jueves, abril 18, 2024

DE ENCANTOS Y DESENCANTOS: De raíz

*Mónica Herranz

 

Estaba ahí sentada frente a él, deseando no haber asistido a esa cita. En su cabeza se agalopaban una pregunta trás otra, -¿realmente tenía que haber venido?, ¿en verdad no podía seguir adelante si no hubiera venido?, ¿y todo la anteriormente hecho no servía entonces para nada?-.

 

No era la primera vez que se encontraba en esa situación y ahí estaba de nuevo, atónita, escuchando, incrédula, esperando que todo fuera un mal sueño del que pronto iba a despertar, pero no. Estaba sucediendo muy a su pesar.

 

Sentada, esperanzada en que las buenas noticias se hicieran presentes había llegado puntual al encuentro. Él aun no había llegado así que esperó pacientemente y mientras lo hacía trató de distraerse en el teléfono o con algunas revistas que le quedaban a la mano. Tic tac, tic tac, escuchaba el segundero del reloj. Parecía que había pasado una eternidad entre cada mirada hacia la pared dónde se enconraba el reloj cuando en realidad había pasado un minuto, si acaso dos.

 

Cuando finalmente él llegó, se miraron, se saludaron amablemente y comenzó aquella conversación que hasta el día de hoy a ella le robaba el sueño y la tranquilidad, algo en sus días había cambiado y desde ahora y por un buen tiempo nada volverá a ser igual.

 

¿Por qué? -se preguntaba- ¿por qué a mi?. Sabía en el fondo que lo mismo que le sucedía a ella en ese momento, en ese instante, le había pasado a mucha gente también, pero ahora era su turno y quería, deseaba, no estar en sus zapatos. Y es que, ¿a poco no?, si le pasa a otros como que no siempre nos importa tanto, pero si nos pasa a nosotros entonces ya la cosa cambia.

 

En  fin, él comenzó a hablar y habló y habló por un buen rato, y hasta ahí ella mantenía la calma, incluso, de tanto en tanto, si él le preguntaba si tenía alguna duda, ella movía la cabeza de lado a lado en forma de no, sin embargo, hubo un momento en el que el tiempo se detuvo por un instante, el ruido de alrededor desapareció y vino un vuelco al corazon y ese momento fue justo cuando escucho las siguientes palabras, -habría otras posibilidades, pero entonces, en algún momento vamos a tener de nuevo el mismo problema o peor, por eso creo que debemos terminar con el problema de raíz-, su mente rápidamente echó a volar y en un santiamén supo a qué se estaba refiriendo él.

 

Palideció y aun así trató de guardar la calma, inhaló profundamente y dejó que él continuara, con la única diferencia de que cuando preguntaba si tenía alguna duda ella ya no podía ni asentir ni disentir. Hacía varios minutos que había dejado de escuchar y que lo que percibía era nada más un cúmulo de palabras agomeradas e indigeribles que lo más que le provocaban eran unas tremendas ganas de llorar, salir corriendo y no volver jamás.

 

Le fastidiaba la situación, le fastidiaba la realidad, pero sabía que él tenía razón, o arreglaban esto de raíz o después sería mucho peor. Y al fin, cuando él terminó y hubo dicho todo aquello que tenía que decir, fue su turno de expresarse.

 

