jueves, abril 25, 2024

El derrumbe del “Jefe Apolo”

***Único sobreviviente de los fundadores de “La Hermandad” de Durazo

***Sobrevivió al paso de 19 secretarios de la dependencia

***Deja en la nómina de la SSP a parientes, amigos y compadres

José SÁNCHEZ LÓPEZ

CIUDAD DE MÉXICO, 27 de octubre (AlmomentoMX).- Con la salida de Luis Rosales Gamboa, “Jefe Apolo”; de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México, en la que mantuvo el poder más de 43 años, se cierra una de las páginas más negras en la policía, cuyos elementos fueron extorsionados con el llamado “entre” durante más de cuatro décadas.

 

El pasado martes se filtró a los medios un documento de la Dirección de Carrera Policial, en el que la titular, Violeta Ivette Aguilar Fregoso, avalaba la renuncia por “Baja voluntaria” de Luis Rosales Gamoa, subsecretario de Control de Tránsito; horas más tarde el llamado “Jefe Apolo”, en entrevista concedida a un medio de circulación nacional confirmò lo difundido.

 

Petulante, dijo desconocer quien había filtrado su renuncia, que ya se había viralizado, “pero tranquilos, no me voy hasta que termine esta administración (30 de noviembre), ni antes ni después”, aunque no quiso precisar si su salida obedecía a una baja voluntaria o por jubilación.

 

El Jefe Apolo, indicativo policial, pero más conocido entre la tropa como “El Titino”, por su parecido con el muñeco del ventrílucuo “Carlos”, ingresó hace cerca de 43 años a un área administrativa de la entonces Dirección General de Policía y Tránsito del Distrito Federal, bajo el mando del general Daniel Gutiérrez Santos.

 

Entró como “policía tercerón” y ahí se mantuvo por algún tiempo, hasta que llegó a la corporación Arturo Durazo Moreno, quien junto con altos jefes policíacos fundó la llamada “Hermandad Policíaca”. Uno de los cofundadores fue Pedro Luna Castro, suegro de Luis Rosales Gamboa, quien lo recomendó con “El Negro” Durazo y éste ordenó lo nombraran jefe de Almacén, situado en los sótanos de la Plaza de Tlaxcoaque y ahí, ya como miembro de “La Hermandad”, comenzó a tejer su red que lo llevaría al poder.

 

De esa manera, llegó a convertirse en uno de los más influyentes funcionarios de esa institución, a grado tal que hubo etapas en las que nada se movía al interior si no lo ordenaba o autorizaba Rosales Gamboa.

 

Se comenta que incluso algunos secretarios le temían y que, al menos dos de ellos, Jesús Rodríguez Almeida e Hiram Almeida Estrada, terminaron por renunciar a sus cargos, luego de sostener confrontaciones con el poderoso subsecretario de Operación Policial., según testimonios de mandos en activo de la SSPCDMX.

 

Tras la dimisión de ambos secretarios, Rosales Gamboa estuvo fungiendo en dos ocasiones como secretario interino, con miras a ser nombrado como jefe máximo de la policía de la Ciudad de México, pero no pudo alcanzar su sueño.

 

En junio de 2009 estuvo enterado del operativo que se llevó a cabo en la discoteca New´s Divine, en la delegación Gustavo A. Madero, donde murieron nueve jóvenes y tres policías. Por esos hechos varios funcionarios fueron hechos responsables, pero Rosales Gamboa salió limpio, sin que pudieran fincarle responsabilidad alguna.

 

El 5 de diciembre de 2014 ocupó el interinato, cuando se desempeñaba como subsecretario de Operación Policial, luego que  el entonces jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera Espinoza, le encargara la dependencia, tras la renuncia de Jesús Rodríguez Almeida, por las críticas y presiones en protesta por la actuación de la policía en las manifestaciones por el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos.

 

Ese operativo lo había llevado a cabo Rosales Gamboa, motu propio y sin notificar a su jefe. Ese mismo día, activistas y defensores de derechos humanos lo calificaron como “un tipo siniestro, un capo, una manzana podrida, lo peor de la policía en México”.

