MIGUEL ÁNGEL FERRER
Un provisional balance en México de la pandemia de Covid-19 nos indica que no colapsaron los servicios hospitalarios. Ni tampoco fueron rebasadas las funerarias, los crematorios o los cementerios. Tampoco se ha presentado el temido desabasto de alimentos o medicinas. Mercados, tianguis y supermercados lucen, como siempre, repletos de mercancías. Y es indudable que se incrementó, en breves días, la capacidad hospitalaria nacional y el abasto de insumos médicos: respiradores mecánicos y materiales de protección contra infecciones.
Puede decirse, en consecuencia, que los efectos sociales más severos de la pandemia han sido acotados. Pero como estamos viviendo en la era de las pandemias (sida, sars, ébola, influenzas) lo urgente y necesario ahora es invertir esfuerzos y recursos públicos para enfrentar con los menores costos sociales y humanos esta nueva era social.
México y el planeta requieren más hospitales, más médicos, más enfermeras, más paramédicos, más investigación científica, más laboratorios, más medicinas, más vacunas, más dispositivos higiénicos, como las redes de agua potable de drenaje y de manejo de basura.
Pero como bien saben y dicen los economistas, invertir recursos en un sector implica no hacerlo en otro. Hay que elegir en cuál sí y en cuál no. Pero la elección no es tan difícil. Antes que en otra cosa hay que invertir en salud y educación.
¿Habrá alguien que no comparta esta tesis? Es del dominio público que frente a la magnitud y gravedad de la pandemia, la transnacional General Motors decidió producir respiradores mecánicos y consecuentemente, reducir la producción de automóviles.
Es obvio que la sociedad humana posee inmensas capacidades productivas. Pero también es evidente que éstas se utilizan de manera equivocada. Y no sólo errónea, sino incluso absurda.
Y una vez entendido esto, ya hay signos de que ha empezado una reconversión productiva. Y tras la incipiente reconversión productiva vendrá la reconversión del consumo. Y es que frente a una nueva oferta aparecerá una nueva demanda. ¿Más gasto en diversiones o más gasto en comida y medicinas? ¿Más importaciones superfluas o más importaciones necesarias?
¿Más gasto o más ahorro? ¿Más ahorro o más crédito? Un mayor ahorro implica menos sobresaltos económicos y menos deudas angustiantes. Y también un porvenir menos oscuro y una ancianidad más llevadera. De pronto, la actual pandemia nos ha recordado estas verdades históricas bien conocidas, pero relativamente olvidadas.