viernes, abril 19, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: El paciente

*Mónica Herranz

 

Cuando él entró al consultorio ella lo siguió con la mirada, -¡vaya hombre más apuesto!-. Alto, fonrido, bien parecido, varonil y con una voz tan grave y profunda que de entrada ya hizo las delicias de las fantasías de la analista. Emocionalmente él era un desaste pero por todo lo demás, a su terapeuta, le resultó más que interesante.

 

A las entrevistas iniciales siguió el encuadre, que fue en realiad un encuadre un poco extraño, ya que la terapeuta comentó algo sobre que el paciente podía llamarla cuando quisiera, así fuera de madrugada y que posteriormente, en algún momento del tratamiento, harían algunos ejercicios en el diván.

 

En esa etapa inicial él comentó que no tenía mucha idea bien a bien de que se trataba la terapia y menos eso del psicoanálisis, pero que iba dispuesto a entrarle con todo para ver si finalmente lograba resolver aquellos conflictos sexuales que lo aquejaban en pareja.

 

Y bajo ese marco comenzaron las sesiones en el diván, la terapeuta trataba de poner atención a lo que su paciente decía, pero de tanto en tanto, particularmente cuando el tema giraba en torno a la sexualidad que, por ser el motivo de consulta, era de lo más común, ella no podía evitar dirigir sutilmente su mirada hacia la entrpierna del paciente. Ya había notado en otras sesiones que cuanto más hablaban o profundizaban en el tema, mayor era la erección que éste tenía.

 

Las primeras veces que ocurrió, él, un tanto avergonzado, había optado por taparse con un cojín que estaba a la mano, hasta que un buen día ella le hizo el señalamiento, en pos de hacer una adecuada “interpretación”, sobre cómo él sentía verguenza por mostrar sus sentimientos y emociones cuando éstas se manifestaban físicamente. Además de este señalamiento, la terapeuta  indicó que, dado que se encontraban en un marco de confidencialidad y libre de juicios, él podía sentirse cómodo con las reacciones de su cuerpo y que si lo sentía necesario, podía incluso poner una o ambas manos sobre su pene para estar más conectado con lo que su cuerpo y sus emociones querían transmitirle.

 

Llegó la sesión en la que hablaron de cómo a él le costaba trabajo acariciar a su pareja, había algo que no lo dejaba actuar libremente, sentía tal pena al hacerlo que por eso prefería ir drecto a la acción y eso a su pareja no le gustaba. Ella lo escuchó atenta y sin mayor preámbulo le dijo que había llegado la hora de hacer el primer ejercicio, le explicó que ella le daría ciertas indicaciones y qué él debía seguirlas para posteriormente comentar el ejercicio.

 

Le indicó que se incorporara, dado que estaba acostado en el diván, y que se sentara. Él así lo hizo y ella fue a sentarse junto a él. -Cierra los ojos y respira lenta y profundamente, cuando te sientas suficientemente relajado me lo dices-. Una vez que esto sucedió, ella tomó la mano de él y la llevó a uno de sus pechos, él la apartó, pero ella le dijo que confiara, que recordara que estaba haciendo un ejercicio terapéutico y que todo estaría bien. Le hizo saber ademas, que ella se sentía cómoda con esa situación, dado que tenía un fin específico y le dijo que si quería tocar el otro pecho o ambos a la vez estaba permitido.

 

-Nota cómo has sido un poco brusco al incio, quizá tengas el temor inconsciente de lastimar a tu pareja y por eso sientas dificultad en acariciarla, inténtalo más suavemente, esta vez, pondré mi mano cerca de tu entrepierna para mostrarte la presión y el movimiento adecuados que debes hacer y posteriormente  te recostarás de nuevo y hablaremos sobre los sentimientos y emociones que este ejercicio te haya generado-.

 

Por demás está decir lo pronto que el diván dejó de ser diván para convertirse en cama, consumándose así una de las faltas más graves a la ética que puede haber dentro del ejercicio de la profesión: Aprovecharse de la relación terapéutica para establecer vínculos eróticos con el consultante.

 

Y si bien el descrito aneriormente no es el ejemplo más común, hay otros que sí lo son como:

 

  • “El terapeuta que aprovecha la situación política, econóimca o social del consultante, para su propio beneficio.
  • El terapeuta que mantiene a un consultante en tratamiento para satisfacer sus necesidades personales económicas o para obtener gratificaciones narcisistas, aun cuando ya no estuviera indicada la terapia.
  • El terapeuta que viola la confidencialidad y proporciona información obtenida en psicoterapia a terceros que no deberían poseerla.
  • El que se dice terapeuta y sin la información y el entrenamiento adecuados ofrece sus servicios como tal.
  • El terapeuta que por aumentar su clientela ofrece un tipo de tratamiento para el que no está calificado.
  • El terapeuta que quiere imponer al consultante su ideología y sus valores.”

 

*(El terapeuta y sus errores, Trillas, 2009)

 

Todo psicoanalista, al ser también humano, puede cometer errores, sin embargo, del error al horror puede haber tan sólo un paso.

 

Si estás en terapia o pensando en iniciarla, ésta es información útil que todo consultante debe conocer.

 

Por nuestra parte, los psicoanlistas, tengamos siempre presente el juramento que hicimos el día de la titulación y quien falte a él…¡que la sociedad y sus pacientes se lo demanden!.

 

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

facebook.com/psiherranz psiherranz@hotmail.com

 

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