 

Diez días después, el semanario Proceso difundió que Rosales Gamboa, tenía en la nómina de la corporación a 10 de sus familiares, con sueldos de entre 23 mil y 94 mil pesos.

 

En julio de 2017, aparecieron varias narcomantas en distintos puntos de la ciudad, en las cuales el “Jefe Apolo” era acusado de recibir pagos del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y no cumplir con los acuerdos.

 

Tales señalamientos fueron negados por el jefe policiaco, que achacó lo que dijo eran infundios al daño que la policía había infringido a la delincuencia.

 

El segundo interinato lo ocupó luego de la renuncia de Hiram Almeida Estrada, que, según el jefe de gobierno, José Ramón Amieva Gálvez, se había dado “por relevo institucional y cierre de ciclo” y nuevamente quedó como jefe policiaco provisional el sempiterno Luis Rosales Gamboa.

 

En esa ocasión, llegó a sentirse tan seguro de que sería ratificado en el cargo que comenzó a tener reuniones secretas con altos jefes de la corporación y con reporteros de la “fuente” policíaca para que lo apoyaran en su inminente arribo a la titularidad de la SSP capitalina.

 

Empero, nuevamente le fallaron sus apreciaciones y en julio de este año, el ingeniero naval, Raymundo Collins Flores, fue designado como titular de la SSPCDMX y Rosales Gamboa, pese a que aseguró que “a la tercera sería la vencida”, fue rebajado e categoría al ser nombrado subsecretario de Control de Tránsito.

 

En esta ocasión, al conocerse su renuncia, Amieva Gálvez dijo que tenía que corroborar la autenticidad del documento y después platicar con Rosales Gamboa, “yo, al Jefe Apolo le tengo un afecto muy especial, por lo que tengo que conocer los motivos de su renuncia”, dijo.

 

Día antes de que fuera designacio Collins Flores como nuevo secretario, se conocieron dos situaciones que dejaron muy mal parado no sólo a Rosales Gamboa, sino a Édgar Bautista Ángeles, clave “Marte”, yerno del “Jefe Apolo” y a Carlos Ángeles, con indicativo “Puma”, sobrino de Édgar.

 

La madrugada del sábado 7, en Chihuahua esquina con Monterrey, colonia Roma, dos sujetos intentaron asaltar a un taxista. Pidió ayuda a sus compañeros y lograron detener a los presuntos asaltantes. Llamaron a la policía y acudió la patrulla DF-353-Z1, en la que subieron a los presuntos asaltantes y a la parte acusadora. Los llevarían ante el Ministerio Público de la Delegación Cuauhtémoc.

 

Calles adelante los patrulleros intentaron liberar a los sujetos. Los mismos taxistas que seguían a la unidad lo evitaron y siguieron rumbo a la delegación. Durante el trayecto otras patrullas trataron de obstaculizar el paso para evitar que llegaran a su destino, pero nuevamente los ruleteros lo evitaron.

 

Al llegar a la colonia Guerrero, en Aldama y Mina, ya los esperaban no menos de 30 vehículos policíacos, entre patrullas, camionetas y dos camiones de granaderos, un promedio de 200 uniformados.

 

Cercaron a los taxistas, arremetieron a golpes contra ellos, dispararon al aire y liberaron a los detenidos. Hubo 19 taxistas heridos, dos de gravedad que fueron internados en el Magdalena de Las Salinas, y varios de sus autos resultaron con severos destrozos.

 

Detuvieron a media docena de taxistas, les quitaron sus celulares, se los rompieron y los encerraron en galeras, con la anuencia del MP. Algunos de ellos heridos, fueron dejados en libertad durante la madrugada, no sin antes advertirles “que no se metieran en pedos con el jefe Marte y menos con el jefe Apolo”.

