MIGUEL ÁNGEL FERRER
A unos cuantos días del golpe de Estado en Bolivia el panorama todavía es confuso. A esta confusión contribuye la mezcla de factores clásicos de los golpes de Estado en Latinoamérica (como la participación decisiva de los militares, tripulados por Washington) con rasgos novedosos, como son la entrada en escena de la versión boliviana de las guarimbas venezolanas y la actuación de bandas paramilitares de golpeadores y asesinos a sueldo para amedrentar a las bases de apoyo al evismo y al régimen derrocado.
También es novedoso el hecho de que el jefe militar de los golpistas todavía no haya asumido formalmente el poder, al estilo Franco, Pinochet o Videla, y que el mando del régimen de facto haya recaído, no se sabe si momentáneamente, en una marioneta.
Podría decirse que hay la presencia de elementos de las reaccionarias revoluciones de colores, tipo Libia, Siria y Ucrania, interactuando con el viejo y muy conocido golpe militar puro y duro.
Pero es necesario reconocer que en el caso de Bolivia, con todos los factores citados presentes, el elemento decisivo ha sido las fuerzas armadas: ejército, marina, aviación y policía.
La ausencia en Venezuela de este factor explica la sobrevivencia del gobierno chavista. Contra éste se han empleado, desde dentro y desde fuera, todos los recursos de la desestabilización política, económica y social. Pero todo esto ha sido infructuoso ante la falta de apoyo y participación de la fuerza militar.
Por lo que toca a México puede decirse que la arremetida contra el gobierno de López Obrador tiene semejanzas con los casos sirio, libio, venezolano y boliviano: guerra sucia, propaganda negra, calumnias, falsas noticias, bandas paramilitares. Pero como en el caso de Venezuela, el obradorismo cuenta con inmenso apoyo popular y con el respaldo del mando militar: ejército, marina y Guardia Nacional.
Es cierto que ha habido conatos de golpismo: Culiacán, por ejemplo, y algunas muestras de insubordinación, como el tristemente célebre discurso del general Gaytán. Y son igualmente constatables los actos de violencia desestabilizadora y delincuencial por cuenta de la derecha antiobradorista. Pero nada de eso sirve para derrocar a López Obrador si no se cuenta con la fuerza militar.
Es obvio que López Obrador sabe y entiende todo esto. Por eso trabaja diariamente en fortalecer la dupla que lo sostiene: el apoyo popular y el resguardo, ampliación y fortalecimiento del respaldo del mando militar.
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