Por: Mario Ruiz Redondo
Termina la más reciente etapa sexenal gubernamental, y con ella casi la segunda década del siglo XXI, con períodos que convirtieron a Chiapas, en un laboratorio de experimentos sujeto a los caprichos de gobernantes en turno, que no solamente no corrigieron el rumbo ancestral de extrema pobreza y marginación de su población, sino que incluso lo empeoraron.
Bajo el argumento de que en arca abierta, hasta el más justo peca, el pastor evangélico de la Iglesia de El Nazareno, Pablo Abner Salazar Mendiguchía, iniciaría el período 2000-2006, como parte de la estrategia perversamente ideada por el mandatario priísta Ernesto Zedillo Ponce de León, para congratularse con Washington, de implantar en México el sistema de La Alternancia, para ceder el poder mantenido por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), durante siete décadas, al Partido Acción Nacional (PAN) en la persona de Vicente Fox Quesada.
Intento de una burda copia del sistema bipartidista estadounidense, en la que el panismo que impulsaría al ex gobernador guanajuatense, iría de la mano de un incipiente Partido Verde Ecologista de México (PVEM), en calidad de bulto, para “ganar” en una “Alianza por el Cambio”, los comicios del 2 de julio del 2000, gracias a la “Elección de Estado” pactada con uno de los mayores traidores del priísmo mexicano.
A la medianoche de ese día, al llegar a su casa en la ciudad de México, el “candidato perdedor” del PRI, Francisco Labastida Ochoa, rompería en llanto, maldiciendo y mentando madres en contra de Ernesto Zedillo Ponce de León, a quien calificaría de traidor por obsequiar Los Pinos a quien no tenía ni la capacidad, como tampoco los tamaños para tomar las riendas del país.
Mario Vázquez Raña, entonces presidente de Organización Editorial, sería uno de los cuatro amigos íntimos del político sinaloense, quien relataría lo ocurrido a su reducido equipo Staff del Corporativo, entre los que se encontraba el ahora columnista de CUARTO PODER.
Lo dejarían que durante varios minutos, acompañado de su esposa, se desahogara con lagrimas en los ojos, mientras con los puños cerrados reconocía su impotencia, al haber tenido que aceptar la consigna de Zedillo Ponce de León, que por cierto, esa misma noche, en la Residencia Oficial, le levantaría el brazo a Vicente Fox Quesada, reconociendo su triunfo, cuando aún el Instituto Federal Electoral lo haría oficial hasta tres días después.
Simultáneamente, en Chiapas el “abogado” Pablo Abner surgiría como aspirante a suceder a Roberto Albores Guillén, como abanderado de los Partidos Acción Nacional, Verde Ecologista de México, de la Revolución Democrática (PRD), del Trabajo (PT), Convergencia, de la Sociedad Nacionalista (PSN), de Centro Democrático (PCD), y Alianza Social (PAS).
Todo ello, después de traicionar al Revolucionario Institucional, que lo haría subprocurador General de Justicia, en 1978, con Salomón González Blanco; en 1993, vocal ejecutivo del Instituto Federal Electoral, en Chiapas.
Cargos que ocuparía sin haber concluido la obligada carrera de licenciado en Derecho. El colmo llegaría en 1994, cuando gracias a su amigo y protector, el gobernador interino, Javier López Moreno, violando flagrantemente la ley, lo designa secretario General de Gobierno, cargo en el que permanece tres meses para luego designarlo candidato priísta al Senado de la República.
Como senador astutamente se vincula con Vicente Fox Quesada, quien, antes de que concluyera su período senatorial, le ordena renunciar al PRI, para ser postulado por el PAN y sus comparsas, con la certeza de que la estructura gubernamental y recursos del tricolor, estarán a su disposición, lo cual ocurriría y “derrotaría” en unas votaciones amañadas, al experimentado político priísta Sami David David.
Para entonces, durante la campaña proselitista del pastor evangélico de la Iglesia de El Nazareno, el periódico CUARTO PODER de Tuxtla Gutiérrez, había revelado, como resultado de una amplia investigación sustentada, que Pablo Abner había incurrido en un grave delito de suplantación de profesión, ya que la cédula profesional con la que había “ejercido” como “abogado litigante”, pertenecía a una mujer que efectivamente había obtenido el título como licenciada, en la Universidad Autónoma de Puebla.
Sin el menor rubor, Salazar Mendiguchía había falsificado la cédula, poniéndole su nombre y con ella haberse ostentado como profesionista, cuando ni siquiera terminó de cursar el tercer año de la carrera.
Y cuando la ciudadanía exigía al Instituto Federal Electoral (IFE), la cancelación del registro de Pablo Abner como aspirante a la gubernatura, surgiría entonces el manto protector y cómplice de Ernesto Zedillo Ponce de León, a petición de Vicente Fox Quesada, para evitar que prosperara la inconformidad social por el ilícito cometido por el falso hombre de leyes.
No pasó nada y como suele ocurrir en México, la impunidad se haría presente y en unas elecciones por demás fraudulentas, Pablo Abner Salazar Mendiguchía sería declarado “gobernador constitucional del estado de Chiapas”, y tomaría posesión del cargo el 8 de diciembre de 2000, con la presencia de su hacedor Vicente Fox Quesada.
Daría comienzo entonces, una de las etapas más vergonzosas en la historia política y de gobierno de Chiapas, al encabezar de inmediato el soyalense, un esquema dictatorial, para cobrar venganza a todos los que para ese momento consideraba sus enemigos, al desenmascarar su verdadera y triste realidad fraudulenta y por lo mismo delictiva.