 

El taxista al que intentaron asaltar, se convirtió de víctima en victimario. Fue consignado al “Torito” por faltas a la autoridad, según los policías y tuvo que pagar 2 mil 600 pesos de multa para salir libre.

 

De los dos ladrones no se supo nada, ni quiénes eran ni a dónde se los llevaron, ni por qué tan gigantesco despliegue policíaco para liberarlos. Nunca se supo de quiénes se trataba, aunque era obvio que era gente que de alguna manera comprometía a los jefes policiacos.

 

La madrugada del día siguiente, el domingo 8, los reporteros ALEJANDRO MENDOZA e ISIDRO CORRO, de Reforma y TV Azteca, acudieron a la esquina de Doctor Andrade y Doctor Vertiz, colonia Doctores, a cubrir una balacera ocurrida minutos antes.

 

La policía impidió su trabajo y cómo éstos insistieron, los golpearon y les robaron sus celulares, donde aparecían las imágenes de los gendarmes golpeadores.

 

Dos años antes, en el 2015. Rosales Gamboa influyó para que su yerno Édgar fuera nombrado director de la Policía Auxiliar y en cuanto llegó advirtió a la tropa: “traigo órdenes del Jefe Apolo de traerlos al pedo y al que no le guste, a la chingada”.

 

A los mandos policíacos les fijó cuotas quincenales que saldrían de la extorsión a ambulantes. El jefe del Sector 52, Carlos Luelmo Juárez se negó y por órdenes del “Jefe Apolo” fue enviado como vigilante a uno de los torniquetes del METRO. En su lugar impuso a Carlos Ángeles, apodado “El Charlie”, con indicativo policíaco “Puma” y la extorsión siguió a todo lo que daba en la PA.

 

A su paso por dicha policía, de febrero de 2015 a noviembre de 2017, “Marte” acumuló infinidad de acusaciones y señalamientos por acosador, abusivo y corrupto, pero ninguna denuncia prosperó. Su suegro se encargó que no ocurriera nada.

 

Una de esas denuncias, cuyos antecedentes quedaron asentados en la averiguación previa FSP/B/T3/2370, señala que fue acusado por abuso sexual y robo, en agravio de una pareja de la diversidad sexual. La denuncia se envió a reserva porque los afectados no ratificaron su queja. Trascendió que habían sido acosados e intimidados de tal manera, que optaron por desistirse.

 

De una u otra manera, Rosales Gamboa, quien era el único sobreviviente de la cofradía creada por el desaparecido Arturo “Negro” Durazo Moreno en la década de los setentas, vio pasar, pacientemente, a 19 jefes policíacos, siempre a la espera de cumplir su sueño.

 

Como elemento disciplinado, decía él, sometido, replicaban sus compañeros, “El Jefe Apolo” siempre se “cuadró” y regresaba al cargo que tenía, siempre como subsecretario, principalmente de Operación Policial, el área más importante de la SSP ya que dirige y controla todos los agrupamientos policíacos y coordina todos los operativos en la Ciudad de México.

 

Así, pese a no haber asumido el poder absoluto, Luis Rosales Gamboa, seguía siendo el número dos dentro de la corporación, en la que “el entre” (añeja práctica de extorsión a la tropa), el nepotismo y la explotación, continuaron vigentes a pesar de quejas, huelgas de hambre, inconformidades y denuncias formuladas por los mismos policías.

 

¿Pero cómo llegó Luis Rosales Gamboa a la policía? ¿Qué hizo para mantenerse dentro de la corporación durante más de 4 décadas y sobrevivir al paso de casi una veintena de titulares de la corporación? 

 

Luis Rosales llegó a la entonces Dirección General de Policía y Tránsito, en la década de los setentas, como policía de tercera, cuando el general Daniel Gutiérres Santos era el director general.

 

En 1976, tras el arribo de Arturo “El Negro” Durazo Moreno, el entonces jefa de área, Pedro Luna Castro, alias “El Mocho”, quien era uno de los hombres más cercanos al nuvo jefe policáico recomendó a su yerno, Rosales Gamboa y pasó de policía “tercerón” a jefe de Almacén en los sótanos de Tlaxcoaque.

