*Mónica Herranz
Difícil tarea resulta la nota de esta semana y no, no por falta de inspiración porque de haberla la hay, sólo que quizá no en su forma más sutil o elegante. Hoy se ha apoderado de mi una inspiración rabiosa, una de la que brota impotencia, frustracion y coraje.
El impulso al ver las noticias del día es, por ratos, difícil de solventar. ¿Dónde poner el malestar por el asesinato de estudiantes?, ¿dónde poner el malestar por las mujeres desaparecidas?, ¿dónde poner el malestar por la injusticia, por la inseguridad, por la corrupción, por la impunidad?.
¿Qué hacer con los sentimientos que de todo esto derivan?. Ojalá hubiera una respuesta precisa, que como receta de cocina, diera guía paso a paso de lo que se debe hacer, pero no la hay. Frente a la descomposición social, frente a la psicopatía o la sociopatía, pareciera que lo que queda es voltear hacia las acciones individuales y desde ahí aportar lo que cada quien pueda.
Huele a putrefacción, a descomposición, a falta de ley del padre, a ausencia de culpa; huele a inquietud y temor, huele a disociación, a fragmentación social. Huele a confusion y a dolor.
En la actualidad, las redes son un buen termómetro, por así decirlo, del ánimo social. Si tiembla y el sismo no es fuerte, aparce un sin fin de memes, si algún famoso o figura pública se pone en evidencia por haber hecho un ridículo o por una actuación brillante, inmedietamente va el meme; que se pone de moda un meme, nos subimos al tren del mame, pero frente a los últimos acontecimientos no hay meme que valga. Si bien como sociedad apostamos en muchas ocasiones al chiste o al humor negro a modo de resistencia, a modo de resiliencia, pareciera que en estos días, el principio de realidad está resultando tan abrumador, que no hay negación o evasión que valga, y así vemos las redes plagadas de noticias crudas, crueles, trágicas.
Ésta nuestra sociedad, nuestra ciudad, nuestro país, atraviesa por tiempos convulsos, con tintes de brotes cuasi psicóticos y perversos.
Existen diversas definiciones de psicosis, y he aquí una que aparece en un trabajo de la universidad de Buenos Aires, cuyo autor no está mencionado, pero a quien en caso de aparecer, se le concede todo el crédito y que dice así: “ Es una perturbación global de la personalidad con una desorganización total de las funciones del Yo, a la cual sigue en ocasiones, una reorganización narcisística, expresada en la construcción de un mundo propio desde el cual el sujeto se ubica y vive adelante”.
¿Acaso no comenzamos a parecer cada vez con mayor frecuencia una sociedad perturbada?, ¿no pareciera que el yo social, si es que así se puede llamar, está desorganizado en sus funciones?. No podría decirse que si totalmente, como se menciona en la definición, pero en buena medida si lo pareciera, y esto aunado a la impresión de que el quebrantamiento de la ley cada vez genera menor culpa y menor remordimiento, da por resultado este estado psicopático al que parece que como sociedad nos dirigimos; debería preocuparnos, así como debería preocuparnos también el doble discurso o mensaje de quienes se encargan de hacer cumplir la ley del padre, léanse padres, tutores, gobernantes, autoridades, etc.
Y no menor atención habría de ponerse a los tintes perversos que asoman en nuestra sociedad, particularmente al goce por la teansgresión de las leyes y de los derechos. Es decir, no solamente hay una falta sino que hay goce por ello y por el dolor que en el otro esto produce.
A muy groso modo y sólo con el propósito de tratar de hacer una distinción entre ambos conceptos podría plantearse que secuestrar, pedir un rescate y liberar a la víctima es psicopático; secuestrar, cobrar un rescate por la víctima, matarla y disfrutar por el dolor causado es perverso.
Lo dicho, atrevesamos por tiempos convulsos sin receta como remedio, aunque la empatía, la contensión, la comprensión, la solidaridad, el respeto y el cuidado, tanto por uno mismo como por el otro, nada mal nos vendrían como sociedad en este momento.
*Mónica Herranz
Psicología Clínica – Psicoanálisis
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