viernes, abril 19, 2024

CONCATENACIONES: El PRI, sin retorno

Fernando Irala

Visto venir desde hace meses, el recambio en la dirección del Partido Revolucionario Institucional, justo dos meses antes de la elección presidencial, tiene diversas lecturas y mensajes.

Se trata de un movimiento que intenta dar un nuevo ritmo a la campaña de José Antonio Meade, alicaída para algunos, y que en todo caso no ha podido despegar con la fuerza necesaria para proporcionarle al viejo partido cierta posibilidad de triunfo.

Envía, al mismo tiempo, el mensaje de que el régimen actual y su partido no están pensando en rendirse, al menos no todavía, y que quienes los dan por liquidados probablemente están haciendo cuentas fáciles.

La disminuida popularidad del Presidente Peña Nieto y del PRI, y el estigma que los acompaña de corrupción e impunidad, han sido factores demasiado pesados para que Meade remonte y sume puntos en las encuestas.

La marca PRI, dicen los expertos, arrastra demasiados negativos. Tan es así que tanto para la presidencia partidaria como para la candidatura presidencial y la del gobierno de la ciudad de México, el llamado primer priísta ha debido echar mano de un grupo de técnicos muy eficientes, pero a quienes no se les conocían inclinaciones políticas y mucho menos militancia en el partido en el poder.

Al priísmo nacional nunca acabó de gustarle su dirigente designado hace un par de años, y el fragor de los inicios de la contienda electoral erosionó su figura hasta volver una urgencia su relevo.

Ahora llega un líder partidario que, según su propia definición, viene de la entraña de la organización, con un reto que se antoja imposible, dado que tendría que lograr en poco más de ocho semanas que su abanderado duplique la intención de voto que ha permanecido más o menos inalterada durante el primer mes de campaña formal.

Lo logre o no, vale la pena reiterar el principal mensaje al cambiar de caballo a mitad del río: el PRI no sacrificará su futuro, en el poder o expulsado de Los Pinos, al espejismo de un voto útil que en realidad desangraría a la nonagenaria organización y la pondría, ahora sí, al borde de la extinción.

Gane o pierda, la estrategia priísta parece no tener retorno.

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