 

A pesar de que era una posición  aparentemente no productiva, el sagaz “Titino”, mote que desde entonces le impuso la tropa, encontró la manera de hacerlo redituable.

 

El modus operandi le resultó simple:

 

A los de talla 40 y calzado del 8, les daba talla 34 y zapatos del 5 y a los de talla pequeña, a la inversa, de tal suerte que si querían ropa y zapatos adecuados, pues tenían que “entrarle”; la “mordida” entre los mismos uniformados, era, cuando menos, de un “ciego”, 100 pesos.

 

La estrategia  dio tal resultado que se volvió común ver un casco de granadero sobre el mostrador, donde los solicitantes ya sabían que tenían que echar sus 100 pesos, sin chistar, ni averiguar nada, sólo así había ropa y calzado a su medida.

 

Ello no sólo en cuanto a uniformes, ya que en el almacén se manejaban refacciones, implementos, armas, cartuchos, vales para gasolina etcétera, etc., por los que también había que pagar, lo que hizo que tan modesto cargo se volviera sumamente cotizado.

 

Después y ya con hombres bajo su mando, aleccionado, claro está, por altos jefes que ya habían conformado la cofradía policíaca, entre ellos su suegro Luna Castro, aprendió nuevas “estrategias”.

 

Algunos de los primeros integrantes de “La Hermandad” fueron: David León Méndez, Darío Chacón Montejo, Rodimiro Ruiz Rodríguez, Faustino Delgado Valle, René Monterrubio López, Santiago Tapia Aceves, Rafael Avilés Avilés, Rogelio Herrera Pérez, Federico Balderas Portillo, Marco Antonio del Prado, José Luis Sánchez Amaya, Enrique Pérez Casas, Ignacio Flores Montiel, Fidel Medina Herrera, Carlos Calderón Cadena, Francisco Romero Mauricio, Pedro Hernández Leyte, Javier Osorio Rivas, Emmanuel Lima, Angel Vilchis, Javier Orozco Paz y Víctor Manuel Juárez Sierra, entre otros.

 

Muchos de ellos se retiraron sin que jamás se les hubiera molestado, los menos terminaron en la cárcel y otros ya fallecieron.

 

El mudos operandi de “La Hermandad Policíaca” era extorsionar al subalterno, a la tropa, al policía de menor grado, cobrarle por todo; patrullas, motos, grúas, armas, uniformes, combustible, refacciones, turnos, vacaciones, permisos, arrestos, cruceros, zonas productivas y la exigencia de  una cuota diaria para “poder salir a trabajar”.

 

Su poderío e impunidad estaban fincados en una alianza al estilo de la mafia siciliana. La gran mayoría de los jefes policíacos se aliaron para protegerse entre sí, desde el máximo líder, Durazo Moreno, hasta el jefe más modesto.

 

Cuando alguno de ellos ya resultaba insostenible por sus fechorías, era suspendido o cesado y, en algunos casos, hasta consignado y sujeto a proceso, era entonces cuando los demás miembros de la cofradía se hacían cargo de todo.

 

Desde el pago a los mejores abogados, hasta la manutención de la familia del “hermano caído en desgracia” y lo cuidaban hasta que finalmente salía de los problemas o de la cárcel. No fueron pocos los que tuvieron que ser restituidos, tras amañados juicios laborales, luego de haber sido despedidos de la corpopraciòn o incluso, encarcelados.

 

Obviamente, al salir de sus problemas quedaba más que comprometido con quienes lo habían salvado y cuando se repetía una situación similar con alguno de los otros miembros de “La Hermandad”, de inmediato correspomndía a la ayuda que había recibido.

           

En ese entonces el incipiente “hermano Luis” apenas comenzaba, pero según sus maestros, ya pintaba como buen prospecto y así lo demostró, pues a diferencia de sus colegas él si supo ser disciplinado, mostrarse duro e implacable con los de abajo y sumiso y servil con los de arriba.

