MIGUEL ÁNGEL FERRER
Desde las elecciones de julio de 2018 que lo convirtieron en Presidente de México se sabe que López Obrador cuenta con el apoyo electoral de dos terceras partes de los ciudadanos, es decir, con el 66 por ciento de los sufragios.
Luego de dos años de aquella elección histórica los guarismos se mantienen, como lo indican todas las encuestas de preferencias electorales. Es cierto que los resultados de los sondeos suelen ser al gusto de quienes los pagan. Eso explica las diferencias, hacia arriba o hacia abajo, entre las muy diversas encuestas en la materia. Pero finalmente no es posible tapar el sol con un dedo y negar la supremacía obradorista.
En el intento del conservadurismo por inclinar la balanza en su favor se han empleado todos los métodos de la guerra sucia: encuestas amañadas o inexistentes, calumnias, infundios. Y, en general, los medios de información han sido la punta de lanza y el baluarte de esos esfuerzos.
También es cierto que la realidad siempre es cambiante. Y que el mapa de las preferencias electorales puede cambiar con el tiempo y de acuerdo con las circunstancias prevalecientes en cada momento.
Pero reconociendo este hecho es claro que las actuales circunstancias también son favorables al obradorismo. De modo que la ecuación de 2 a 1 se mantiene. Y que incluso las posibles y esperables variaciones no resultan positivas para el conservadurismo. Es el caso, por ejemplo, del gobernador panista de Tamaulipas, acusado de diversos y graves delitos, ya desaforado, y ahora mismo prófugo de la justicia. ¿Pensará alguien que este asunto no tendrá efectos negativos para la alianza opositora?
Más allá de las encuestas que indudablemente constituyen un indicador del memento electoral, hay otros indicios que, aun siendo indirectos, deben ser tomados en cuenta. Uno de ellos es la notoria angustia que sufre y deja ver la derecha. Siente que sus esfuerzos preelectorales no están dando los resultados que esperaba.
Otro indicio más: ni con la descarada ayuda que el Poder Judicial y el Instituto Nacional Electoral (INE) le proporcionan, el conservadurismo es capaz de superar su techo electoral de un tercio de los ciudadanos.
Estos hechos explican que los conservadores hayan pasado de plano a las ideas y a los aprestos golpistas. Pensamientos y aprestos que, sin embargo, tampoco tienen sustento social popular y militar. ¿O sí?