Miguel Ángel Ferrer
Al paso de los días es evidente que se está desinflando el golpe suave que pretendía derrocar al gobierno de Nicaragua. Una reedición de los intentos de golpe blando que se vivieron en Venezuela en los pasados meses. Los mismísimos videos y fotografías que los golpistas subieron a las redes sociales no muestran como actores de las propuestas antigubernamentales a supuestos pacíficos estudiantes, sino, como en Venezuela hace poco, a bandas de vándalos y pandilleros, auténticos lumpemproletarios reclutados especialmente para generar la apariencia de ingobernabilidad y caos social.
También poco a poco ha logrado saberse que muchos de esos vándalos han salido de las tristemente célebres pandillas de la Mara Salvatrucha. Es obvio que el dinero de Washington y del somocismo-chamorrismo ha obrado el milagro de convertir a sanguinarios criminales en pacíficos estudiantes sedientos de democracia.
Para el armado del golpe suave, la derecha nicaragüense y Washington no sólo se han valido de las bandas de la Mara y de otras pandillas de mercenarios. También han contado con el concurso de conocidos gatilleros intelectuales como los connotados ultraderechistas Mario Vargas Llosa, Sergio Ramírez y Gioconda Belli, estos dos últimos de heroico pasado sandinista hoy trastocado por honores literarios, y el mucho dinero que ello conlleva, en desembozados sirvientes del imperialismo.
Pero aun así el golpe blando no ha cuajado. Ahora en Nicaragua, como antes en Venezuela, Irán, Siria y China (en los años 80 del siglo pasado), es evidente el fracaso de la técnica del golpe suave. Tranques, guarimbas, guerra sicológica, propaganda negra, fake news,terrorismo urbano y gatilleros intelectuales se han mostrado insuficientes e inoperantes para inducir el colapso del gobierno cuando éste se mantiene firme. Y cuando los golpistas no logran atraer al ejército (o a una parte de él). O cuando no cuentan, como en Libia o en la antigua Yugoslavia, con el concurso de una invasión militar extranjera, ya sea de ejércitos regulares o de fuerzas militares mercenarias.
Por otra parte, si Nicaragua fuera una dictadura sangrienta como dicen medios de derecha y los gatilleros intelectuales mencionados, no puede explicarse el interés de Estados Unidos en el derrocamiento del gobierno sandinista. A lo largo del último siglo Washington ha mostrado sobradamente su simpatía por las tiranías sangrientas.
Los Somoza en Nicaragua, Fulgencio Batista en Cuba, Francisco Franco en España, Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana, Rafael Videla en Argentina, Alfredo Stroessner en Paraguay y Augusto Pinochet en Chile concitaron el mayor apoyo imaginable por cuenta de Estados Unidos.
Si Cuba, Nicaragua, y Venezuela fueran las dictaduras que dicen el imperialismo y sus lacayos y voceros, lo esperable sería el respaldo, amistad y simpatía de Estados Unidos hacia estos tres países y no, como acontece, los permanentes planes de desestabilización y derrocamiento. Y serían impensables los bloqueos económicos y las sanciones financieras y comerciales.
Los medios de comunicación, ya se sabe, sirven para informar, pero también para desinformar. Y lo mismo puede decirse de las modernas redes sociales. Pero las noticias falsas no cambian la realidad y, a falta de golpes militares clásicos o de apoyo bélico extranjero directo, son inútiles para lograr el derrocamiento de un gobierno. Como Venezuela lo ha demostrado y cual Nicaragua lo está evidenciando ahora mismo.