 

Protegido siempre por Luna Castro, su cargo como jefe de almacén duró solo unos meses, después lo colocó como supervisor administrativo de los entonces elegantes “tamarindos”, donde las ganancias y reparticiones ya fueron mucho mayores.

 

Y en una carrera meteórica, repentinamente, sin haber pasado siquiera por la Academia de Policía y con tan sólo la primaria terminada, fue convertido en jefe de sector, luego jefe de región con varios sectores a su cargo, más tarde como supervisor en jefe del personal operativo y así, vertiginosamente, escaló cargos hasta llegar a subsecretario y después secretario interino, en dos ocasiones.

 

En el camino quedó Durazo Moreno, los generales Ramón Mota Sánchez y José Domingo Ramírez Garrido-Abreu, el político Enrique Jackson Ramírez, David Garay Maldonado, Rodolfo Debernardi, René Monterrubio López, Rafael Avilés (otro interino), Alejandro Gertz Manero, Marcelo Ebrard Casaubón, Joel Ortega Cuevas, Manuel Mondragón y Kalb, Jesús Rodríguez Almeida e Hiram Almeida Estrada, entre otros.

 

Pero no fue necesario que llegara a la cúspide para convertir la corporación en una agencia de colocaciones o, mejor dicho, en una casa de beneficencia para familiares, amigos, compadres y demás.

 

Su hermano, Felipe Rosales Gamboa, ha estado involucrado en investigaciones por delitos federales.

 

Javier González del Villar, ex director de Asuntos Internos de la Secretaría, denunció hostigamiento en su contra y acusó directamente a Felipe de amenazarlo.

 

Felipe, fue cesado en 2008 y 2013 por pertenecer a una banda de robacoches, de acuerdo a las acusaciones de José Luis Mendoza Prado, quien fue policía por más de 40 años.

 

Aseguró que el 23 de enero de 1998, en las inmediaciones del Bancomer de Plutarco Elías Calles y Eje 6 Oriente, en la colonia Militar Marte, detuvo a Felipe Rosales Gamboa y a Rubén Omar Cano, quienes formaban parte de una banda de ladrones de coches.

 

Tripulaban la camioneta placas 833HWS, con sirena y altoparlante, reportada como robada y con documentos falsos; ambos dijeron ser agentes federales y le ofrecieron 100 mil pesos a Mendoza Prado para que los dejara libres pero los detuvo y los remitió.

 

Diez años después, en el 2008, volvió a encontrárselos, pero ya no como delincuentes, sino como altos mandos de la policía, “yo no los reconocí, pero ellos a mí sí y me la cobraron”.

 

En esa red de protección, al estilo de “La Hermandad” que siguió tejiendo Luis Rosales Gamboa durante varias décadas de protección, complicidades y corrupción, Martín Manzo Estrada fue una pieza fundamental para el acomodo de amigos y familiares en puestos clave.

 

En conjunto, los familiares del subsecretario (hermano, yerno, cuatro primos y cuatro sobrinos), llegaron a recibir sueldos mensuales de 23 mil hasta 94 mil pesos.

 

Sobre “El Jefe Apolo”, cuyo salario es de 98 mil 901 pesos mensuales, fue acusado en diversas ocasiones por corrupción, extorsión, protección a delincuentes y nepotismo, pero ninguna denuncia prosperó.

 

En la cuestionable trayectoria del hombre “que se cuadra al mando”, según sus allegados, destaca el linchamiento de tres federales en Tláhuac, lo que le costó el puesto como jefe de la policía a Marcelo Ebrard Casaubón. El operativo fue ordenado por el entonces presidente Vicente Fox, Quesada y el ejecutor fue Luis Rosales Gamoa, quien siguió firme en su cargo.

