Por Mouris Salloum George*
El fantasma de Gatopardo planea sobre la cuarta transformación.
Aun desde antes del 1 de julio, durante el interregno de la transición presidencial y una vez instalado el nuevo gobierno de la Republica, vemos a agentes económicos domésticos presa de un nerviosismo rayano en la paranoia. Este síndrome es contagioso.
En la inquietante escena, se pretende colocar a la nueva administración federal en calidad de rehén –para ilustrar el caso- de los afamados bonos del suspendido proyecto del Nuevo Aeropuerto de México.
(No se habla mucho de que esos bonos han sido fondeados, en un buen porcentaje, con el agandalle de los fondos de los trabajadores para su retiro, bajo gestión privada.)
En pantalla televisiva, un asesor de mercados, indignado, denuncia que el flamante Presidente transgrede el aval del gobierno al capital invertido en aquella obra. No Juanito, ataja su mentor, ahí no hay aval del gobierno. Los bonos tienen sus propias garantías… Son las que hay que hacer efectivas.
No obstante esa confusión entre los sedicentes expertos, funcionarios del gobierno caen en el garlito de reacciones improvisadas para tranquilizar a los mercados.
Raíz de los riesgos de inestabilidad e insolvencia
Ese indeseable, pero real espectáculo nos remite a la consulta de ciertos estudios. Los especialistas están convencidos de que, en países de bajo desarrollo económico, social y político, el establecimiento del mercado de valores es una situación muy complicada, ya que la poca consolidación de industrias y empresas de gran capacidad en el mercado no da la medida que necesita para hacerlo perdurable.
Lo anterior nos indica que el mercado de valores tiene arraigados en su propia naturaleza los riesgos de inestabilidad e insolvencia, que se expresan en las características del subdesarrollo mexicano.
Narciso Benbenarle y Andrea Sambuccetti, docentes de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, nos ofrecen otras pistas en tan compleja materia.
Apelando al clásico, los investigadores citados nos recuerdan que el capital es dinero dispuesto sólo a hacer más dinero y agregan que la financiera es la forma más abstracta del capital; por ello, la menos transparente y, obvio, la más sospechosa.
Todo gira en torno a la economía especulativa
Advierten los autores consultados (Psicología de la Bolsa como capítulo de la Psicología Económica) que en los pisos de remate se retroalimentan la volatilidad y la tensión. Hay alivio y hasta jactancia de los jugadores cuando las cosas marchan bien; histeria cuando las cosas se descarrillan.
El fenómeno es, pues, consustancial de la economía especulativa, de lo que se colige que la incertidumbre se genera y se difunde desde ahí, desde el centro mismo del mercado bursátil.
Ahora resulta que no es ese el proceso analizado en la sicología del mercado, sino las acciones que toma la autoridad política o administrativa respecto de los planes de desarrollo nacional y las políticas públicas para concretarlos.
¿Qué es lo que está en el centro de ese fenómeno en que se alternan la dinámica y la inercia?
Lo ideal, el método de dejar hacer, dejar pasar
Los operadores y usufructuarios de la especulación se han sentido a sus anchas durante los sexenios en que los tecnócratas neoliberales decretaron el dejar hacer, dejar pasar: Abandonaron la economía productiva para ceder todo el espacio a la mano invisible del mercado en el que el emperador es el capital financiero que domina la actividad bursátil.
La correa de trasmisión de esa estrategia ha sido la desregulación de la economía nacional, acompañada de regímenes especiales de exención fiscal, liberación empresarial-patronal de sus obligaciones con el Trabajo, tolerancia a la Economía criminal y todo el beneficio de la impunidad a los transgresores de toda norma legal y de la ética.
Existe en la paranoia un aroma de chantaje
Como duele más el cuero que la camisa, los amos de la economía especulativa sufren histeria y paranoia ante cualquier soplo de cambio que, por lo visto en este corto verano, no da ni siquiera para otear un radical cambio de régimen.
Lo que habría de aclararse, es si esa paranoia es real y está justificada o se disimula bajo una operación chantaje sobre los profetas de la nueva era, a los que se amenaza con retirarles la confianza, sacar los capitales del país, desinvertir o dejar de invertir, para que el nuevo gobierno caiga por su propio peso y se conserve la economía en el viejo camino correcto.
¿En dónde estamos parados en esta hora? En la Sicología del mercado especulativo. La cuestión es saber si quedan remanentes de eficacia en el conocimiento y la conducción de la Sicología de las masas que se expresó multitudinariamente el pasado 1 de julio.
El resultado de ese proceso, fue de la aplastante votación contra el sistema. Si a la hora de la verdad, el sistema contra el que se votó prevalece, el desencanto de la democracia volverá por sus fueros. Habría triunfado Gatopardo. Que feo desenlace.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.