales hábitats terrestres, ha disminuido en al menos un 20 por ciento desde 1900. Unas 680 especies de vertebrados fueron llevadas a la extinción desde el siglo XV, entre ellas la Tortuga Gigante de Pinta, de las islas Galápagos en 2012. Más del nueve por ciento de todas las razas domesticadas de mamíferos utilizados para la alimentación y la agricultura se extinguieron en 2016, de un total de mil razas más amenazadas.

Actualmente se explotan unos 60.000 millones de toneladas de recursos renovables y no renovables anualmente a causa del aumento de la demanda de plantas, animales, combustibles fósiles, minerales y materiales de construcción, entre otros. El 23% de las aves en peligro de extinción habrían sido afectadas negativamente por el cambio climático, en tanto el 40 por ciento de las especies de anfibios están en vías de desaparición y una tercera parte de los corales se encuentran en la misma circunstancia.

Búsqueda inacabable para encontrar respuestas a la creciente demanda de comida y combustible, en la medida que se multiplica la población del planeta, sin que exista la menor intención de fomentar la conservación.

Los habitantes del planeta extraen más recursos y producen más desperdicios que nunca antes. El cambio del uso de la tierra ha tenido mayor impacto en los ecosistemas terrestres y de agua dulce, principalmente en los trópicos donde se encuentran los niveles más altos niveles de biodiversidad del mundo. Se han sacrificado más de 100 millones de hectáreas de bosque tropical en América Latina, debido a la ganadería y en Asia Oriental, por el cultivo de aceite de palma, que por cierto en Chiapas tiene gran auge, en grave perjuicio de la naturaleza.

Estadísticas de la ONU, por demás preocupantes, cuando precisa que una tercera parte de la superficie terrestre y casi el 75 por ciento de los recursos del agua dulce disponibles, se destinan a la producción agrícola y ganadera. La producción de cultivos se produce en el 12 por ciento de las regiones libres de hielo y el pastoreo sobre el 25 por ciento.

Estimación, de que un 25 por ciento de los gases de efecto invernadero proviene de la deforestación, la producción de cultivos y la fertilización. Los alimentos a base de animales, son los más contaminantes, con el agravante de que la agricultura ha incrementado la producción de comida a costa de la naturaleza.

Una evaluación muy completa de la situación del planeta amenazado por los seres humanos, que incluye la minería océanica que se ha expandido desde 1981, hasta llegar en la actualidad a seis mil 500 instalaciones de petróleo y gas en 53 países, preferentemente en el Golfo de México, donde se ha instalado el 60 por ciento, con la tendencia a aumentar en los tiempos en que el hielo se derrite en las regiones ártica y antártica, sumándose la duplicación de las zonas urbanas destruyendo la biodiversidad, a partir de 1992.

Un cambio climático que está presente, como efecto de rebote de la naturaleza a la irracionalidad humana que ha causado un calentamiento global de 1,0 grados centígrados en 2017, en relación con los niveles preinndustriales, con referencias de temperaturas que se elevaron 0,2 grados centígrados por década a partir de los últimos 30 años.

Atribución a esta principal amenaza para la sobrevivencia de la vida en el planeta Tierra, de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, incendios, inundaciones y sequías en los últimos 50 años, que han adquirido niveles nunca antes vistos, incrementando el medio global del mar de 16 a 21 centímetros desde 1900, en base a una tasa de más de tres milímetros por año en los últimos 20 años.

Una amenaza real que se simplifica en el hecho de que las naciones insulares de Asia Oriental y la Región del Pacífico, serán las más vulnerables al aumento del nivel de mar hasta de un metro, de acuerdo con el pronóstico que incluye la parte de comunidades importantes del Golfo de México y del Caribe, que quedarán bajo el agua.

Situación actual y perspectiva que parecieran exageradas, pero que son ya parte de una nueva realidad que se antojaba distante, pero que la conducta desequilibrada de las distintas poblaciones de los cinco continentes, ha violentado.

Irresponsabilidad

humana que favorece aceleradamente la pérdida de la biodiversidad, al generar contaminación del aire, el agua y el suelo, que tiene su desenlace en los océanos, al ser receptores de las descargas de 400 millones de toneladas de metales pesados, solventes, lodos tóxicos y otros desechos de instalaciones industriales, que hoy han creado 400 “zonas muertas”, que representan una superficie mayor a la del Reino Unido, equivalente a una superficie de más de 245 mil kilómetros cuadrados.

Como país, México tiene una historia negativa en materia de contaminación del aire, principalmente en su capital nacional, donde hace apenas unos días los 20 millones de habitantes que incluyen su Zona Metropolitana, enfrentaría una de las peores contingencias de su historia al rebasar los límites tolerables en la calidad del aire, que su gobernante Claudia Sheimbaun, en todo momento trató de minimizar de manera absurda y que finalmente sería obligada a decretar con carácter de emergencia la disminución del tránsito de automotores y la suspensión de clases por orden de la Secretaría de Educación Pública federal.

En Chiapas, mucho tiene el gobernador Rutilio Escandón, para poner orden en el terreno del binomio corrupción-impunidad, haciendo efectivo su compromiso de combatir a fondo la corrupción heredada por sus antecesores.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y Comunicadores por la Unidad A.C.

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