 

Otro de los operativos en el que “El Titino” tuvo activa participación, fue el del antro News Divine, donde murieron 12 jóvenes, lo que provocó la renuncia de Rodolfo Félix Cárdenas como procurador de justicia y de Joel Ortega Cuevas como secretario de Seguridad Pública, además del encarcelamiento de Guillermo Sayas González, quien era coordinador de la UNIPOL, pero “El Jefe Apolo” se mantuvo en su puesto y las acusaciones en su contra fueron archivadas.

 

También tuvo responsabilidad en el operativo del 20 de noviembre del 2014, por detenciones arbitrarias y en las acciones del 1 de diciembre del 2015, durante las protestas por la toma de posesión de Enrique Peña Nieto como presidente de la República, pero quien pagó los platos rotos fue Jesús Rodríguez Almeida.

 

En la procuraduría capitalina se hallan “congeladas” denuncias de “cantonazos” (asaltos a domicilios particulares por policías vestidos de civil), bajo el argumento de denuncias ciudadanas por narcomenudeo, en las que aparecen nombres de varios de los allegados al jefe “Apolo”.

 

Emulando a su suegro, Pedro Luna Castro, Rosales Gamboa también acogió bajo su protección a su yerno: Édgar Bautista Ángeles, al que designó como director general de la Policía Auxiliar, aprovechando su cargo como subsecretario de Operación Policial de la dependencia, durante la gestión de Jesús Almeida.

 

El pariente político de Rosales Gamboa, que tuvo bajo su mando a 20 mil elementos de la PA, estuvo inmiscuido en una denuncia penal por abuso sexual y robo, en agravio de una pareja de la diversidad sexual, hechos que quedaron asentados en la averiguación previa FSP/B/T3/2370/07-10.

 

La denuncia no prosperó porque los afectados fueron intimidados y se rehusaron a comparecer para ratificar su acusación, por lo que se decretó el no ejercicio de la acción penal y la denuncia se envió a la reserva, pese a las evidencias del caso.

 

Cuando Manuel Mondragón y Kalb fue secretario, Bautista Ángeles tuvo tropiezos en los sectores Nápoles y Narvarte, en la delegación Benito Juárez, pues los resultados en el combate a la delincuencia fueron magros, lo que le costó su remoción, pero su suegro lo convirtió en uno de sus principales brazos operativos en una de las zonas más lucrativas en términos de corrupción: director general de la Zona Centro y fue cuando surgieron innumerables quejas por abuso policial contra el ambulantaje que no formaba parte de los grupos que protegía.

 

Pero no nada más protegió a su yerno, sino también al hermano de éste, Isaías Bautista Ángeles, al que acomodó como jefe del sector Ángel, en la Zona Rosa.

 

Con el secuestro y muerte de los 13 jóvenes del Bar Heaven, cuando la procuraduría capitalina comprobó que uno de los oficiales de Isaías, Edgar Gutiérrez Vera, participó activamente en el acto criminal y se corroboró la relación directa con el cártel “La Unión”, Rosales Gamboa tuvo que removerlo, pero no lo dio de baja.

 

Es un secreto a voces que al menos 10 familiares del llamado “Jefe Apolo”, así como amigos y compadres, ocupan cargos directivos de mediano y alto nivel en la SSPCDMX.

 

Finalmente, a más de cuatro décadas de explotación de decenas de miles de policías, en sólo tres meses Raymundo Collins Flores logró lo que no pudieron 18 de sus anteeesores, acabar de tajo con los reductos de “La Hermandad”, representada por Rosales Gamboa, quien en poco más de un mes, dejará de ser el “Jefe Apolo” para convertirse solamente en “El Titino”, ya sin poder, mando, ni control sobre los casi 100 mil policías que conforman la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México.

 

Sólo resta al ingeniero Collins no perder de vista los rescoldos que dejó en la SSPCDMX, entre familiares, amigos, compadres y demás, porque de lo contrario, lo que queda de “La Hermandad” podría renacer y seguir ahí con el inminente riesgo de seguir explotando a la tropa que muchas veces, para cumplir las exigencias de sus jefes, se vieron obligados a delinquir.

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