Por Mouris Salloum George*
Subempleo y destajos precarizados son moneda corriente -muy corriente- en el submundo laboral mexicano. Su principal objetivo, es la negación de Seguridad Social al obrero y al empleado. Es el criminal saldo de la institución del corporativismo empresarial, pactado entre la tecnocracia neoliberal y los empleadores desde 1990.
Para entonces, los líderes charros del sindicalismo domesticado ya tenían un negocio en lo oscurito primero, y muy visible después: Los contratos de protección empresarial, al mejor estilo de las mafias.
Al arrancar el siglo XXI apareció un negocio aún más rentable: La triangulación contractual, conocida en anglosajón como outsourcing.
Por partida triple, contra empleados, Seguro Social y Fisco
Ese instrumento, como todo negocio, genera ganancias a costa de las pérdidas de terceros, a saber: 1) Los reclutados, 2) El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), y 3) El fisco, para el caso, el Servicio de Administración Tributaria (SAT).
Ese mercado negro tiene un valor de inversión de unos 5 mil millones de dólares en México. Es probable que ahora mismo operen 900 despachos dedicados a esa leonina actividad: Sólo un centenar estaría registrado en el IMSS. Apenas 40 cumplirían con la normatividad fiscal. No son pocas las firmas que operan franquicias extranjeras.
Es la “empresa” por la que ahora aboga el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, Ricardo Monreal Ávila; para más señas, legislador nominado por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
El negocio de los moches salpica a los dirigentes de las centrales obreras históricas que se enriquecían con las cuotas de sus “representados” y a los dueños de nuevos membretes que se han coludido para impulsar la galopante desindicalización de obreros y empleados.
El líder del Senado bloquea bajada de dictámenes al pleno
Es en aquel vacío en el que medran las trianguladoras de contratos laborales. Puesto que la gran mayoría de las marcas no está registrada en el IMSS, no es fácil cuantificar el número de trabajadores y empleados expuestos a esa inicua explotación, pero hay datos de que sólo dos de las firmas tienen en calidad de rehenes a casi 300 mil ocupados en centros de trabajo mexicanos.
Resulta que la cuarta transformación se propuso reformar el régimen laboral, tutelado por la Ley Federal del Trabajo, reglamentaria del artículo 123 de la Constitución. Aleatoriamente, la Ley del Seguro Social.
Las comisiones dictaminadoras del Senado plancharon con sobrada mayoría los proyectos, que incluyen una cláusula de prohibición en México de las outsourcing, solicitando a la mesa directiva que baje los dictámenes al pleno.
El cacique senatorial zacatecano salió al paso a la propuesta y dijo que no. Que los dictámenes no van al pleno en el periodo ordinario de sesiones del Congreso, que está por concluir.
Como si las comisiones de dictamen no hubieran debatido ampliamente la exposición de motivos que documenta y argumenta las causas y razones que originaron las iniciativas, Monreal Ávila salió con la jalada de que los dictámenes deben ir a Parlamento abierto, la nueva forma de aupar a los sujetos obligados.
El gato encerrado en la torva maniobra del zacatecano
El gato encerrado en la actitud del directivo senatorial enseña su cola por un amplio boquete: Desde que se dio por cancelado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), sustituido por el engendro de Donald Trump, primero Canadá condicionó su aprobación a la homologación salarial de los trabajadores mexicanos, específicamente en la industria automotriz.
Los negociadores mexicanos, desde la transición presidencial, alegaron que aquella decisión corresponde a la política interna de cada Estado comprometido en el T-MEC.
En estas semanas, el T-MEC está en vías de revisión en El Capitolio de los Estados Unidos. Los legisladores estadunidenses pretenden alguna manera de certificación del cumplimiento de la asignatura comentada.
Es el caso de que, antes de que lo hiciera el Parlamento de Canadá y el Congreso norteamericano, el Senado mexicano se fue como El borras, obsequiando esa prenda a Washington. Después de todo, como recurso de su campaña electoral, Trump había proclamado a la rosa de los vientos: Ganamos.
Estamos, ´pues, parados en el mismo territorio que en 1993 del TLCAN. A la mano de obra mexicana, ni cacahuates. Grave asunto.
(*) Director General del Club de Periodistas de México, A.C.