El demagogo

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Federico Berrueto
El populismo es la enfermedad mayor de la democracia en el mundo. Llega a muchos lados a partir del descontento con el estado de cosas. La sociedad o los votantes pierden aprecio por lo que existe, no alcanzan a diferenciar entre lo positivo y negativo y la propuesta populista se impone por la vía electoral y con persistencia arrolla todo, incluso la escalera que le permitió llegar al poder (Lorenzo Córdova dixit).
El populismo y la polarización consecuente requiere de un líder carismático, capaz de plantarse como opción. Para ser eficaz debe ser un demagogo, mentir sin escrúpulo y así hacer creíble el anhelo de cambio. El demagogo es el actor relevante de la tragedia política de nuestros tiempos, como señala Michael Singer, en su obra de ya hace años, Demagogue: The Fight to Save Democracy from Its Worst Enemies. Singer sostiene que para que la democracia sobreviva frente a los demagogos no basta con tener instituciones fuertes; también es necesaria una cultura política, una “conciencia constitucional”.
Esa es la mayor debilidad de México, la falta de conciencia cívica, de aprecio por la legalidad democrática en la sociedad y, debe destacarse, también en sus élites. Contenciones “culturales” significa que en otras naciones con demagogos hagan daño, pero no destruyan el edificio institucional democrático. Boris Johnson participó del peor error de Inglaterra en la historia reciente con el Brexit, pero fue echado del poder por la misma razón de lo que pasa en México, la distancia monumental entre la prédica moral y la práctica política del gobernante. Trump ha infligido un daño profundo a la democracia norteamericana con el respaldo de sus correligionarios republicanos y en cierto grado de la Corte, pero la resistencia a la tiranía trumpista viene de muchos frentes, incluso de una opinión pública que día a día aumenta en su contra. La elección de noviembre del próximo año el trumpismo exacerbado verá su fin no tanto por el triunfo de los demócratas, sino por los republicanos una vez que advirtieran el costo del aval a la autocracia.
Singer presenta cuatro elementos del demagogo que como anillo al dedo le vienen a López Obrador: primero, presentarse como una persona común frente a las élites, “no somos iguales” es una frase claridosa para diferenciarse de los demás y con muestras ostensibles de austeridad para asimilarse a la mayoría; segundo, una conexión visceral con el pueblo, que trasciende la popularidad normal -emociones, pasiones, resentimientos colectivos. La mañanera ha sido el recurso por excelencia; representa no un ejercicio de comunicación, es una manera de gobernar; tercero, manipular esa conexión en beneficio propio, usando la popularidad para objetivos personales más que el bien común. Deben destacarse dos propósitos, el electoral en función de su persona y el de la corrupción exacerbada; y cuarto, romper normas o leyes, desafiar instituciones establecidas, cuando esos obstáculos limitan sus ambiciones. Una frase lo dice todo, no vengan con eso de que la ley es la ley.
Singer también hace una distinción entre populismo y demagogia: no todo populista es demagogo (el populismo puede operar dentro de reglas democráticas), pero los demagogos tienden a violar normas, manipular leyes, debilitar controles. No está por demás señalar que el populismo con esteroides conduce a la destrucción de la legalidad, como ocurre actualmente en EU y, desde luego, en México. Cuando el populismo pone en el volante al demagogo, el vértigo del poder conduce, necesariamente, a la destrucción de la institucionalidad democrática y quedará en la oposición formal, en los poderes públicos, en los gobiernos subnacionales y en la opinión pública la contención de tal desenfreno.
La presidenta Sheinbaum no es demagoga en el sentido estricto de la palabra. Más bien tiene la condición de ejecutora del proyecto populista diseñado por el demagogo, por convicción, no por presión del predecesor, y el nuevo estadio le permite avanzar en la normalización de la realidad autocrática. La destrucción se acentúa y pierden aprecio los valores cívicos de la cultura democrática, como el respeto a la libertad de expresión, y a principios básicos de coexistencia de la diferencia. Bajo esta consideración debe valorarse la iniciativa de reforma política que pretende eliminar la integración plural de los órganos legislativos conforme al peso electoral de cada partido. La sobrerrepresentación es propia de la visión autoritaria, bajo la tesis de que la conducción del país corresponde solo a una fuerza política, única en su representación del pueblo y de la nación.

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