MIGUEL ÁNGEL FERRER
Por estos días en México abundan las buenas noticias económicas. Crecen y crecen las remesas, la inflación está contenida, el peso no sólo no se ha devaluado, sino que, al contrario, se ha revaluado, los energéticos cuestan lo mismo, o menos, que a comienzos del gobierno de López Obrador.
Y hay más: el país es ya autosuficiente en dísel y está cerca de serlo en gasolina, las exportaciones crecen día con día. Y, gracias a las magnas obras públicas, también crece el número de empleos.
Dentro de esa cauda de buenas noticias también están el aumento del salario mínimo y el incremento del salario promedio. Y en los tres años del actual gobierno la Bolsa de Valores no ha sufrido ninguna caída significativa o fuera de lo normal.
Finalmente, entre las remesas, el aumento del empleo, el incremento de los salarios y los apoyos de los programas sociales ha crecido el consumo popular. Todo esto explica el mantenimiento del respaldo social de que disfruta el gobierno obradorista, como lo revelan elección tras elección y encuesta tras encuesta.
Este respaldo ciudadano se mantiene en más del 60 por ciento. Y es un indicador contundente del fracaso de las campañas mediáticas antiobradoristas. Cómo convencer a la gente de que las cosas van mal cuando la experiencia cotidiana muestra lo contrario.
Frente a esta situación objetiva la derecha no atina a formular y ofrecer un programa de gobierno que resulte atractivo para los votantes. Más aún: todos los días y por todos los medios el conservadurismo muestra públicamente su carácter antipopular.
Lo mismo una alcaldesa que insulta, agrede y discrimina a unos modestos servidores públicos que un diputado panista que exhibe impúdicamente su ideología y talante homofóbicos.
Mientras tanto, López Obrador no descansa y sigue proponiendo medidas y políticas que coinciden con el sentir popular. Como las propuestas de eliminar 200 diputados federales plurinominales. O reducir a la mitad los 20 mil millones de pesos del presupuesto del Instituto Nacional Electoral (INE).
Y con sus críticas y oposición a estas medidas el conservadurismo y los tres partidos que lo representan políticamente (PAN, PRI y PRD) abonan su desprestigio y mala fama pública. O, dicho de otro modo, no ganan votantes, lo que contribuye a mantener la ecuación electoral: dos tercios de sufragantes para el obradorismo y un tercio para la alianza de la derecha.