viernes, abril 19, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: Del acoso al abuso sexual

Por Mónica Herranz*

De un tiempo a la fecha, han salido a la luz numerosos casos de mujeres, particularmente actrices o figuras públicas, que sin importar que el asunto haya sucedido hace veinte años o recientemente, han optado por denunciar y hacer del dominio público las experiencias padecidas de abuso o acoso sexual. Y digo particularmente, porque hay muchas mujeres cuyas denuncias quedan en el olvido o ahogadas en procesos burocráticos justamente por no ser famosas o conocidas o por el simple hecho de no tener conocimiento sobre las herramientas disponibles de las que pueden valerse para ello. Pero, ¿qué es lo que distingue al abuso del acoso?

 

Vayamos poco a poco. De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), el abuso sexual está definido como el “delito consistente en la realización de actos atentatorios contra la libertad sexual de una persona sin violencia o intimidación”. Y esto ya lleva a un primer cuestionamiento, ¿qué acaso un acto atentatorio contra la libertad sexual de una persona no es en sí mismo un acto violento o intimidatorio?.

 

De acuerdo a la misma fuente, el acoso sexual está definido como la “acción que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre.”. Y ahí surge un segundo cuestionamiento. Si así están definidos estos dos términos, ¿cómo está definido el de violación? Pues bien, violación es la acción de violarla, y violar está definido como “tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad”.

 

Frente a estas tres definiciones, no me surge más que la confirmación de que el poder de la palabra es inmenso, en el sentido de cuán limitada pudiera parecer la definición, el sentido y el significado de cada uno de estos conceptos a nivel diccionario, en contraste con lo tremendamente extenso que puede ser desde la vivencia de quien los ha padecido.

 

No es mi afán desde luego insinuar que la descripción que hace la RAE de cada uno de estos términos no es precisa, por el contrario, seguramente razón llevará, no en vano se trata de la Real Academia Española. Sin embargo, a lo que sí quiero apuntar, es a que ni en un diccionario, ni en una enciclopedia, ni preguntándole al mismísimo Google, vamos a poder encontrar el significado de la vivencia de cada una de estas situaciones.

 

La vivencia es un aspecto total y estrictamente individual, y estará impregnada tanto del contexto, como de los aspectos sociales y culturales, así como de la historia o novela familiar de la persona en cuestión que haya atravesado, ya sea por una violación o por una situación de abuso o acoso sexual.

 

Ahora, reflexionando sobre estos términos y sus definiciones, resulta que cuando se habla de violación, así, en un contexto informal y no bajo los términos de un diccionario, pareciera que existe un consenso sobre su significado y sus implicaciones, no siendo así con los términos de abuso y acoso sexual.

 

Coloquialmente se entiende por violación, en términos generales, palabras más palabras menos, a la acción que una o varias personas ejercen sobre otra forzándola a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad. Y esta “claridad” en cuanto a qué es o qué implica no está reflejada, como mencionaba anteriormente, en los términos de abuso y acoso sexual. Pareciera que ahí existe una línea un poco más difusa.

 

Por algún motivo, coloquialmente se tiende a asociar el término de abuso, con la idea de abuso sexual infantil, es decir, con el hecho de que una persona adulta tenga tocamientos hacia otra menor, aunque en realidad el abuso no depende de este factor, dado que lo mismo puede abusar un adulto de un/a menor que un adulto de otra persona adulta.

 

Independientemente de este aspecto, la idea de abuso pareciera que tiene que ver más con una acción en dónde el nivel de violencia es menor o no la hay, violencia en el sentido de violencia física manifiesta como golpes, patadas, puñetazos, etc, y, en dónde no hay penetración, en caso de que la persona que abusa sea una mujer. Luego entonces, trátese de hombre o mujer, el concepto de abuso sexual queda mayormente delimitado a la acción de tocar genitalmente a otra persona sin su consentimiento que puede ir acompañada o no de amenazas hacia la víctima en caso de que pretenda acusar o denunciar al abusador.

 

Ahora, y siguiendo en la misma línea, ¿cómo está definido el acoso sexual desde lo coloquial?. Mayoritariamente, como la acción de incomodar, inquietar, acechar, seguir o perseguir a una persona, haciendo insinuaciones o comentarios explícitos acerca de su cuerpo, o generando en esa persona algún tipo de sentimiento de intimidación respecto a lo sexual.

 

Y entonces, con todo esto, surge un planteamiento y una pregunta. El planteamiento tiene que ver con que aparentemente la línea que diferencia a cada uno de los términos a veces puede ser delgada y particularmente, en el caso de acoso sexual. Y ahí es dónde surge la pregunta, ¿por qué es más difícil establecer o tratar de esclarecer qué es acoso sexual y qué no, en comparación con lo claro que puede resultar establecer qué implica una violación o el de abuso sexual? La respuesta no es compleja. El acoso tiene aspectos muy subjetivos y ahí encontramos lo difícil de su delimitación. Uno de los ejemplos, de los muchos que puede haber, es el de hasta dónde una mirada puede resultar intimidatoria o no o hasta dónde un piropo puede ser considerado como una agresión o no. Ello dependerá tanto de quien venga la mirada o el piropo como de quien la reciba, y entre ello hay un espacio intersubjetivo que es lo que determinará el significado de la vivencia y por lo tanto su definición.

 

No, no es asunto fácil plantear definiciones y delimitaciones sobre estos conceptos y muchos menos sobre el significado que pueden llegar a tener más allá del sentido lingüístico. Sin embargo, valga este texto como una forma de entender a qué se refiere cada concepto y como una invitación a reflexionar sobre el tema y sobre la forma en la que nos conducimos y relacionamos con el otro, independientemente del género al que se pertenezca.

* Mónica Herranz

Piscología clínica / Psicoanálisis

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