Lo cierto es que le costó empezar y lo hizo así,-¿en verdad es la única opción?, ¿no se puede hacer nada más?-. Es lo mejor -respondió él-, la extracción es lo más conveniente. Nerviosa, porque al final, no es grato hablar de estos temas, y menos si el dentista es nuevo, ella confesó, -no me gusta venir al dentista, bueno, como a nadie le gusta, pero no es que me de miedo de tipo normal como a todo el mundo, no, me da angustia tipo necesito un ansiolítico, particularmente con la anestesia, trato de evitarla por todos los modos posibles, y ¿sabes porqué?, pues porque pienso que me voy a morir-. Él sonrió, y ella en tono serio contunuó, -sí, se llaman ideas catasróficas y son propias de las fobias o de los trastornos de angustia generalizada. Te voy a contar, la aguja y el piquete como sea más o menos los tolero, pero cuando la encía y el cachete y a veces hasta una parte de la nariz se comienan a dormir entonces empieza lo malo, porque mientras esas zonas se me duermen, el corazón se me acelera y me viene una taquicardia que logra asustar hasta al más ecuánime, y las manos me comienzan a sudar, y la nuca y la espalda también. Tengo escalofríos y comienzo a temblar y lo quiero controlar y no puedo y mientras todo esto va sucediendo, a la par, empiezo, aunque no quiera, a pensar, ¿y si el efecto de la anestesia no se me pasa nunca?, ¿y si me quedo con parte de la boca adormecida para siempre?, o lo que es peor, ¿y si además de que se me duerma el paladar, la encía, el cachete o la nariz, se me duerme también la garganta?. Y claro, para ese momento, aunque no sea real, comienzo a sentir un hormigueo en la garganta, ¡se me está durmiendo¡, ¡se me está durmiendo!, ¡voy a dejar de respirar!. La taquicardia ya ni te digo por dónde va, ¡no puedo tragar!, y entonces la afirmación, ¡sí, me va a dar un paro cardiaco!, cardiaco o respiratorio y ¿el dentista sabrá cómo actuar?. Y aunque sepa que todo esto no son más que ideas desbordadas de mi mente, y aunque sepa que esto no es probable ni real, la angustia no perdona, así que cuando has dicho extracción he dejado de escuchar casi todo lo demás-.

 

Él la miraba entre sorprendido y comprensivo, y sonrió cuando ella preguntó, -¿cuántas anestesias más?-.  No hubiera querido responderle la verdad…, una para la extracción, una para el injerto y una más para el implante y todo esto tomando en cuenta que sea un sólo diente el afectado y no también el de atrás.

 

El trastorno de ansiedad generalizada, a diferencia de una fobia, en dónde el objeto fobígeno es específico, puede tener diversos detonantes que incluso pueden fluctuar, presentarse por separado o a la par. Hoy pueden ser las alturas, mañana el dentista, posteriormente una multitud, más tarde el metro, un avión, una vistia al médico, el supermercado, manejar, viajar, salir, etc. Es un trastorno que hace que una persona pueda preocuparse en grado extremo aun cuando hay poca o nula razón para ello. Lo síntomas más comunes son:

 

  • Preocupación excesiva por cosas cotidianas.
  • Dificultad para controlar las preocupaciones y los sentimientos de nerviosismo.
  • Tener conciencia de que la preocupación que se siente es excesiva.
  • Dificultad para relajarse.
  • Problemas de concenración.
  • Insomnio o hipersomnia.
  • Sensación constante de cansancio.
  • Dolor de cabeza, muscular, de estómago o molestias inexplicables.
  • Sentir dificultad para tragar.
  • Temblores corporales o tics.
  • Irritabilidad y nerviosismo, mareo, falta de aire (sensación de ahogo).
  • Necesidad de ir al baño constantemente.

 

La buena noticia de todo este relato está en que ella ha iniciado terapia, porque sí, el trastorno de anisedad generalizada, tiene tratamiento, se puede controlar y aprender una nueva forma de pensar, comportarse y reaccionar  ante las situaciones que detonan el exceso de ansiedad.

 

Solemos llegar al psicólogo y al dentista por la misma razón, cuando el dolor ya es intolerable, en el primer caso el emocional y en el segundo el físico, así que si te has identificado con este relato y consideras que puedes estar en una situación de ansiedad generalizada, no esperes a que el dolor te rebase o paralice, acude con un especialista en salud mental.

 

*Mónica Herranz

Psicología Clínica – Psicoanálisis

facebook.com/psiherranz psiherranz@hotmail.com

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