Odio y sed de cobrar afrentas a empresarios, muchos de los cuales sufrirían represión, persecución, allanamientos a sus casas y negocios, intervenciones telefónicas, atropellos a sus derechos humanos y patrimonios, auditorías, amenazas, intimidaciones, que obligaron a muchos salir del estado, para ponerse a salvo del aprendiz de absolutista bananero.
Implantación de una anticonstitucional “Ley Mordaza”, porque nunca fue publicada en el Diario Oficial, que llevó a la cárcel a comunicadores que en sus espacios criticaron antes y después ya en el mando, la conducta patológica de quien hacía sentir su poder como virrey.
Desquiciamiento de Salazar Mendiguchía, que haría de la obra pública el negocio particular de la familia, al grado de que uno de sus hermanos, vendía al mejor postor en todas las cantinas del territorio chiapaneco, contratos para todo tipo de construcciones, a cambio del “moche mínimo del 20 por ciento”, autorizado por el todopoderoso gobernante.
Surgimiento de nuevas empresas constructoras propiedad de Salazar Mendiguchía, mediante la utilización de prestanombres, que le redituaban el dinero que jamás se imaginó cuando vivió, ya como “abogado”, en la casa de interés social de la proletaria colonia 24 de junio de la capital estatal.
La buenaventura había llegado y la disfrutaba al máximo, bajo la bandera de ser “el gobierno de la esperanza”, mientras los indígenas y en general los hombres del campo y los habitantes de las zonas marginales, los estudiantes, los empresarios y los burócratas observaban el nuevo y cínico saqueo de las arcas estatales.
Vendría para Pablo Abner y su padrino Vicente Fox Quesada, el “premio mayor”, al desencadenarse el martes 4 de octubre de 2005, la furia de la naturaleza con el huracán Stan, que realizaría una acción devastadora de bienes y vidas, principalmente en la Región Soconusco.
Como lo ameritaba la emergencia, el Poder Legislativo autorizaría recursos para la Reconstrucción de Chiapas, que astutamente maquilló Salazar Mendiguchía, para ampliar a 41 municipios los afectados por el fenómeno meteorológico, con foco principal en Tapachula, donde las incontenibles corrientes del río Coatán, cobrarían la vida de más de tres mil personas, que serían arrastradas hacia el mar, mientras el gobierno daba como cifras oficiales solamente 80 víctimas.
Diputados y senadores darían luz verde a un presupuesto de emergencia, de entre 15 y 20 mil millones de pesos, para construir decenas de miles de viviendas, sistemas de drenaje y agua potable, caminos vecinales, carreteras, puentes, escuelas, aulas, centros de salud y hospitales, además de financiamiento a empresarios agrícolas para reactivar la economía.
Los hijos de la pareja presidencial Marta Sahagún, procreados en su anterior matrimonio, los hermanos Bribiesca Sahagún, se servirían con la más grande las cucharas, con la venia del padrastro Vicente y la obligada complacencia de Salazar Mendiguchía.
Pablo Abner ofertaría a los entenados de Fox Quesada, las mejores obras, de tal manera que pronto empezarían a aparecer y a ser pagados de inmediato, voluminosos expedientes de facturas de los Bribiesca Sahagún, que era un secreto a voces que la gran mayoría correspondían a trabajos con costos multimillonarios no realizados, pero con que aparecieran en el papel era suficiente para el entonces gobernador chiapaneco, que también seguía aprovechando los beneficios del río revuelto del huracán Stan.
Había que ejercer el presupuesto a como diera lugar en menos de un año, pues en diciembre concluirían ambos gobernantes sus mandatos, por lo que la verificación de las edificaciones se pasaba por alto, pues lo importante era demostrar con facturas que todo estaba correctamente aplicado en favor de los miles de damnificados.
Comenzarían las quejas de los “beneficiados”, a las que nadie hacía caso, pues resultaba que “eran unos malagradecidos”, al denunciar que las “casas”, de cuatro por seis metros, eran de muy mala calidad, sin repello y sin pintar, mientras que la inconformidad lo común era que por los techos y paredes se filtraba el agua de la lluvia, además de que habían sido edificadas en terrenos inundables, careciendo además de agua potable, drenaje y red de electricidad.
Muchas de ellas construidas en laderas, que por lo mismo representaba un alto riesgo para quienes
las quisieran habitar. Enojo agregado porque tampoco tenían la certeza de ser dueños, ya que las escrituras no se entregaron y es apenas en 2018, cuando volvieron a darse cuenta del “error” y siguen tratando de corregirlo, sin mucho éxito.
En sus afanes por ser secretario de Gobernación de Vicente Fox Quesada, alentado por éste, Salazar Mendiguchía aprovechaba en todo momento la foto para pagarla en los periódicos de la capital del país o las imágenes en video, para lo cual compraba costosos espacios en los horarios triple “A” nocturnos de los noticieros.
Pablo Abner es recordado hoy, como un pobre aprendiz de dictador bananero, que en medio de su egocentrismo creyó que nadie mejor que él, para continuar dirigiendo tras bambalinas el futuro de Chiapas, por lo que desde su llegada a Tuxtla Gutiérrez, tendió su manto enriquecedor en torno de Juan Sabines Guerrero, a quien primero hizo diputado local, alcalde capitalino y finalmente gobernador del período 2006-2012, considerando que sería el más indicado para someterse a sus consignas absolutistas, en las que su frase más conocida dirigida a sus enemigos, fue siempre la de acabar con ellos, al precio que fuera.
Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.
Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad.